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La casa de los huskys: así es la ‘dog house’ viral de Barcelona

Tras la fiebre de los ‘cat cafés’, se expande por el mundo su versión perruna: locales con perros anfitriones con los que jugar y posturear. En Barcelona también hay un ‘dog café’ con corgis  

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Natalia Suslova y Valentina Okhotnikova, en la Husky House, con los 4 anfitriones perrunos en formación selfie: de izquierda a derecha, Sherman , Shen, Shining y, detrás, Sherly.

Natalia Suslova y Valentina Okhotnikova, en la Husky House, con los 4 anfitriones perrunos en formación selfie: de izquierda a derecha, Sherman , Shen, Shining y, detrás, Sherly. / FERRAN NADEU

Ana Sánchez

Ana Sánchez

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Imposible no pararse en seco delante del escaparate. La misma cara de incredulidad que cada vez que escuchas hablar a Rubiales. Ni que te hubieras teletransportado de golpe a Siberia: tras el cristal se intuye una casita de madera, tele con trineos de fondo y 4 huskys más campantes que Pancho, el perro de la lotería. Se dejan acariciar con altivez de diva y posan para las fotos con más soltura que Elsa Pataki. Hace tiempo que estos perros se ganan las chuches con el sudor de sus selfies. Se han convertido en el último imán de los tiktokeros

Sherly posa ante la cámara.

Sherly posa ante la cámara. / FERRAN NADEU

Tras la fiebre de los ‘cat cafés’ (en Gràcia hay dos), ahora se expande por el mundo su versión perruna: locales con perros anfitriones con los que jugar y posturear. En Bangkok hay un Neverland con una veintena de huskys y un Big Dog Café con perros XXL. En Edimburgo está el Chihuahua Café y sus 7 miniperros residentes. Hace apenas 8 meses abrió en Barcelona un Corgi Café y ya están buscando local para el segundo.  

Juice, Matcha y Dior, los perros residentes del Corgi Café de Barcelona.

Juice, Matcha y Dior, los perros residentes del Corgi Café de Barcelona. / FERRAN NADEU

Husky House, han bautizado a esta miniestepa siberiana de Barcelona (Colomines 6). La casa de los huskys. Es un pozo sin fondo de vídeos virales. La suelen etiquetar como #dogcafe. “Pero no es una cafetería –insiste Natalia a diario-. Es una pequeña academia”, puntualiza ella. “Aprende de los huskys siberianos de la gente de Siberia”, resume en Instagram. “Mi objetivo –apunta- es enseñar a la gente cómo son estos perros. Para que puedan decidir si realmente pueden cuidarlos o no”.  

Posado junto al escaparate.

Posado junto al escaparate. / FERRAN NADEU

Natalia Suslova, 35 años. Hace 5 que se siente como Shakira, se ríe. Todo el mundo desenfunda el móvil sin disimulo cuando saca a pasear a sus 4 huskys (3 horas al día). Ella ni se inmuta. Se crio en una granja de Siberia. Su familia tiene allí 18 malamutes de Alaska y 2 huskys. Ha llegado a salir a la calle a 46 grados bajo cero, recuerda sin aspavientos. “Se pinta como que es el lugar más frío del mundo –detalla-, y lo es”. Pero también tiene veranos de 40 grados, jura. Apenas dos semanas al año de calor, humedad de pantano y mucho mosquito “que te quiere matar”, resume su infancia de extremos. “¿Es una broma? –pensó cuando la llevaron de vacaciones a la costa entre palmeras por primera vez-. ¿Esto existe y vivimos allí?”. Hace 15 años que se vino a estudiar diseño gráfico a Barcelona y ya no volvió a pasar frío. 

El escaparate siempre lleno de curiosos de la Husky House.

El escaparate siempre lleno de curiosos de la Husky House. / FERRAN NADEU

“Yo sé que aquí es una raza popular –cuenta Natalia-, pero en Rusia o Estados Unidos es un gran problema, sobre todo después de ‘Juego de tronos’ (y los lobos de los Stark). Son perros bonitos, pero con mucho trabajo detrás”. Hay que pasearlos al menos dos horas al día. “Las protectoras están llenísimas de huskys, sobre todo en EEUU. Y mucha gente que viene aquí es de EEUU”. Justo acaba de entrar una familia de Los Ángeles. “Echamos de menos a nuestro perro”, justifican su mono perruno. Y los niños se lanzan a acariciar a los huskys con ansias de yonqui.  "Me encanta", dice al lado Estel aún asimilándolo. Hoy es su cumpleaños. "Ha sido una sorpresa".

Uno de los huskys, en postura spa se deja acariciar por uno de los invitados americanos.

Uno de los huskys, en postura spa, se deja acariciar por uno de los invitados americanos. / FERRAN NADEU

“Son siberianos auténticos, tienen 5 años y son todos hermanos”. Valentina Okhotnikova, la otra coanfitriona, va presentando las estrellas perrunas a los recién llegados. “Tenemos una chica y tres chicos”. Ella es Sherly, la más chiquitita, pero la de más carácter. “La reina de la casa”. Shen es el más perezoso: o come o duerme. El marroncito es Shining, “el más dulce”. Y Sherman es el líder del grupo. Si te pone la pata encima y te empuja con todas sus fuerzas, eso significa que les estás acariciando bien.  En cuestión de segundos, los cuatro se pondrán en formación de selfie. “Hacer fotos es su ejercicio favorito –dice Natalia-, porque solo tienen que sentarse y reciben premio”. 

Una familia de Los Ángeles posa con los huskys en formación selfie.

Una familia de Los Ángeles posa con los huskys en formación selfie. / FERRAN NADEU

En esta Husky House se ofrecen “experiencias” de 1 hora a través de Airbnb (por 20 € incluyen chuches para los perros y bebidas para los humanos). También se puede entrar sin reserva (si no está lleno): 9,99 € (entrada básica) y 11,99 € (con bebida) por media hora. Hasta venden llaveros hechos con pelo de los huskys residentes. Natalia señala las alfombras peludas. "Lo colectamos, lo lavamos y hacemos cosas”. Es muy común en Siberia, dice. “Generaciones de mi familia han crecido llevando calcetines hechos del pelo de nuestros perros”.   

En la casa de los huskys también venden suvenires hechos con pelo de los perrros residentes.

En la casa de los huskys también venden suvenires hechos con pelo de los perrros residentes. / FERRAN NADEU

¿Que por qué paga la gente por estar con huskys ajenos? Porque quieren tener un perro, pero no pueden–responde Natalia-. O están aquí de vacaciones y echan de menos a sus mascotas. Hay quien viene a prepararse para tener un husky. Y quien les dice que solo quieren acariciarlos, que les da igual la información. “El precio es el mismo –les responde Natalia-, pero yo voy a seguir hablando porque es importante”.

Natalia y Valentina enseñan a los visitantes curiosidades de los huskys.

Natalia y Valentina enseñan a los visitantes curiosidades de los huskys. / FERRAN NADEU

Entre fotos y arrumacos peludos, te van impartiendo una masterclass exprés. Hay mucho bulo, dice Natalia. ¿Por ejemplo? “Que tengan calor en verano”, menea la cabeza. Si les afeitas al cero, dice, lo que vas a conseguir es que se quemen. ¿Curiosidades? Si viene de visita algún niño y empieza a llorar, Shining y Sherman se echarán a aullar. Empezaron a hacerlo con 2 años y medio, cuenta Natalia. “Es un instinto, no se puede enseñar”. Antiguamente –les justifica- los huskys ejercían de niñeros para los bebés siberianos: cuando el niño empezaba a llorar, ellos aullaban para avisar a los adultos. 

Estel acaricia a la reina de la casa: Sherly.

Estel acaricia a la reina de la casa: Sherly. / FERRAN NADEU

Shen se pone a gimotear cuando se va el grupo de humanos. Él lo que quiere es que le acaricien -Natalia le hace de traductor automático. Así que lo llamas con voz empalagosa y el brazo estirado. “Nunca vienen –te informa-. Tienes que ir tú. Quieren amor pero con sus propias condiciones, como los gatos –se ríe-. Básicamente son gatos enormes y muy cabezotas”.  

Valentina presenta los huskys a los invitados mientras unos curiosos miran desde el otro lado del escaparate.

Valentina presenta los huskys a los invitados mientras unos curiosos miran desde el otro lado del escaparate. / FERRAN NADEU

El primer Corgi Café

Esta sería la cafetería preferida de la difunta Isabel II: es imposible no tropezarse aquí con uno de sus perros favoritos. Así se llama, de hecho: Corgi Café (Indústria, 78). Su “propietaria” –eso pone en la web- es Juice, otra habitual de las redes a cuatro patas. “Para mí es más importante servir buena comida –se encoge de hombros el CEO consorte, Anton Ustimenko-. Pero viene mucha gente a ver a los perros”.

Una clienta hace una foto a dos de los corgis anfitriones del Corgi Café.

Una clienta hace una foto a dos de los corgis anfitriones del Corgi Café. / FERRAN NADEU

Suele haber tres rondando por la cafetería. Juice, Matcha (es el cachorrito de Lucía, una de las camareras) y Dior, “el perro con clase”, se ríen. Es de Mark, otro camarero. “A ver si alcanzamos los 30”, como la reina británica, dice Lucía. Aunque “toda raza –aseguran- es bienvenida”. A los perros clientes les ofrecen juguetes, premios, hasta cama comunal. Ya están buscando un local más grande para abrir en Barcelona un segundo Corgi Café

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