Tribuna

Una victoria de la sociedad civil

Una victoria de la sociedad civil_MEDIA_1

Una victoria de la sociedad civil_MEDIA_1

LLUÍS RECODER
'CONSELLER' DE TERRITORI I SOSTENIBILITAT

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Con las elecciones a la vuelta de la esquina, la designación del corredor del Mediterráneo como prioritario por parte de la Unión Europea corre el riesgo de convertirse en un elemento de confrontación y no un objetivo de país, como ha sido hasta ahora. Candidatos y miembros del Gobierno español han desembarcado en Catalunya con el objetivo de utilizar electoralmente la decisión que hoy debe tomar la Comisión Europea de declarar prioritario el corredor del Mediterráneo. El domingo pasado fueron el candidato Rubalcaba y la ministra Chacón. Y ayer fue el secretario de Estado de Transportes, Isaías Táboas, quien en estas mismas páginas intentó un ejercicio de desmemoria y ponerse una medalla al estilo Màgic Andreu.

Se equivocarán todos aquellos políticos que ahora se quieran poner la medalla y dar codazos para salir en la foto que previsiblemente abrirá mañana las portadas de los diarios. En el caso de que hoy se confirme la buena noticia, el corredor del Mediterráneo no ha sido la consecuencia de los movimientos de un partido político, una Administración, un ministro o un conseller, sino que ha sido fruto de un trabajo de larga duración en el que el principal protagonismo lo ha tenido la sociedad civil. Especialmente en Catalunya, las fuerzas que han liderado el debate y que han ejercido la presión necesaria sobre las instituciones políticas europeas, españolas y catalanas han sido las económicas y sociales, que comprendieron desde un primer momento que este era un proyecto de país. El éxito, pues, es suyo.

En un momento de incertidumbre económica como el actual, me parece poco adecuado querer sacar réditos electorales y partidistas de un proyecto tan potente como el del corredor del Mediterráneo, sobre todo si estas intenciones provienen de recién llegados a una reivindicación histórica catalana.

Este ha sido un proceso largo y conviene hacer memoria de cómo ha ido todo, porque no hace tantos meses en el Ministerio de Fomento más de uno confundía la reivindicación del corredor del Mediterráneo con la construcción de una línea de AVE entre Barcelona y Valencia. No era eso. Sino todo lo contrario.

Desde Catalunya, además, hemos tenido la sensación de que la apuesta por el corredor del Mediterráneo nunca ha sido contundente por parte del Estado. Es preciso recordar, por ejemplo, que, de los 51.300 millones del estudio que el Ministerio de Fomento presentó en Barcelona el mes de marzo, más de 30.000 millones iban destinados a conexiones del corredor con Madrid. O que la primera línea de mercancías que se planteó seriamente el Gobierno socialista durante su mandato fue la Valencia-Teruel-Zaragoza-Cantabria, una manera de buscar la conexión con Europa a través del arco atlántico dejando de lado Catalunya.

Que nadie se engañe, el reconocimiento europeo del corredor del Mediterráneo no tiene que ver con ningún acto heroico del Gobierno de España, sino con el convencimiento que tienen las autoridades europeas de que esta es la vía más rápida para unir los puertos del Mediterráneo con el corazón de Europa. Una infraestructura que debe vertebrar una macrorregión que las inversiones del Estado han tenido olvidada hubiera quien hubiera en la Moncloa. Una vía que siempre ha tenido una gran reticencia desde Madrid, que ha visto con recelo la voluntad de Catalu-

nya de ser el motor del desarrollo económico de los territorios del arco mediterráneo, tanto de los que forman parte del Estado como los de nuestros vecinos del norte.

Por su propio peso

El corredor del Mediterráneo se ha impuesto por su propio peso. Por el sentido común. Porque es una infraestructura que tendrá un retorno económico y social muy potente en forma de creación de riqueza y puestos de trabajo en los territorios que atraviesa. Y todo porque Europa quiere que sus fondos dejen de servir para financiar infraestructuras al servicio de un ideal político, el de la España centralista y radial, que casi nos lleva a la quiebra económica.

Europa, pues, nos ha avalado una infraestructura largamente reivindicada por nuestra sociedad. Hemos ganado una batalla muy importante. Pero no nos engañemos, la victoria no está asegurada. Hemos gastado sangre, sudor y lágrimas para llegar aquí, pero apenas estamos en el inicio del camino. Al igual que los Juegos Olímpicos no empezaron en julio de 1992, sino el 17 de octubre de hace 25 años cuando Juan Antonio Samaranch pronunció aquellas palabras de «à la ville de...».

Hoy la Comisión Europea aprueba una propuesta que, además del Mediterráneo, incluirá otras vías de acceso a la Península que también optarán a la financiación comunitaria. Es pues el momento de seguir remando todos en la misma dirección para que tan pronto como sea posible se puedan ir desarrollando todos los proyectos relacionados con el corredor.

En este sentido, desde el departamento de Territori i Sostenibi-

litat de la Generalitat ya llevamos meses trabajando en la elaboración del Mapa Català del Corredor del Mediterrani, un proyecto de definición de todas las infraestructuras que forman parte del eje y que pronto verá la luz. Estamos en el buen camino, estoy seguro de que hoy Europa avalará nuestro proyecto, tenemos unas alianzas sólidas con nuestros vecinos del sur y del norte, sabemos que el Estado ya no puede permitirse inversiones en lugares de dudosa rentabilidad socioeconómica y, sobre todo, tenemos la voluntad de liderar la construcción de una infraestructura que nos permitirá competir en condiciones de igualdad con las principales regiones económicas de Europa.