Antídotos contra la operación retorno

Ruta para alargar las vacaciones en Barcelona

Contra el madrugón, actitud tropical. No te quites el bañador ni la pamela, porque te estiramos las vacaciones en estos oasis urbanos

La vuelta al mundo en 8 bares

Barcelona Today | La ciudad celebra el primer campeonato de levantamiento de cruceros

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A1-154877193.jpg / JORDI COTRINA

Albert Fernández

Albert Fernández

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El despertador vuelve a tronar cada mañana, pero tú aún sientes la sal del mar, rememoras bailoteos estivales y te relames con aquella paella. Las vacaciones se te han escurrido entre los dedos como un helado víctima del cambio climático. Te quejabas del calor en la playa y ahora lloras miserablemente con el aire acondicionado en el curro. Apaga la alarma. Pero dale a ‘posponer’, porque vamos a convertir los populares ‘cinco minutitos más’ en unas cuantas semanas de escapismos exóticos, viajes imposibles y brindis a la bartola. Las vacaciones son un estado mental, así que toca estirarlas a base de oasis tropicales, giros turísticos, bares ‘chill’, y baños vespertinos.

1. Bares comodones

Siempre a gusto

Una de las hamacas de Hammock Juice Station. 

Una de las hamacas de Hammock Juice Station.  / Instagram

Lo primero es no estresarse. Si postulas unas vacaciones eternas, hay que tumbarse a la bartola. A diario. Hammock Juice Station (Mallorca, 308) es el sitio ideal para seguir con los pies lejos del suelo. Aquí los desayunos se vuelven ingrávidos con el vaivén de sus comodísimas hamacas. Mientras te balanceas, puedes gozar con uno de sus syrnikis, panqueques de origen ruso, más su gloriosa batería de cafés y matchas helados, zumos, batidos, bols y tostadas con opciones veganas. El confortable ambiente de plantas y mimbre, donde no predomina el acento local, acaban de provocar la sensación de viaje y asueto. Otra cosa importante es no renunciar nunca a la siesta. En Lobster Roll Barcelona (Muntaner, 22) te facilitan un rincón para dormilones. Sus Nappuccino Corner son cubículos acolchados para espatarrarse después de comer.

Para relax sexy y juguetón, ve a Trikini (Pujades, 226), un local de aires ochenteros que fantasea con el verano eterno. Martinis, bikinis y ambientación de crucero tropical, con toallas y bañadores rematando un salón de bambú y cristal. La fantasía se eleva a la enésima cuando rematas la verbena con una coreografía de ‘Barbie’ en su pista de baile con forma de piscina. Otra opción de copeo confortable es el salón chic de Le Standard (Topazi, 24). Te espachurras en uno de sus sofás con tu cóctel, te meces con las conversaciones a media luz y a ver la vida pasar. 


2. Turismo de interior

Gafas de cerca

La mejor biblioteca pública del mundo: la Biblioteca Gabriel García Márquez.

La mejor biblioteca pública del mundo: la Biblioteca Gabriel García Márquez. / Ferran Nadeu

Para reconciliarse con tu ciudad, nada como mirarla con ojos de turista. Pasmarse con cada monumento, deambular a paso de tortuga y hacerse efusivos selfis te evade del nuevo curso laboral. Podrías ponerte unas chanclas con calcetines y mezclarte con ellos en alguna cola infinita delante de un edificio modernista o probando una paella de sospechosos colores en las Ramblas. Pero quizás resulte más astuto darle un giro a la cosa, y buscar escenarios fuera del alcance de una Lonely Planet. Como ejercicios de turismo invertido, se me ocurre que en vez de visitar la Sagrada Familia, te puedes acercar a visitar la Biblioteca Gabriel García Márquez (Treball, 219), recién nombrada mejor biblioteca pública del mundo. El Guggenheim de La Verneda es todo un templo de cultura que rinde tributo a la luz con su fabulosa arquitectura en vidrio y madera, más chinchorros donde leer, zonas de relax y un estudio de radio. En lugar de masificar los Búnkers del Carmel, buscamos vistas al ‘skyline’ barcelones subiendo las rampas y escaleras del Parc del Turó del Putxet (Manacor, 9), que postra la ciudad a nuestros pies. Deja Passeig de Gràcia a los extranjeros y aventúrate a cruzar de punta a punta la nueva calle Consell de Cent peatonalizada. Aunque no te despistes mucho admirando los floridos parterres: pasan más vehículos de lo prometido. También te puedes dedicar a contar cuántos nuevos aparcamientos han habilitado en la calle Pelai tarareando el estribillo de Montserrat Caballé y Freddy Mercury. Ah, Barcelona.


3. Chapuzón exprés

1, 2, 3, ¡Splash!

Amanecer en el Club Natació Atlètic-Barceloneta.  

Amanecer en el Club Natació Atlètic-Barceloneta.   / Joan Cortadellas

Otra buena receta contra la operación retorno es regalarse un bañito diario para sacudirnos de encima el bochorno y la rutina. Barcelona es generosa en piscinas urbanas donde ponerse a remojo y subir bailes acuáticos a Tik Tok. En el podio situamos la piscina de Can Dragó (Rosselló i Porcel, 7), 2.960 metros cuadrados de esparcimiento veraniego y cuerpos bronceados. Le acompañan la piscina municipal de Montjuïc (av. Miramar, 31), con su glorioso espectáculo panorámico digno de vídeo de Kylie Minogue, más el Club Natació Atlètic-Barceloneta (plaza del Mar, s/n), ideal para dar unas brazadas vespertinas o al amanecer, allí donde el mar se mezcla con el cloro. Te chivo una más, poco conocida: la piscina de verano de Vall Parc (Ctra de l’Arrabasada, 107-127), con unas vistas imponentes de la ciudad.


4. Oasis urbanos

La flor de mi secreto

Jardines de Mossèn Costa i Llobera.

Jardines de Mossèn Costa i Llobera. /

La gran evasión es olvidar la ciudad, buscar la naturaleza dentro de la jungla de cristal. Si buscas despliegues vegetales ocultos, puedes hallar edenes olvidados como los Jardines de la Casa Ignacio Puig (Boqueria, 10). Te encandilan sus árboles de canela, laureles y mares de cintas rebosando verdor. El rumor del agua que baja por una pared de gruta hace olvidar el bullicio de las Ramblas. Un paraíso de frondosidad exótica: los Jardines de Mossèn Costa i Llobera (Ctra Miramar, 38), genial despliegue de cactus sudamericanos, aizoáceas africanas y plantas australianas. 

Como un paréntesis natural que se abre entre las callecitas de Gràcia, el Jardí del Silenci (Encarnació, 62) causa pasmo por su tremenda exposición de biodiversidad. Una pérgola de glicinas nos lleva a su fuente central encapotada por frondes. Aquí olvidas cualquier preocupación. Otro gran espectáculo secreto es el que depara la Plaza de Sant Gaietà. Su desfile de tiestos y jarrones por donde brotan hojas y centellean infinidad de flores te mueven a hacer un pacto mudo con el lugar y darle un respiro al día.


5. Chiringuito non stop

Escuela de calor

Otro gran antídoto contra septiembre es no perdonar la cervecita en la arena. Los chiringuitos de playa son mini-vacaciones: vida sencilla, arena, sol y platos marineros. Aunque tengas que combinar bañador con rebequita, no dejes de transportarte a la Polinesia en la choza tropical de Vai Moana (Av. del Litoral, s/n), o gozar de los cócteles y el ambiente chill de Mokaï Beach (Av. del Litoral, s/n) en playa de la Nova Icària.

Otra buena opción incluso para cuando el otoño nos devuelva al abrigo es terracear en chiringuitos entre árboles. Puedes descubrir el nuevo chiringuito ‘cool’ de Poblenou. Se llama Camping (Carmen Amaya, 18) y promete revivir el espíritu de los campamentos de verano 365 días al año, con práticas saludables y cubertería ‘zero waste’.

Ascender más allá del bullicio de Poble Sec hasta el mirador excepcional del Bar Marcelino (Margarit, 85) vuelve el vermut imbatible, y conseguir silla en La Caseta del Migdia (Mirador del Migdia, s/n) es como conquistar la cima del mundo. La cosa es vivir a toda gustera, en unas vacaciones eternas.

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