Psicología
El perfeccionismo no funciona: esta es la mejor alternativa
La autoexigencia genera ansiedad y bloqueo emocional
Ángel Rull
Licenciado en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid, con más de 10 años de experiencia en el ámbito de la Psicología Sanitaria, tanto en clínica con población general, como en hospitales, con patologías más severas. Desde 2017, trabajo diariamente con personas de diferentes edades y con una amplio abanico de problemas de manera online, rompiendo las barreras físicas de la terapia convencional.
El perfeccionismo es una disposición psicológica que lleva a las personas a establecer estándares irrealmente altos para sí mismas y para los demás. Los perfeccionistas no solo buscan la excelencia, sino que sienten una necesidad compulsiva de alcanzar la perfección en todo lo que hacen, lo cual, a menudo, se traduce en una constante insatisfacción con sus propios logros y los de los demás.
Esta característica se manifiesta en diversas áreas de la vida, como el trabajo, el ámbito académico o las relaciones personales, y puede llevar a las personas a evitar riesgos por miedo al error o al fracaso, dos realidades humanas inevitables. En el ámbito laboral, por ejemplo, puede provocar que una persona retrase indefinidamente la entrega de un proyecto, buscando una perfección que nunca llega.
Además, el perfeccionismo frecuentemente va acompañado de un diálogo interno muy crítico y autodestructivo, donde los logros propios son minimizados y los errores, por mínimos que sean, se magnifican. Esto puede llevar a un deterioro de la autoestima y a una parálisis por análisis, donde el miedo a fallar impide cualquier acción significativa.
¿Qué origen tiene?
El perfeccionismo puede tener múltiples orígenes, que incluyen factores biológicos, psicológicos y sociales. Desde una perspectiva psicológica, suele estar influenciado por la educación recibida en la infancia, donde las expectativas altas de los padres o tutores pueden inculcar la idea de que el valor personal está directamente vinculado al rendimiento y la aprobación externa.
Socialmente, vivimos en culturas que frecuentemente premian destacar y tener competencia, lo que puede fomentar y reforzar las tendencias perfeccionistas. Asimismo, algunos estudios sugieren que podría haber una predisposición genética que haga que ciertas personas sean más propensas a desarrollar rasgos perfeccionistas. Estas influencias, combinadas, crean un terreno fértil para que el perfeccionismo florezca.
Además, la exposición a medios de comunicación y redes sociales que idealizan la vida perfecta y sin errores puede incrementar la presión por aparentar una imagen impecable. Esto es especialmente cierto en los jóvenes, que son particularmente vulnerables a compararse con los estándares a menudo irreales que ven en línea.
¿Qué consecuencias tiene el perfeccionismo?
Lejos de ser una simple búsqueda de la excelencia, el perfeccionismo puede acarrear serias consecuencias para la salud mental y física. Psicológicamente, puede provocar estrés crónico, ansiedad y depresión, ya que el perfeccionista rara vez está satisfecho con sus resultados. Este constante descontento puede llevar a un ciclo de auto-presión y autocrítica destructiva.
En el plano físico, el estrés crónico asociado con el perfeccionismo puede desencadenar o agravar problemas de salud como dolores de cabeza, insomnio y enfermedades cardiovasculares. El cuerpo, sometido a una presión constante para rendir al máximo, puede acabar manifestando síntomas físicos que reflejan el desgaste interior.
En las relaciones personales, puede causar fricciones y distanciamiento, ya que las expectativas irrealistas pueden ser difíciles de cumplir tanto para el perfeccionista como para sus seres queridos. Este aspecto del perfeccionismo puede llevar a conflictos y resentimientos, ya que no sólo se exige demasiado a uno mismo, sino también a los demás.
La mejor alternativa al perfeccionismo
Frente a los retos que presenta el perfeccionismo, la mejor alternativa es adoptar una actitud basada en la excelencia realista, también conocida como "optimalismo". A diferencia del perfeccionismo, el optimalismo se trata de esforzarse por hacer lo mejor posible dentro de las circunstancias dadas, aceptando tanto las limitaciones personales como las inevitables imperfecciones de la vida.
El cambio hacia el optimalismo implica desarrollar la capacidad de ser flexible y adaptable, aprendiendo a valorar el proceso más que el resultado final. Esta perspectiva permite celebrar los logros sin castigarse por los errores o fracasos, entendiendo que estos son parte esencial del aprendizaje y el crecimiento personal. Al adoptar esta mentalidad, se fomenta un equilibrio saludable entre el esfuerzo personal y la aceptación de que no todo en la vida puede ser controlado o perfecto.
Además, fomentar el optimalismo implica cultivar la compasión hacia uno mismo y hacia los demás, reconociendo que todos estamos haciendo lo mejor que podemos con los recursos que tenemos en el momento. Esto no solo mejora el bienestar individual, sino que también enriquece las relaciones con los demás, al promover la empatía y la comprensión hacia las luchas y limitaciones propias y ajenas. Este enfoque puede ayudar a reducir el estrés y aumentar la satisfacción general con la vida.
El perfeccionismo, a pesar de ser frecuentemente valorado en nuestra sociedad, no es el camino hacia una vida plena y productiva. Al contrario, puede ser una fuente considerable de estrés y descontento. La alternativa, el optimalismo, ofrece un enfoque más saludable y equilibrado que fomenta la excelencia sin sacrificar el bienestar personal y social.
Es fundamental reconocer nuestras limitaciones y aprender a vivir con ellas, en lugar de luchar constantemente contra ellas. Adoptar una actitud de optimalismo no solo ayuda a mejorar la calidad de vida, sino que también puede llevar a resultados más sostenibles y satisfactorios en todos los ámbitos de la vida. Invitamos a los lectores a reflexionar sobre cómo pueden incorporar esta alternativa en sus propias vidas, para fomentar un entorno más saludable y menos presionado por la necesidad de perfección.
Como vemos, mientras el perfeccionismo nos encierra en un ciclo de nunca estar satisfechos, el optimalismo nos libera para disfrutar realmente de nuestros esfuerzos y de nuestros logros, aceptando la belleza imperfecta de la vida humana.
* Ángel Rull, psicólogo.
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