ADMINISTRACIÓN
Salou prohíbe la semidesnudez en la vía pública, pero evitará multar
Salou quiere poner orden y concierto en su imagen turística tras polémicas como la del Saloufest. Con este fin, el pleno del ayuntamiento aprobó ayer –sin votos en contra y con solo dos abstenciones– las ordenanzas de civismo y convivencia. Estas normas incluyen preceptos que ya se aplican, como la persecución del botellón, y otros nuevos como la prohibición de la semidesnudez en la calle, de la prostitución en la vía pública –con multas para quien la ofrece y para quien la requiere– y de la práctica del sexo al aire libre. Las sanciones llegan a los 300 euros, si bien el consistorio prevé no recurrir a ellas en el caso de la vestimenta.
Las ordenanzas «deben servir para corregir a una minoría y mejorar la calidad de vida de todos», confía el alcalde, el independiente Pere Granados. Como se ha repetido con la ola antiburka, los ayuntamientos no pueden fijar cómo ir vestido en la calle. Pese a ello, el texto prohíbe «permanecer en las vías públicas, edificios municipales, transportes públicos y/o playas sin observar unas condiciones mínimas de limpieza, higiene o vestimenta adecuada».
MUCHA PEDAGOGÍA / El concejal de Turismo, Alberto del Hierro, matiza: «Prohibiremos ir en bañador o sin camiseta en las dependencias municipales; en la calle, los policías lo pedirán y explicarán los motivos, habrá mucha pedagogía». Los objetivos están claros: «No buscamos ni perseguir ni reprimir ni recaudar, queremos una buena imagen y que se vista adecuadamente en cada sitio».
La ordenanza no afectará demasiado a las instalaciones municipales. El mercado luce carteles que prohíben entrar en bañador desde 1995. El conserje, Quim Cazorla, los hace cumplir a rajatabla. «Los extranjeros lo entienden enseguida, pero algunos españoles se enfadan y a veces he tenido que llamar a la policía local», explica. A las pocas mujeres que entran en bañador, en cambio, «se les llama la atención, pero van a su aire y no hacen caso». El dueño de una pollería tercia: «Antes me parecía mejor; ahora, con tan poca venta, que vengan como quieran».
RESPALDO COMERCIAL / Muchas tiendas de la calle de Barcelona no opinan lo mismo y lucen el cartel con los bañadores tachados. «A nadie le gusta ver carne sudada o grasienta de cremas, ni da buena imagen ni es higiénico», explica la dueña de un establecimiento de ropa. Tere Baltà, una clienta, le da la razón: «Ojalá lo vigilen en el bus, da asco sentarse».
El ayuntamiento no lo ha escrito, pero ha trazado una frontera entre dónde se tendrá que ir vestido y dónde será más laxo. De la vía del tren para abajo, habrá más permisividad por la cercanía de la playa.
Salvador Pellicé, concejal del grupo de no adscritos, argumenta su abstención: «Son normas muy razonables, pero ¿cómo las haremos cumplir? Si no hay rigor, gana la sensación de impunidad y eso frustra a los que lo hacen bien». El termómetro marca 28 grados a la sombra. Y a medida que avanza el sol, proliferan los hombres con el torso al aire.
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