El 'milagro' de la plaza de Bacardí, un pedazo de Gràcia en Horta

-Aquí celebramos el Carnaval con la escuela, ¿no te acuerdas?

-No, no me acuerdo. De hecho, creía haberla descubierto hace apenas 15 años.

-Y del Don Bocata, ¿tampoco?

Definitivamente, tengo una memoria de mosquito. La plaza de Bacardí evoca a las de Gràcia, pero no es, hoy, como se supone que debería de recordarla. En los 80 pasaban coches y no se habían plantado aún las dos palmeras. Mucho antes, todo el perímetro estaba repleto de comercios: dos colmados, una tocinería, una pollería y dos panaderías. Me hizo el recuento María Antònia Vila, una de las vecinas más queridas, fallecida el pasado verano. Su bisabuela había sido masovera de Can Bacardí; era conocida como “la Bacardina”, y es este el nombre que la hija de María Antònia le puso a su restaurante, con casi cuatro décadas a las espaldas.

Al mando de esta brasería con encanto y ricos menús está desde hace tiempo Carlos Alférez, quién junto a su hija Natalia -la cocinera-, ha sabido mantener alto el listón: las patatas riojanas o el excelente bacalao a la miel lo confirman. De él surgió la idea de ofrecer a los clientes de su otro local -ah, vale, donde estaba el Don Bocata- uno de los platos más solicitados a todas horas: las 'salchipapas', una bomba calórica típica de los países latinos más fácil de hacer que de digerir.

La otra especialidad son las 'tarantinas', unos bocatas de pan de chapata con queso gratinado e ingredientes que varían según qué película se escoja (la 'Kill Bill 1', con carne picada y “champis”, es una obra maestra).

Tras heredar Can Bacardí -que acoge hoy una escuela-, el político, abogado y escritor Alexandre de Bacardí promovió en 1870 la urbanización de varios solares. El jurista tuvo la ocurrencia de bautizar las calles que circundan la plaza con su nombre, el de su difunta mujer y su hermano, a quienes santificó: Sant Alexandre, Santa Amàlia y Sant Baltasar (actual calle del Duero). Desconozco si los tres hicieron suficientes méritos como para merecer tal distinción. Pero puestos a buscar milagros, uno de ellos es sin duda este rincón, el más placentero de Horta.