PSICOLOGÍA

Conducta alimentaria tóxica: cómo identificar los síntomas

Una mala relación con la comida conlleva riesgos en la salud física y emocional

Una comida saludable, junto a una cinta métrica

Una comida saludable, junto a una cinta métrica / periodico

Ángel Rull

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La alimentación es un componente indispensable de cualquier persona. Mientras en otros seres vivos se relaciona únicamente con la supervivencia, en nuestro caso va mucho más allá. Los ritos que marcan hitos en nuestro ciclo vital giran en torno a la comida. Cualquier celebración incluye reunirse con personas cercanas y queridas para comer. Pero también está asociado a la vida social, aunque no haya nada que celebrar, o a reuniones de trabajo.

Es supervivencia y relaciones, pero también se une al físico y a la imagen que proyectamos en los demás. La comida que ingerimos es la que acaba moldeando nuestra figura, aunque haya más factores interviniendo, y, por tanto, puede hacer que lleguemos a obsesionarnos con ella, realizando conductas disfuncionales que podrían herirnos. Es lo que ocurre cuando tenemos una conducta tóxica con la alimentación, donde hay un círculo vicioso que incluye restricciones, ingesta excesiva o intentos de compensación.

Los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) son alteraciones en múltiples áreas de la vida de quien lo sufre, con una percepción del propio cuerpo irreal, una autoestima dañada, episodios depresivos y ansiosos y una mala relación con la comida. Este último factor puede aparecer en personas que no lleguen a tener el trastorno en sí, pero sí que ven que su vida se encuentra alterada y hay un foco excesivo en la alimentación. Identificar los síntomas nos puede hacer buscar ayuda, estar mejor y evitar futuras enfermedades.

Comida como obsesión

Para que aparezca una enfermedad mental, tienen que juntarse diversos factores que acaben generándola. Malas relaciones sociales, predisposición genética o cerebral, un entorno familiar disfuncional, baja autoestima o falta de límites son algunos de los pilares que aparecen en diversas enfermedades. Cuando se habla de un trastorno de la alimentación, como podría ser la anorexia, la bulimia o, en algunos casos, la obesidad, una de las bases es la alteración que la persona tiene respecto a cómo se relaciona con la comida. Esto conlleva una conducta tóxica, de la que la persona no sabe cómo salir y que acaba creciendo con el paso del tiempo.

Para que nuestra alimentación sea obsesiva no es necesario padecer una enfermedad relacionada con la comida, pero sí vemos como nuestra vida o nuestras rutinas diarias se encuentran dañadas. Esto hace que nuestra autovaloración empeore, nos sintamos peor con nuestro cuerpo y con nuestra gestión emocional y vayamos a intentar controlarlo creando una relación con la comida aún más anormal. Es en este punto donde ya aparecen síntomas que se pueden identificar y ayudarnos a revertir lo que estamos sintiendo. Dentro de lo que podríamos encontrarnos aparece la siguiente lista de síntomas:

  • Fijación por el peso y foco en todo lo relacionado con la báscula.
  • Realizar pocas comidas a lo largo del día o comer poco de lo que hay en el plato.
  • Restringir la alimentación durante todo el día y sobrealimentarse por la tarde y por la noche, como un impulso que no se puede frenar.
  • Comer a escondidas, especialmente aquellos alimentos con menos valor nutricional.
  • Realizar constantemente comida para los demás, organizar reuniones sociales y apenas comer de lo preparado.
  • Rituales en torno a la comida, como cortar los alimentos en trozos muy pequeños, masticar mucho o beber mucho líquido antes de sentarse en la mesa.
  • Realización de ejercicio de forma compulsiva, normalmente en solitario.
  • Baja tolerancia a la frustración, especialmente en la alteración de aquellas rutinas que se han establecido en torno a la alimentación.

Los problemas con la comida aparecen en un número mayor de personas de lo que las estadísticas pueden hablar. Esto se debe a que, para que se cree una alerta, la persona tienen que llegar a sufrir un trastorno como tal. Sin embargo, esto no es necesario para que ya haya signos de alarma, la alimentación conlleve una conducta tóxica y se llegue a necesitar ayuda.

Ángel Rull, psicólogo.