RUTAS INSÓLITAS

Barcelona singular: las sorpresas del último barrio de BCN

Marc Piquer, el tuitero explorador de @Bcnsingular, escarba en el último barrio de Barcelona. Aquí tienes 7 razones para revisitar este apartado vecindario.   

La França Xica, el Poble Sec más desconocido

Grandes hallazgos en el barrio más pequeño

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ParcFluvialBes�s5ok.jpg / Marc Piquer

Marc Piquer

Marc Piquer

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Un poco reto sí que es esta ruta. Nadie con buen juicio se plantearía acercarse a este apartado vecindario como quien queda para echar unas birras en Gràcia o pasear por un eje comercial del Eixample. Pero tanta sensatez impide codearse con la otra Barcelona, la que para la mayoría no existe pero que ahí está, con sus altibajos... y sus peculiaridades. Baró de Viver –aparte de una buena porción del Bon Pastor– fue el último núcleo urbano agregado a la ciudad (1945), por expreso deseo del Ayuntamiento de Santa Coloma, que no quería hacerse cargo de los millares de personas que vivían en casas baratas sin tributar, y que colapsaban la beneficencia. Casi 80 años después, la renovación del barrio ha sido total, y aunque necesitarás escarbar, no dudo de que te sorprenderá y que pronto encontrarás razones para no tardar en volver a visitarlo.  

1. Al agua patos

El parque fluvial del Besòs

El Besòs siempre ha estado allí, pero rara vez los barceloneses han tenido la suerte de poder disfrutarlo. Baró de Viver linda con su lecho, y dispone –mediante rampas y escaleras– de acceso directo al césped que cubre el parque fluvial. A pesar de que la ronda del Litoral va pegada al río, esta consigue sortearse gracias a un puente que brinda vistas bucólicas de lo que no hace tanto parecía una alcantarilla. Esta construcción de hormigón sustituyó en los años 50 el Pont Vell de madera que una década antes derrumbó una 'besosada'. Así se conocían las catastróficas crecidas que se producían cíclicamente, y que causaron daños en 1962 y 1971. Hoy, cuando el curso del río baja sosegado, se pueden ver patos y cada vez más pájaros e incluso nutrias alimentándose de peces, algunos autóctonos, cuya presencia indica que la recuperación medioambiental de este tramo final del Besòs es ya una realidad.  

2. Contra el olvido

El Mural de la Memòria

Mural con los orígenes de la barriada. 

Mural con los orígenes de la barriada.  / Marc Piquer

El periodista Josep Maria Huertas escribió una frase que se hizo célebre: «No querría ofender a nadie, pero la primera vez que fui a Baró de Viver pensé que era el fin del mundo». Imagínate cómo debía ser este trozo aislado de tierra al que se arribaba en autobús tras colas de espera y por una carretera en pésimo estado. Hasta 1983 no llegó el metro, y pese a las mejoras realizadas desde entonces, uno se acuerda del amigo Huertas cuando al salir de la estación se ve envuelto en medio de esta maraña de autovías y autopistas que es el Nus de la Trinitat, construido con motivo de los Juegos Olímpicos. Para reducir su impacto acústico y disimular tanta fealdad, los vecinos propusieron que las vallas instaladas en el paseo de Santa Coloma se llenasen de recuerdos sobre los orígenes de la barriada. Actualmente, muchos textos de los plafones son ilegibles debido a los vándalos, que también se han cebado con las fotos históricas de la nevada del 62 o de todas las plantillas de los equipos de fútbol. Borrar su pasado es lo último que se merece una gente que a base de pequeñas conquistas ha conseguido dignificar aquel apocalipsis.    

3. De Montjuïc a Santako

El Gran Salón y las casas baratas

Plaza de Baró de Viver.

Plaza de Baró de Viver. / Marc Piquer

El político monárquico Darius Romeu, segundo barón de Viver, fue escogido en 1924 alcalde de Barcelona por orden y gracia de la dictadura de Primo de Rivera, pero mientras gobernó acumuló algunos méritos, como por ejemplo inaugurar el Metropolitano Transversal (la línea 1 de metro) o dar el pistoletazo a la futura Zona Franca. El final de su mandato coincidió además con la Exposición de 1929 y con la construcción en Santako de cerca de 400 casas baratas destinadas a los barraquistas desalojados de Montjuïc. Aquellas humildes moradas se derruyeron a finales de los 80 y sus ocupantes se mudaron esta vez a El Gran Salón, un complejo residencial ambicioso, con forma de circo romano, que Emili Donato levantó sobre el antiguo campo de fútbol.

El Gran Salón.

El Gran Salón. / Marc Piquer

Detrás, un monumento de piedra inmortaliza en miniatura desde 2011 uno de aquellos habitáculos singulares que la piqueta se llevó por delante. | Plaza de Baró de Viver / Rambla de la Ciutat d’Asunción  

4. Última parada

El escondrijo del Catalán Talgo

El Catalán Talgo ofrecía solo asientos de primera clase.

El Catalán Talgo ofrecía solo asientos de primera clase. / Marc Piquer

En la periferia de esta barriada periférica (Ferran Junoy s/n) se asienta la base de mantenimiento de San Andrés, la instalación que cobija los Talgo que urge revisar después de un largo kilometraje. Nada hace presagiar que dentro del recinto se esconde un tesoro, pero ahí descansa –desde que dejó de circular a finales de 2010– el Catalán Talgo. Este convoy de un rojo intenso formaba parte de la red ferroviaria de lujo Trans Euro Express, explotada por la SNCF francesa, que conectaba Barcelona y Ginebra, ofertando tan solo asientos de primera clase. Pero lo realmente novedoso era el modelo, el Talgo III RD, que llevaba incorporado un sistema que permitía pasar del ancho ibérico al internacional. Fue este, por lo tanto, el primer ferrocarril del estado que consiguió cruzar la frontera en lugar de quedar anclado en Portbou. Ocasionalmente, la máquina sale a tomar el aire, cuando se organiza un viaje de leyenda para rememorar aquel trayecto hacia la Europa moderna iniciado en 1968. Y como ocurre con la mayoría de trenes, no se escapa de la acción de los grafiteros, que probablemente ignoran, mientras lo vandalizan, el valor de esta auténtica joya.

5. Menús caseros

Bar Hermanos Gutiérrez

 Ana a la puerta del bar Hnos. Gutiérrez. 

 Ana, en la puerta del bar Hnos. Gutiérrez.  / Marc Piquer

Antonio y Victoria eran de los que se mataban trabajando. Él, en una fábrica de química y al mismo tiempo sacando adelante el bar que a principios de los noventa este matrimonio sevillano trasladó a unos bajos de la calle de Campins (número 7). «Me pregunto para qué tanto sacrificio», me comenta apenada su hija Ana, sin haber digerido todavía que Antonio –fallecido hace dos años– ya no esté. La respuesta la tiene en estos menús caseros que sirve a mediodía, y que son fruto del legado de su madre, una excelente cocinera. A diario, los camioneros de una cercana fábrica de cementos y los currantes de las industrias y almacenes aledaños acuden al restaurante hambrientos, y si pudieran, se irían dando brincos. Pero es harto imposible: se marchan atiborrados. Varios vecinos, que son también clientes asiduos, me han hablado maravillas de la paella de los jueves y sábados. Y me lo dicen un viernes. Por suerte, después de zamparme una fideuá exquisita y unos boquerones rebozados que saben a mar.   

6. Fábrica de campeones

El Club de Lluita

José Bernardo Fuella ‘Lete', en el Club de Lluita Baró de Viver.  

José Bernardo Fuella ‘Lete', en el Club de Lluita Baró de Viver.   / Marc Piquer

Para practicar la lucha libre se requiere un nivel físico que no sé yo si es muy compatible con las comidas de Hermanos Gutiérrez. Hace falta también acatar unas normas que por encima de todo tratan de inculcar disciplina y respeto. Es este, pues, un deporte que le va como anillo al dedo a un barrio donde cualquier iniciativa que promueva la convivencia es bienvenida. En el tapiz del Club de Lluita Baró de Viver –fundado en 1962– se han forjado estrellas que ganaron campeonatos de España y que compitieron en las Olimpiadas, como Alberto Recuero o Roberto Cano, cuyo hijo Robert entrena hoy a los peques, y les exige como al que más: «Esto no es una guardería», puntualiza. A pesar de la dedicación que le ponen él, su tío Paco –que preside la entidad– y José Bernardo Fuella 'Lete', está costando atraer a más chavales. Pero no cejan en su empeño: ofrecen becas para las familias necesitadas, fomentan la participación del colectivo femenino y montan torneos. La esperanza de que Baró de Viver vuelva a copar portadas por los éxitos del club nunca se pierde. | Clariana, 53.    

7. Verde que te quiero verde

El Centre Cívic

El patio-vergel del centro cívico.

El patio-vergel del centro cívico. / Marc Piquer

Baró de Viver no dispone de un solo cajero. Tampoco de ningún supermercado, ni de un Vivari siquiera. Y lo público igualmente escasea: 0 ambulatorios, 0 bibliotecas. Quizás estas carencias pesaron a la hora de proyectar un centro cívico: tenía que ser la leche. A fe que lo consiguieron. El edificio, inaugurado en 2015, fue el primer equipamiento sociocultural de España que obtuvo la certificación máxima en sostenibilidad, la LEED Platinum. Una apuesta del estudio Territori24 que no es arquitectónica sino ecológica: con lo que se ha ahorrado en diseño y materiales, se ha invertido en calidad de vida. Todo el perímetro queda recubierto por un jardín vertical, y según la orientación, hay más o menos ventanales, para aprovechar la luz solar o bien resguardarse mejor del frío. Unas claraboyas a la altura del pasillo central garantizan claridad durante el día, y en la sala polivalente, pantallas acústicas en el techo y varias cortinas que separan ambientes ayudan a minimizar el sonido. La cubierta vegetal recoge agua de lluvia, que se usa para el riego de las plantas y para los retretes. Y por si no hubiera suficiente verde, se ha añadido un estanque naturalizado. El colofón es el patio, un fascinante vergel. | Quito, 8-10. 

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