CRÍTICA DE SERIES
'Queridos blancos': las paradojas de la educación
Quim Casas
Periodista y crítico de cine
Profesor de Comunicación Audiovisual en Universidad Pompeu Fabra y docente en ESCAC, FX, Cátedra de Cine de Valladolid y Museu del Cinema de Girona. Autor de diversos libros sobre David Lynch, David Cronenberg, Jim Jarmusch, Fritz Lang, John Ford y Clint Eastwood. Miembro del Comité de Selección del Festival de Cine de San Sebastián.
Quim Casas
A diferencia de otro director afroamericano, Spike Lee, que en 2017 creó una teleserie basada en su película 'Nola Darling' (1986) y dirigió los 19 episodios, Justin Simien solo ha realizado de momento ocho de los 30 de que consta 'Queridos blancos', serie basada en su película de 2014 'Querida gente blanca'. Es una forma de tomar cierta distancia y marcar diferencias estilísticas con el original cinematográfico. Gente del calibre de Barry Jenkins ('Moonlight', 'El blues de Beale Street') ha firmado alguno de los episodios.
'Queridos blancos' inicia ahora su tercera temporada, otros 10 capítulos de media hora de duración en los que se pulsan las reacciones y vivencias de un grupo de estudiantes negros matriculados en una universidad privada mayoritariamente blanca. La universidad de Winchester fue presentada como futuro hervidero de atletas y presidentes… blancos. El episodio inaugural se abría con una sentencia del escritor y activista negro James Baldwin (precisamente el autor de la novela en la que se basa 'El blues de Beale Street') que sigue marcada al fuego en esta nueva temporada: “La paradoja de la educación es que al empezar a tener conciencia, uno empieza a analizar la sociedad en la que lo están educando”.
Los principales personajes de la serie se han vuelto, en general, más sofisticados. Samantha White, mestiza y activista de ojos azulados involucrada sentimentalmente con un blanco, tiene de momento un cometido más secundario. Su programa radiofónico, que da título a la serie, lo conduce ahora su mejor amiga, Joelle, quien mantiene una relación con Reggie pero no quiere hacerla pública. Rashid sigue enamorado de ella, lo que da pie a uno de los momentos más tristes y bellos en el segundo episodio, mientras que Al continúa radicalizándose y pidiendo firmas para todo tipo de peticiones. Hay también momentos de autoconciencia irónica. Frente a la extraña trama de una secta secreta negra en Winchester, Samantha explota: “Es como la tercera temporada de una serie de Netflix”. En eso estamos.
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