TERAPIA ESCATOLÓGICA
La medicina experimenta con trasplantes de heces
Los trasplantes fecales han salido del armario y cada vez son más habituales los estudios que intentan profundizar en esta práctica médica en la que las heces de un individuo sano son transferidas a un enfermo para repoblar la flora bacteriana de su intestino con microbios de los que carece. El más reciente, publicado la semana pasada en la revista Plos One, ha controlado a un grupo de 13 pacientes hasta un año después del trasplante y ha comprobado que los beneficios se mantienen sin efectos colaterales. En un congreso celebrado en mayo en EEUU, se reseñaron 1.900 casos conocidos de aplicación de la técnica en la últimas décadas.
Sin embargo, los médicos alertan del abuso de esta terapia, que incluso algunos pacientes se han aplicado de forma casera. Su eficacia está demostrada solo con una infección concreta, el microbio Clostridium difficile, que está mucho más difundida en Estados Unidos que en Europa. Además, se desconocen los efectos a largo plazo de introducir en el cuerpo el cóctel de virus y microbios desconocidos contenidos en heces ajenas. Este año, la autoridad farmacéutica de Estados Unidos, la FDA, ha optado por regular restrictivamente el uso de esta terapia.
DONANTES SANOS / «Los donantes de heces no deben tener enfermedades que se puedan transmitir por ellas, como sida, hepatitits, Helicobacter pylori, etcétera», explica Thomas Louie, investigador de la Universidad de Calgary (Canadá) y pionero en el sector. Las heces se desmenuzan en una solución salina y se filtran. «Luego se suministran a los pacientes por medio de un enema o una colonoscopia, por tubos por la nariz o la boca, o incluso encapsuladas en pastillas que se disuelven cuando llegan a su destino», dice Louie.
La utilidad del tratamiento está demostrada solo con el C. difficile, un microbio que provoca intensos vómitos y diarreas y puede incluso matar. Cuando a un paciente se le suministran antibióticos para curar otras enfermedades, estos fármacos suelen arrasar la flora intestinal. Si un paciente en esta situación se contamina por C. difficile, la bacteria puede prosperar en el espacio vaciado de las otras. Normalmente, en este caso se vuelven a suministrar antibióticos que logran matar las bacterias, pero no sus esporas, que son ultrarresistentes. Esto genera una serie de recaídas de la enfermedad que pueden alargarse durante años. «Esta casuística se da muchos más en EEUU que en Europa, donde hay una cepa menos recurrente», observa Francisco Guarner, investigador del Hospital del Vall d'Hebron de Barcelona y coordinador de MetaHit, un proyecto que ha secuenciado el ADN de los microbios del intestino humano.
«Los trasplantes fecales tienen un efecto casi milagroso contra el C. difficile y eliminan la enfermedad», afirma Guarner. «Nuestro estudio demuestra que entre cuatro meses y un año después del trasplante, el microbioma trasplantado se ha integrado de forma estable en los pacientes, es decir, tienen el mismo tipo de bacterias de los donantes», afirma Wolfgang Florian Fricke, investigador de la Universidad del Maryland y coautor del estudio publicado en Plos One. El mecanismo, en cualquier caso, es aún muy oscuro. «No sabemos con exactitud qué familia de bacterias faltan en los enfermos y qué hay en las personas sanas», dice Fricke.
CONTRAPARTIDAS / De momento, hay escasas evidencias de posibles efectos colaterales negativos, afirma el científico. «Sin embargo, hay motivos para la cautela», puntualiza Guarner. El proyecto MetaHit ha hallado que el 26% de los genes de los microbios del intestino tienen una función aún desconocida. Además, entre el 1% y el 5% de ese ADN pertenece a virus. «Habría que suministrar las bacterias que sabemos con certitud que son buenas, no toda la porquería que hay al lado», dice Guarner, en referencia a todo este genoma del cual se desconoce la función. «Por ejemplo -añade-, es casi seguro que el cáncer de colon depende de las bacterias, pero no sabemos cuáles, así que no podemos prever qué efectos podría tener el trasplante al largo plazo». El problema es que realizar un trasplante de heces es mucho más sencillo que crear un fármaco que contenga una selección de bacterias de comprobadas utilidad y seguridad. Guarner también alerta de que no hay evidencias científicas sobre la eficacia de esta terapia en otras afecciones intestinales diferentes de C. difficile.
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