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Crítica final de 'Reyes de la noche': un duelo en el que nadie gana

Esta sátira oscura sobre la radio deportiva ha ganado interés en los tramos más melancólicos y menos dependientes del comentario cafre 

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Juan Manuel Freire

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Ya lo avisa un mensaje al principio de cada episodio: "Esta serie, aunque se inspira en algunos acontecimientos recientes de la historia de la radio en España, es una obra de ficción y, como tal, sus personajes y tramas no responden a la realidad", arranca la explicación. Tampoco el tono de comedia negra da lugar a demasiados equívocos: antes que una bioserie o un docudrama, 'Reyes de la noche' es una sátira cruenta inspirada, no basada, en los arquetipos representados por personajes conocidos que tampoco resultan tan claramente reconocibles en la ficción.  

Si 'Reyes de la noche' ha tenido algún problema, no ha sido su falta de fidelidad a unos hechos y personajes reales. Se pueden poner otros peros a este relato de la rivalidad entre los periodistas deportivos radiofónicos Paco Maldonado 'el Cóndor' (el siempre apoteósico Javier Gutiérrez) y 'Jota' Montes (no menos fiable Miki Esparbé), su protegido convertido en competidor. A riesgo de sonar pusilánime, este cronista confiesa que ha tenido problemas con el uso de lo malsonante como herramienta para intensificar los diálogos. Si hay que hablar mal, al menos que se hable mal de forma creativa, como en las series de Armando Iannucci. Y al principio de la serie, a veces podía ser difícil saber dónde acababa la sátira y dónde empezaba la nostalgia por unos días en que se podía ser más irrespetuoso con los demás (sobre todo mujeres y grupos vulnerabilizados) sin tantos problemas como ahora.

Por otro lado, sin llegar del todo a ser nuestra 'Sports night' (aunque el personaje de Montes también luche por mejorar en audiencia sin perder su integridad periodística), la creación de Valor y Garrido creció en eficacia y resonancia conforme llegaba a su ecuador, cuando empezó a recordarnos que las acciones tienen consecuencias. 'Reyes de la noche' siempre tuvo su punto ominoso: esa música de Antonio Escobar como inspirada por Reznor & Ross, o esa fotografía en tonos ocres que parece deletrear el concepto decadencia. Pero es a partir de la mitad cuando el resultado de cruzar ciertos límites empieza a hacer mella realmente en los personajes y su integridad vital. Lo que era una (pelín irregular) comedia con toques de drama se hace (buen) drama con toques de comedia.

En los dos últimos episodios de la temporada, estrenados este viernes, asistimos a un doble clímax: una tensa retransmisión de la final de la Copa del Rey, en la que El Cóndor y Jota intercambian vejaciones orales mientras los jugadores se pasan el balón, y la llegada de los resultados del EGM, victoriosos para unos, pobres y reveladores para otros. Llegan momentos de cara a cara (difícilmente) final, uno de ellos filmado como duelo de wéstern por Carlos Therón, raro caso de director actual que se preocupa por hacer sus comedias visualmente interesantes y dinámicas. Podríamos hablar de un vencedor, pero en la guerra nadie gana.