CRÍTICA DE SERIE

'Fellow travelers': sexo gay, mccarthismo y fiebre disco

El guionista nominado al Oscar por 'Philadelphia' adapta un aplaudido libro de Thomas Mallon en esta crónica de un romance gay a través de décadas convulsas 

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Jonathan Bailey (Tim) y Matt Bomer (Hawk) en 'Fellow travelers'

Jonathan Bailey (Tim) y Matt Bomer (Hawk) en 'Fellow travelers' / Archivo

Juan Manuel Freire

Juan Manuel Freire

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'Fellow travelers'

Creador: Ron Nyswaner

Dirección: Daniel Minahan y Destiny Ekaragha

Reparto: Matt Bomer, Jonathan Bailey, Jelani Alladin, Linus Roache

País: Estados Unidos

Duración: 60 min. aprox. (8 episodios)

Año: 2023

Género: Drama

Estreno: 19 de noviembre de 2023 (SkyShowtime)

★★★

Al guionista Ron Nyswaner se le conoce, sobre todo, por su trabajo nominado al Oscar en 'Philadelphia', pero tiene en su haber otros títulos dignos de ser recordados, como 'La chica de Nueva York', aquella espontánea inmersión de Susan Seidelman en la era punk, o 'Mrs. Soffel, una historia real', en la que Gillian Armstrong recordaba el romance imposible entre la esposa del alcaide de una prisión (encarnada por Diane Keaton) y un condenado a muerte (Mel Gibson). 

Tras ejercer como productor y guionista en 'Ray Donovan' y 'Homeland', Nyswaner ha creado una serie en la que, de nuevo, se sumerge en las aguas del amor trágico: 'Fellow travelers' es la adaptación (además de extensión, en cuanto a margen temporal) de 'Los lavanda', aplaudida novela de Thomas Mallon de 2007 sobre dos hombres llamados a encontrarse y también condenados a separarse una y otra vez.

El primer flechazo entre Hawkins Fuller (Matt Bomer, antiguo prota de 'Ladrón de guante blanco') y Timothy Laughlin (Jonathan Bailey, el hijo mayor de 'Los Bridgerton') se produce en Washington en pleno macartismo, en época de terror rojo. El primero es un alto funcionario del gobierno sin compasión en las conquistas; el segundo, católico y más ingenuo, un devoto defensor de la causa anticomunista que, gracias a Hawk, acaba trabajando para McCarthy. En tiempos en que todo personaje de una minoría marginada ha de ser bonachón e inspirador, resulta refrescante encontrarse con un personaje gay como Hawk, siempre el dominante, adicto a sus impulsos, una especie de nuevo Don Draper, aunque en este caso héroe y no desertor de guerra. 

Su pasión se desarrolla, tristemente, en la sombra, e incluso evitan mirarse demasiado por los pasillos políticos. Porque tras el terror rojo, vino el lila: en abril de 1953, el presidente Eisenhower emitió la Orden Ejecutiva 10450, según la cual el gobierno federal se negaba a dar trabajo a homosexual alguno por cuestiones de seguridad nacional. En ese clima de intolerancia y castigo sobreviven también personajes como el reportero negro Marcus (Jelani Alladin), que supera sus propios prejuicios para iniciar una relación con la 'drag queen' Frankie (Noah J. Ricketts), o Mary (Erin Neufer), la asistente de Hawkins, cuya vida en común con su novia Caroline (Gabbi Kosmidis) sufre los embates de la historia. 

Pero incluso cuando las condiciones son más propicias, Hawk y Tim se las arreglan para no tener la relación completa y satisfactoria que se merecen. Su romance se desarrolla sobre un trasfondo en alternancia entre la luz y la sombra, los pequeños triunfos y los dramas a gran escala: Vietnam, la fiebre 'disco' o la crisis del sida de los ochenta; sabemos que esto acabará mal porque, al principio de la serie, Hawk descubre que Tim está muriendo de la enfermedad en San Francisco. La historia de amor es, a la vez, lección de historia 'queer', a veces de un aliento pedagógico quizá demasiado acusado

Otro problema de 'Fellow travelers' es su tratamiento de la emoción. En los primeros capítulos, el segundo en concreto, lo que vemos es casi un 'thriller' político, algo en lo que el director Daniel Minahan tiene experiencia por haber firmado capítulos de 'House of cards'. Pero más adelante se insiste, con menos suerte, en el apartado del melodrama. La fotografía está imbuida de un paradójico 'flou' nostálgico. Se busca la lágrima de las formas más trasnochadas, sobre todo con esa música original (de Paul Leonard-Morgan) tan poco original, todo cuerdas y pianos plañideros. A uno le da por pensar lo que podrían haber hecho con esta adaptación un Todd Haynes o un Gus Van Sant

Si la serie logra hacerse un hueco en la historia, será por una representación del sexo gay (o el sexo, a secas) poco común en televisión: fogosa, apasionada, franca. Es decir, no se le puede criticar lo que se criticó, con razón, de 'Philadelphia'. Son escenas que, además, hacen avanzar a la acción y que, por decisión de Nyswaner, nunca caen en la redundancia: imaginación al poder.

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