Psicología
Los roles sociales: ¿por qué somos diferentes dependiendo de con quién estemos?
Los vínculos generan un juego donde usamos máscaras
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Personas riendo en público / 123RF
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Ángel Rull
Licenciado en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid, con más de 10 años de experiencia en el ámbito de la Psicología Sanitaria, tanto en clínica con población general, como en hospitales, con patologías más severas. Desde 2017, trabajo diariamente con personas de diferentes edades y con una amplio abanico de problemas de manera online, rompiendo las barreras físicas de la terapia convencional.
La sociedad es un complejo entramado de interacciones, y dentro de este tejido, desempeñamos diferentes roles sociales según el contexto. ¿Por qué somos distintos dependiendo de con quién estemos? Estos roles tienen su origen y debemos saber cómo influyen las emociones en este proceso. Desde la familia hasta el trabajo, cada contexto demanda un conjunto específico de comportamientos y actitudes.
¿Qué es un rol social?
Estos son conjuntos de expectativas, normas y comportamientos asociados a una posición o función dentro de un grupo o sociedad. Desde el momento en que nacemos, empezamos a internalizar y adoptar estos roles, que van moldeando nuestra identidad social.
Nuestra primera experiencia con roles sociales comienza en el núcleo familiar. Aquí, aprendemos a ser hijos, hermanos o primos, desempeñando roles específicos que nos enseñan sobre el amor, la responsabilidad y la interdependencia. Este aprendizaje sienta las bases para nuestra comprensión de roles más complejos a medida que avanzamos en la vida.
¿Por qué asumimos diferentes roles sociales?
Nuestra capacidad para asumir múltiples roles sociales se origina en la adaptabilidad psicológica que desarrollamos para funcionar eficientemente en diversos entornos sociales. A lo largo de nuestras vidas, enfrentamos una multiplicidad de situaciones sociales, desde el colegio hasta el trabajo, pasando por las amistades y las relaciones afectivas. Cada uno de estos entornos requiere habilidades y comportamientos distintos.
En la adolescencia, por ejemplo, la presión del grupo de pares puede llevar a la adopción de roles específicos para encajar y ser aceptado. En el ámbito laboral, nos convertimos en líderes, seguidores, colaboradores o expertos según las demandas de nuestra profesión. La adaptabilidad en la asunción de estos roles es una habilidad social clave que desarrollamos para navegar con éxito en la complejidad de la sociedad.
¿Hay emociones negativas que influyan en los roles sociales?
Las emociones desempeñan un papel crucial en la formación y ejecución de nuestros roles sociales. Sentimientos como el miedo, la ansiedad o la inseguridad pueden condicionar nuestra manera de comportarnos en ciertos contextos. La necesidad de ser aceptados o el temor al rechazo pueden llevarnos a adoptar roles que no reflejan completamente nuestra verdadera identidad.
La influencia de las emociones en los roles sociales se observa claramente en situaciones de conflicto. El miedo al conflicto puede llevar a la adopción de roles complacientes para evitar confrontaciones, mientras que la rabia puede impulsar la asunción de roles más confrontativos. Reconocer y comprender estas influencias emocionales es esencial para fomentar relaciones auténticas y saludables.
¿Cómo se manifiestan y cómo funcionan nuestros roles sociales?
Nuestros roles sociales se manifiestan en diversos aspectos de nuestra vida cotidiana. Desde la forma en que nos comunicamos hasta cómo nos vestimos, estos roles influyen en nuestra conducta de maneras sutiles pero significativas. Funcionan como guías que moldean nuestras interacciones y relaciones, proporcionando un sentido de orden y cohesión social.
En la familia, por ejemplo, podemos adoptar el rol de cuidador o el de apoyo emocional. En el trabajo, nos transformamos en líderes, colaboradores o expertos en una materia específica. Estos roles no son estáticos; cambian según las circunstancias y las personas involucradas.
Es crucial destacar que la asunción de roles sociales no implica una falta de autenticidad. Más bien, es una adaptación natural a las complejidades de la sociedad. Reconocer la naturaleza dinámica de estos roles nos permite ser más conscientes de nuestra propia versatilidad y comprender mejor la diversidad de roles que asumen los demás.
La construcción de identidad a través de roles sociales
Nuestra identidad no es estática, sino que se construye a lo largo del tiempo a través de la interacción continua con roles sociales diversos. Estos roles actúan como espejos que reflejan diferentes aspectos de nuestra personalidad. En la adolescencia, al explorar roles más independientes, forjamos nuestra identidad individual, separándonos progresivamente de los roles familiares. En la adultez, los roles laborales y sociales adicionales contribuyen a esta complejidad identitaria.
La construcción de nuestra identidad no es un proceso lineal, sino un viaje en constante evolución. Los momentos de crisis o transición a menudo llevan a la reevaluación y ajuste de los roles asumidos. La flexibilidad para adaptarnos a nuevas identidades sociales es crucial para el crecimiento personal y la adaptación a los cambios en la sociedad.
La influencia de la cultura en los roles sociales
La diversidad cultural agrega una capa adicional a la complejidad de los roles sociales. En diferentes culturas, los roles pueden tener significados y expectativas únicas. La influencia cultural moldea la percepción de qué roles son socialmente aceptables o deseables. La adaptación a roles culturales puede generar tensiones internas cuando chocan con roles aprendidos en otros contextos.
Es fundamental reconocer y respetar las diferencias culturales para una convivencia armoniosa. La apertura a comprender y aceptar la variedad de roles sociales en diferentes culturas enriquece nuestra perspectiva y promueve la empatía intercultural.
Como vemos, nuestra capacidad para asumir diferentes roles sociales es una manifestación de nuestra versatilidad psicológica. La comprensión de estos roles no solo nos ayuda a entender mejor a los demás, sino que también nos permite explorar y aceptar las múltiples facetas de nuestra propia identidad social. En un mundo cada vez más diverso, abrazar esta complejidad es fundamental para construir relaciones auténticas y enriquecedoras.
* Ángel Rull, psicólogo.
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