Los 'stolpersteine' en Catalunya

La memoria del tío de Montserrat Tura y 500 adoquines contra el olvido de la barbarie nazi

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La memoria del tío de Montserrat Tura y 500 adoquines contra el olvido de la barbarie nazi

La memoria del tío de Montserrat Tura y 500 adoquines contra el olvido de la barbarie nazi / Albert Bertran/Video Europa Press

Sara González

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Un adoquín puede ser una piedra sin más dentro de un enorme mosaico destinado a pasar desapercibido entre infinidad de pisadas. Pero puede ser también una resistente pieza con la que tropezar para que la barbarie del Holocausto no caiga en el agujero negro del olvido. Es el propósito de los 'stolpersteine' (adoquín, en alemán), los pequeños cubos de cemento con una losa de latón que lleva grabado el nombre de víctimas del nazismo, un proyecto a escala mundial al que Catalunya se sumó hace 8 años y que impulsa desde la conselleria de Justícia. Este fin de semana, en Mollet del Vallès, se superará la cifra del medio millar y uno de ellos está dedicado a Joan Tura Ros, tío de la exconsellera de la Generalitat Montserrat Tura.

"Es como si nos dieran una brizna de él. Es el no-monumento, una pieza tan delicada y minimalista en la que hay toda la esencia de algo muy grande a nivel mundial. Fueron víctimas de la mayor barbarie porque las centellas de los hornos crematorios alcanzan a todo el mundo", explica la también exdirigente del PSC. Nacido en Mollet en 1912, la historia de Tura Ros es también la de muchos otros deportados a campos de concentración tras exiliarse en Francia.

Hijo de alcalde republicano y 'rabassaire'

Hijo mayor del alcalde de su ciudad durante la República, Feliu Tura i Valldeoriola, siguió la estela de su familia de 'rabassaires' y se arremangó para lograr que los productos de muchos payeses humildes fueran exportados y se internacionalizaran. Fue uno de los fundadores de la Societat de Socors Mutus de Mollet. "Se implicó en crear un cojín social para los agricultores", recuerda Montserrat Tura. Tenía tres hijos cuando se fue al exilio acompañando a su padre y a un hermano y entonces su esposa, Roser Mas, estaba embarazada de un cuarto al que nunca llegó a conocer.

Joan Tura Ros, de pie cogiendo el carro

Joan Tura Ros, de pie cogiendo el carro / Cedida

Estuvo primero en el campo de refugiados de Argelers y después en el de Agde. Y tras trabajar para reforzar la frontera de Francia con Alemania ante el miedo a una invasión, lo hicieron prisionero en Dunkerque en 1940. Lo llevaron al campo de concentración de Mauthausen, donde le asignaron el número 3.555. Siete meses después lo trasladaron al de Gusen, donde se asesinaba, también por inanición, a los prisioneros lesionados por los trabajos forzados a los que les sometían. Allí murió el 29 de marzo de 1941.

"Murió lejos de casa con solo 29 años después de dos años y medio de penurias", lamenta su sobrina, que admite la "emoción" de la familia con la instalación del adoquín en su memoria y la de otros cuatro molletenses: Vicenç Bachs Vilà, Pere Cuyàs Niubó, Joan Molins Maynou y Antonio López Tarragona. Con ellos, Catalunya contará ya con 503 adoquines instalados en 69 municipios en memoria de las víctimas del nazismo. Para el Memorial Democràtic, encargado de coordinar el proyecto de los 'stolpersteine' creados por el artista alemán Gunter Demnig, se trata de un homenaje que va "más allá del recuerdo íntimo, familiar o sentimental", ya que tiene una "dimensión de reconocimiento colectivo".

Luchar contra "la indignidad del olvido"

Tura recuerda cómo su tía tuvo en la Plaça Amical Mathausen de Mollet "un sitio donde llorarle" y cómo generación tras generación la familia "no ha cambiado de ideas". Los adoquines se instalan en la última residencia donde la persona vivió en libertad e incluyen, además del nombre completo de la persona, el año de nacimiento y el de su deportación, además del campo y si fue asesinado o liberado.

Este proyecto de memoria es una de las líneas "estratégicas" de la conselleria de Justícia. Precisamente, Montserrat Tura fue la titular de este departamento entre 2006 y 2010, aunque entonces las políticas de memoria no estaban bajo su batuta. "No se puede dejar que sus nombres mueran en la indignidad del olvido. Ni tampoco podemos estar lamentándonos del pasado. No nos podemos quedar solo en la honorabilidad, tenemos que tener proyectos de futuro para que las nuevas generaciones conozcan la dimensión de la máquina de exterminio que fue el Holocausto. Es el mejor homenaje que les podemos hacer", concluye.

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