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La crispación, personaje central del escenario político español

Pedro Sánchez ha logrado su reelección como presidente del Gobierno en un clima de gran polarización por sus pactos con los independentistas

Las protestas frente a la sede del PSOE han subido de tono y han recordado a otras del pasado inmediato

La sociedad está dividida, pero en las últimas dos décadas hay varios ejemplos de que la política también se hace en la calle

Los expertos ven paralelismos con la última legislatura de González y la primera de Zapatero, y subrayan el papel de Vox en la agitación actual

Detención de un manifestante en la calle Ferraz, la noche del 15 de noviembre.

Detención de un manifestante en la calle Ferraz, la noche del 15 de noviembre. / José Luis Roca

Daniel G. Sastre

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El debate de investidura de Pedro Sánchez ha dejado claro que el momento político español es de gran polarización. Hubo de todo: discursos faltones, acusaciones de trazo grueso –al presidente lo llamaron, entre otras muchas cosas, corrupto y golpista-, insultos musitados entre dientes en la tribuna de invitados e incluso un partido, Vox, que quiso aumentar aún más el voltaje abandonando el Congreso a media sesión. Santiago Abascal y su grupo menguante de diputados no se fueron a casa, sino a dar su apoyo a quienes se concentraban fuera de la Cámara. Un grupo de exaltados también lanzó huevos a diputados socialistas antes de la última jornada del debate, la que confirmó la reelección de Sánchez.

Porque desde hace años, la política en España se hace también en la calle. Se ha podido comprobar de nuevo en las últimas dos semanas, en las exóticas protestas nocturnas de Ferraz y en las multitudinarias movilizaciones en toda España del fin de semana pasado, más ortodoxas. También en el debate de investidura, que se celebró en un Congreso blindado por más de 1.600 policías para prevenir incidentes. Son los últimos episodios de una manera de entender la participación pública que ha llamado la atención más allá de los Pirineos; un editorial del periódico inglés ‘The Guardian’ del pasado martes, que defendía la amnistía, se sorprendía de la “fractura y polarización profunda” de la política española.

Acampadas enquistadas

Desde principios de siglo ha habido masas de gente que presionan en la calle a los partidos y a los gobiernos con la esperanza de que esas movilizaciones sirvan para cambiar sus decisiones, y también con la voluntad de incidir en la opinión pública. En febrero y marzo 2003, las protestas contra la invasión de Irak que se organizaron en todo el mundo se prolongaron en Catalunya hasta casi coincidir con las elecciones municipales de mayo de ese año. Las acampadas frente a la Delegación del Gobierno y, sobre todo, en la plaza Francesc Macià de Barcelona –muy cerca de la sede del PP catalán- se levantaron finalmente días antes del inicio de la campaña.

Manifestación contra la guerra de Irak, el 15 de febrero del 2003.

Manifestación contra la guerra de Irak, el 15 de febrero del 2003. / ALBERT BERTRAN

Parece fuera de toda duda que, si en el transcurso de los años se alternan periodos de mayor paz social y periodos de mayor ebullición, estamos en uno de los segundos. “Hay desde hace unos años una tendencia al crecimiento de la polarización en el mapa político español”, sostiene Jordi Bonet, profesor de Sociología en la Universidad de Barcelona (UB). “Hay incluso un informe, una encuesta nacional de polarización política, donde se evidencia ese crecimiento”, añade. Se refiere a una serie de estudios que está llevando a cabo la Universidad de Murcia, el último de ellos elaborado justo después de las últimas elecciones generales, que apuntan en ese sentido.

También lo hace la última encuesta del CIS que pregunta por la cuestión, de mayo de 2022. Según ese informe, al 86% de la población española le preocupaba la crispación, de la que por cierto culpaban más a Vox y al PSOE que a Podemos y PP. “Estamos ante el final de una legislatura crispada y estamos ante el inicio de otra que se presenta igual de crispada. Estamos en tiempos de polarización política, de polarización afectiva, y la confrontación, la crispación, es un rasgo vinculado a la polarización”, sostiene María Pereira, profesora titular de Ciencia Política de la Universidad de Santiago de Compostela (USC).

Otro experto consultado, el profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) Oriol Bartomeus, alude a “la legislatura de la crispación original”, la última del ‘felipismo’, como uno de los dos precedentes de la situación actual. Entonces, en 1993, Felipe González ganó contra pronóstico las elecciones a José María Aznar, y la crisis económica y la ofensiva político-mediática de la oposición le depararon tres años de infierno parlamentario, hasta que finalmente el PP llegó al poder en 1996. El otro periodo de gran turbulencia que cita Bartomeus es el primer mandato de José Luis Rodríguez Zapatero, que empezó en 2004, justo después de los atentados del 11-M. Pero después de aquella legislatura, el PSOE revalidó su victoria y los populares tuvieron que modificar su estrategia de acoso y derribo.

Presión en todas direcciones

Pereira también subraya que “no es la primera vez que vemos imágenes como las sucedidas en los últimos días, y no es la primera vez que se intenta deslegitimar a un candidato a presidente”. Fuentes de los partidos políticos recuerdan episodios de presión en todas las direcciones: desde las protestas contra la guerra de Irak a los escraches actuales en Ferraz; del “quién ha sido” de las elecciones de 2004 al ‘Rodea el Congreso’ de 2012; de los indignados que obligaron al entonces ‘president’ Artur Mas a entrar en helicóptero en el Parlament en 2011 a las concentraciones frente a la comisaría de la Via Laietana de Barcelona después de la sentencia del ‘procés’.

Disturbios en la plaza de Urquinaona de Barcelona en protesta por la sentencia del 'procés', el pasado 18 de octubre.

Disturbios en la plaza de Urquinaona de Barcelona en protesta por la sentencia del 'procés', el pasado 18 de octubre. / EUROPA PRESS / DAVID ZORRAKINO

El profesor Bartomeus también ve puntos de conexión entre todos esos momentos de agitación y el actual, sintetizado en las abruptas protestas de Ferraz. "Son diferentes porque son de distintas orientaciones políticas, pero siguen el mismo patrón, como también las movilizaciones del ‘procés’. La confrontación, el enfrentamiento con la policía, los argumentos son los mismos... Son movilizaciones muy prototípicas”, recuerda. Por ejemplo: una de las primeras acciones de oposición de Feijóo ha sido promover una campaña internacional contra Sánchez con el eslogan ‘Help Spain’. En lo más crudo de la confrontación del ‘procés’, en octubre de 2017, Òmnium Cultural buscó apoyo en Europa con imágenes dramáticas y el lema ‘Help Catalonia’. A tenor de lo visto hasta ahora, no parece que sus resultados vayan a ser tampoco muy diferentes: escasos.

"Habrá a quien le parezca increíble, pero la imagen exterior de Pedro Sánchez (y de España, por cierto) sigue siendo muy buena. Por el frente internacional y europeo auguro poco éxito al 'Help Spain'. La oposición, parece mentira, cae en el mismo autoengaño que los indepes en 2017", afirma Ignacio Molina, analista del Real Instituto Elcano.

El factor violencia

En todo caso, Bartomeus sí ve alguna diferencia entre las principales movilizaciones de los últimos años y las actuales: “Hay una cierta legitimación de la violencia, y es una cosa relativamente nueva. No es una violencia salvaje, pero sí un cierto nivel de violencia”. El blindaje del Congreso y los ataques a algunos diputados socialistas podrían ir en esa dirección. Y también cree que, lejos de perjudicarlos, esas concentraciones frente a su sede dan alas a los asediados, políticamente hablando. “Benefician principalmente al PSOE. En un momento débil, muy complicado, dan mucho sentido al argumento principal de Sánchez: ‘Igual la amnistía no os gusta, pero la alternativa son esta gente’”.

Serían, en ese sentido, mucho más efectivas para lograr la aceptación en las filas propias de la amnistía, tan impopular en una parte importante de los votantes socialistas, que el discurso con el que el portavoz en el Congreso Patxi López buscó galvanizar a su grupo el jueves en el Congreso.

Felipe González y José María Aznar, junto a Manuel Campo, moderador del debate cara a cara entre los candidatos a la presidencia del Gobierno en el 1993.

Felipe González y José María Aznar, junto a Manuel Campo, moderador del debate cara a cara entre los candidatos a la presidencia del Gobierno en el 1993. / Pepe Abascal

¿Por qué las encuestas detectan que la polarización ha crecido en los últimos tiempos? Bonet, que asegura que no es un fenómeno exclusivo de España, sino que “se está produciendo a escala global”, da dos explicaciones. “A partir de la pandemia de coronavirus, y con el auge de las redes sociales, ha aumentado el fenómeno. Y también lo ha hecho tras la llegada de un partido como Vox, claramente de extrema derecha, que se caracteriza por romper un conjunto de consensos y por utilizar estrategias de ‘fake news’ y de intoxicación en las redes que favorecen este clima”, dice este profesor de la UB.

Pereira apunta en el mismo sentido. “Lo que realmente deberíamos preguntarnos es de qué depende la crispación. La gente no responde espontáneamente. A la gente la moviliza alguien. El 90% de las personas que acuden a estos actos están movilizados organizativamente; en consecuencia, la crispación es una 'performance' de la estrategia política. Creo que todo esto se va a dar en esta legislatura y, en consecuencia, sí va a ser una legislatura claramente crispada”, afirma la profesora de la USC.

Cambiar el mundo

Si se acepta que la sociedad española está más crispada que en otros momentos, y también que a la mayoría le preocupa esa división, cabe preguntarse qué habría que hacer para reconducirla. Bartomeus, que acaba de publicar un libro, ‘El peso del tiempo’ (Debate), en el que aborda la polarización de la sociedad española, entre otras cuestiones, lo ve difícil. “La polarización da rentabilidad electoral. La política en este momento va a rueda de la sociedad, y tenemos una sociedad crispada. La política ayuda a crisparla, pero es que no hay otra salida. Estamos en un mundo donde hay una pugna constante por la atención. Para que te puedan oír tienes que gritar, y para movilizar debes crear la sensación de que estamos en un momento culminante, de todo o nada, de que o nos defendemos o nos pasan por encima. Todo este tipo de retórica”, sostiene. Y concluye: “Para cambiar la situación, habría que cambiar el mundo”.

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