Conde del asalto

Los torreznos de los Ramones

Esta es una de las mejores bodegas de Barcelona: un túnel del tiempo punk

El bocata de jamón canario más legendario de Barcelona

Receta de 'torreznos' de Soria de la bodega Carol

Receta de 'torreznos' de Soria de la bodega Carol

Miqui Otero

Miqui Otero

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Es 1986, tengo seis años y mi tía me acaba de dar un fajo de folios de papel parafinado, el que usa para envolver el jamón York y los embutidos que vende. Así que, como muchas tardes, estoy en la trastienda de su colmado de Campo Sagrado, en Sant Antoni, usando esas láminas semitransparentes para calcar tebeos, ya ves tú, de Don Miki. Huele a naranjas, vino a granel y embutidos.

Es 2023 y estoy en la Bodega Carol, del Clot, donde me acaban de servir un poco de cecina de León sobre uno de esos mismos papeles. Un poco más y le pido unos rotus y me saco el álbum de cromos para que mi hijo, también de seis, se ponga a la faena. Huele a limón, vino a granel y embutidos.

La conexión no sería tan inmediata, ni el recuerdo tan vívido, si no me sintiera en esta bodega (una de las mejores de la ciudad, sin duda) como en casa. Ni si a este barrio y al mío no los unieran muchas cosas, como, por ejemplo, lo familiar, el coleccionismo y las cosas de segunda mano

Camino de aquí he parado en las galerías de los Encants Nous, abiertas desde hace casi un siglo, convertidas ahora en un laberinto de tiendas más o menos escoradas a lo 'vintage'. Entrar ahí es como hacerlo, literalmente, en un túnel del tiempo. Figuritas de dibujos de los ochenta, tiendas de retales con letreros antiguos donde se lee Borbón (mucha tela), sastres como el Ballesté y cafeterías como el Bar Susana (subtítulo en el cartel: bocadillos y cafés). 

Ese olor a tela antigua, cortado con la leche casi hervida y papel amarillo de libros sobre el Barça de Calderé es exactamente el de mi infancia en los encantes del Mercat de Sant Antoni, donde yo, como muchos, descubrimos gracias a los cromos y a los libros de segunda mano, varias cosas. Como que una cosa es el precio y otra el valor de las cosas. Que cuesta lo mismo la foto de un jugador malísimo (Amunike) que el del mejor (Laudrup). Que el mejor tesoro a veces sale barato.

Afán urraca

La Bodega Carol, punk de toda la vida, hazlo tú mismo en tu casa, es algo parecido y está contagiada de ese afán urraca de conservar objetos que brillan en el mogollón. Escaparates con discos de Peret, botijos antiguos con la leyenda “Visca Ramones”, un cuadro de Chiquito y un juego arcade de las Tortugas Ninja. El talento de lo popular. Y los llaveros, unos 3.000, joyas de los mercadillos y aquí colección portentosa: cuando traspasaron el bar en 2015, los antiguos dueños preguntaron a los nuevos (dos figuras imprescindibles en la conservación del ecosistema de bares de la ciudad) si los quitaban. Ni hablar. El llavero es lo primero que se le saca a la llave cuando abandonas una casa. No hacerlo aseguró mantener el “sabor de barrio, tesoro antiguo”, como cantaba Gato Pérez, de la bodega, para añadirle luego la locura cañí y el delirio subcultural

Oh, Carol. Oh, Bodega Carol: estoy loco por ti. Mientras engullo las papas especialidad de la casa (con panceta, piparra, pimentón a gogó y limón) pienso en todo esto. Todo el mundo colecciona llaveros, discos, libros, botellas, pero es que yo aquí me haría coleccionista hasta de torreznos de Soria. Ahí, con su vitrinita, como si fueran minerales.

Esta ciudad necesita más Carols, con sus embutidos a ritmo de temazos guitarreros, con su ambiente parroquial y jaranero. Lleno de gente a quien le “exalta lo nuevo y le enamora lo viejo”. Gente del Clot o de Sant Antoni que sabe que lo viejo es, en realidad, lo nuevo.

Suscríbete para seguir leyendo