Psicología

Chemsex: ¿qué hay detrás de esta problemática y qué peligros tiene a nivel psicológico?

La soledad y la necesidad de pertenecer a un grupo pueden desregularnos

Un hombre preocupado

Un hombre preocupado / 123RF

Ángel Rull

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El fenómeno del chemsex, una práctica que combina el uso de sustancias químicas con encuentros sexuales, ha ganado atención en los últimos años debido a sus implicaciones sociales y de salud. Como este fenómeno sigue creciendo, es fundamental comprender no solo qué es el chemsex, sino también explorar sus raíces psicológicas y los peligros que representa.

¿Qué es el chemsex?

El chemsex, término derivado de las palabras inglesas "chemical" y "sex", se refiere al uso de drogas para facilitar o intensificar la experiencia sexual. Esta práctica suele implicar el consumo de sustancias como metanfetamina, GHB y mefedrona, entre otras, en contextos sexuales. El chemsex es más común en fiestas privadas o encuentros íntimos, buscando prolongar la duración del acto sexual y aumentar la sensación de desinhibición y placer.

A menudo, quienes participan en el chemsex buscan intensificar sus experiencias sensoriales y emocionales durante el sexo. Esta búsqueda de intensidad puede estar relacionada con el deseo de escapar de la rutina diaria, superar inhibiciones o explorar nuevas dimensiones de su sexualidad. Sin embargo, la interacción entre las drogas y la actividad sexual puede llevar a una percepción distorsionada del riesgo, aumentando la vulnerabilidad a prácticas sexuales no seguras.

La accesibilidad a estas sustancias a través de redes sociales y aplicaciones de encuentros ha facilitado la expansión del chemsex, borrando las barreras geográficas y sociales que anteriormente limitaban su práctica. Esta tendencia subraya la importancia de abordar el chemsex no solo como un fenómeno aislado, sino como parte de un contexto social y tecnológico más amplio que influye en las conductas sexuales contemporáneas.

El chemsex y el colectivo LGTBIQ+

Si bien el chemsex puede darse en diversos contextos, es importante reconocer su prevalencia dentro de algunas comunidades del colectivo LGTBIQ+. Esto no significa que sea una práctica exclusiva de estas comunidades, pero sí que hay factores específicos, como la búsqueda de aceptación, la experimentación sexual y, en algunos casos, el manejo del estigma social, que pueden influir en su práctica. Es crucial abordar este tema sin caer en estigmatizaciones adicionales, comprendiendo las dinámicas sociales y emocionales que pueden llevar a algunas personas a participar en el chemsex.

La comunidad LGTBIQ+ enfrenta problemas únicos relacionados con la discriminación y el estigma, lo que puede contribuir a la vulnerabilidad frente al chemsex. Para algunas personas, estas prácticas ofrecen un espacio de liberación y aceptación, donde pueden expresar su sexualidad libremente. Sin embargo, esta libertad viene acompañada de riesgos significativos, tanto para la salud física como mental. El apoyo comunitario y la educación sobre prácticas sexuales seguras son esenciales para mitigar estos riesgos.

Además, el chemsex en el colectivo LGTBIQ+ puede ser un reflejo de necesidades emocionales más profundas, como el deseo de conexión y pertenencia. La soledad y el aislamiento, exacerbados por el rechazo social o familiar, pueden hacer que las personas busquen en el chemsex una forma de alivio temporal. Comprender estas dinámicas subyacentes es clave para abordar el chemsex de manera compasiva y efectiva.

¿Cuál es el origen psicológico de esta práctica?

El origen psicológico del chemsex es multifacético, involucrando factores individuales, sociales y culturales. En algunos casos, el uso de sustancias en contextos sexuales puede estar motivado por el deseo de escapar de realidades dolorosas, como la discriminación, el rechazo o la baja autoestima. La búsqueda de conexiones emocionales profundas, la necesidad de aceptación y el manejo de la ansiedad o la depresión también pueden jugar un papel importante.

Este comportamiento puede entenderse como un intento de mitigar el dolor psicológico a través del placer inmediato, aunque sea de manera temporal y potencialmente dañina. La combinación de sexo y drogas actúa como un mecanismo de escape que ofrece un alivio momentáneo de las preocupaciones diarias, pero sin abordar las causas subyacentes de la angustia. Esta dinámica puede crear un ciclo difícil de romper, donde el chemsex se convierte en una estrategia de afrontamiento disfuncional y adictiva.

Por otro lado, la presión social y la influencia de ciertos entornos pueden fomentar la normalización del chemsex como método para alcanzar una libertad sexual plena o para integrarse en determinadas comunidades. La influencia de la cultura popular, los medios de comunicación y las redes sociales puede glorificar o minimizar los riesgos asociados al chemsex, complicando la percepción pública de esta práctica. Es esencial entender que detrás de la práctica del chemsex hay una complejidad psicológica que requiere una mirada empática y no juzgadora.

Peligros del chemsex a nivel psicológico

La práctica del chemsex, al combinar el uso de drogas con encuentros sexuales, plantea riesgos significativos a nivel psicológico. Estos peligros van más allá de las consecuencias físicas inmediatas, incidiendo profundamente en la salud mental, las relaciones interpersonales y la percepción de uno mismo. El camino hacia la dependencia, la exacerbación de trastornos de salud mental preexistentes, el aislamiento social y los impactos negativos en la autoestima son algunos de los efectos adversos que pueden surgir. Reconocer y comprender estos riesgos es crucial para abordar el fenómeno del chemsex con la seriedad y atención que requiere.

¿Cuáles son sus peligros?

1. Dependencia y adicción

El uso recurrente de drogas puede llevar al desarrollo de dependencia y adicción, complicando la capacidad del individuo para disfrutar de relaciones sexuales sin el auxilio de sustancias. La dependencia química puede agravar problemas de salud mental existentes y generar nuevos problemas, como la disminución de la capacidad para gestionar el estrés y las emociones de manera saludable.

2. Problemas de salud mental

La práctica del chemsex puede exacerbar o desencadenar trastornos de salud mental, como la depresión, la ansiedad y el trastorno por estrés postraumático (TEPT). La combinación de drogas y sexo en un contexto de vulnerabilidad emocional puede tener efectos devastadores a largo plazo. Además, el estigma asociado tanto al uso de drogas como a la práctica del chemsex puede impedir que las personas busquen ayuda, aumentando el riesgo de aislamiento y deterioro emocional.

3. Aislamiento social

Aunque inicialmente el chemsex puede percibirse como una forma de conexión con otros, a largo plazo puede conducir al aislamiento social, especialmente si la práctica interfiere con las relaciones personales y la vida cotidiana. El tiempo y los recursos invertidos en el chemsex pueden desplazar otras actividades y relaciones, erosionando el tejido social del individuo y limitando su capacidad para recibir apoyo.

4. Autoestima y percepción del yo

La dependencia del chemsex para las relaciones sexuales puede afectar negativamente la autoestima y la percepción del propio valor, llevando a ciclos de baja autoestima y búsqueda de validación a través de encuentros sexuales impulsados por drogas. Esta dinámica puede dificultar el desarrollo de relaciones íntimas y satisfactorias basadas en la confianza y el respeto mutuo.

Como vemos, el chemsex es un fenómeno complejo que requiere de una comprensión profunda de sus orígenes psicológicos y de los peligros asociados. Por eso, es fundamental reconocer la importancia de la educación, el apoyo comunitario y el diálogo abierto para abordar esta problemática. La sensibilización y el conocimiento son herramientas clave para prevenir los riesgos del chemsex y promover un enfoque de salud integral que considere todos los aspectos de la persona, incluidas sus experiencias sexuales y emocionales.

* Ángel Rull, psicólogo.