Balance de pactos

Vox compensa la irrelevancia en el Congreso entrando en la mayoría de gobiernos autonómicos del PP

El partido de Abascal cierra el ciclo de pactos entrando en todos los gobiernos autonómicos en los que podía hacerlo

MULTIMEDIA | El poder institucional de Vox: gestionará más de 3.800 millones sobre uno de cada cuatro españoles

Santiago Abascal.

Santiago Abascal. / EFE

Paloma Esteban

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El ciclo electoral se presentaba como una prueba de fuego para Vox, para su supervivencia como partido y una medición del alcance real que podría tener su presencia en las instituciones. El PP de Alberto Núñez Feijóo había salido de la crisis en la que llevaba unos años atrapado y tras engullir al que fue su socio minoritario, Ciudadanos, se disponía a frenar el ascenso de Santiago Abascal.

Sin embargo, con la entrada en el Gobierno de la Región de Murcia, consumida este jueves con la investidura de Fernando López Miras, la extrema derecha gobernará en un total de cinco comunidades autónomas de la mano del PP más los consells insulares de Mallorca y Menorca en Baleares, y cientos de ayuntamientos por toda España. 

Una demostración de fuerza que obligó al PP a ceder uno a uno en todos los territorios con la excepción de Madrid y La Rioja, por las mayorías absolutas de los populares; y Cantabria, donde sí pudo apoyarse en el Partido Regionalista Cántabro.

En la formación de Abascal asumen como “una oportunidad” la legislatura que comenzó tras las elecciones del 28 de mayo a pesar del ‘shock' en el que quedó inmersa la derecha después de las generales de julio. Todo indicaba a que sería el PP, con o sin Vox dentro del gobierno, el que llegaría a la Moncloa. Y en cualquiera de los escenarios, Vox contaba con influir mucho en la gobernabilidad

La estrategia

Existieron dudas sobre cómo afronta la estrategia de los pactos autonómicos con una convocatoria de generales a la vuelta de la esquina. Pero prevaleció la posición del núcleo duro de Abascal y sus asesores de cabecera, en los que el líder realmente confía y que no tienen cargos institucionales. La decisión estaba tomada: exigir sí o sí la entrada en los gobiernos para visualizar su utilidad ante el electorado. Si no cerraban los pactos antes del 23J existía el riesgo de que los votantes se agruparan en torno a Feijóo. 

De hecho y aun con los pactos, Vox perdió 19 escaños hasta quedarse en 33 (tenía 52). Y aunque aguantó en tercera posición a poquísima distancia de Sumar, se quedó en una posición de irrelevancia al no tener la llave del Gobierno del PP. Su número de diputados le impide incluso poder presentar recursos ante el Tribunal Constitucional en solitario, una de las herramientas de oposición que más venía utilizando.

Hubo dirigentes que sí tenían dudas sobre la urgencia de los pactos autonómicos porque contaban, como ocurrió, con una movilización de la izquierda que podía poner en riesgo la suma de la derecha en toda España. También preocupaba dentro del PP, aunque se veían con margen para aguantarlo y sumar. 

Algunos errores de bulto se hicieron visibles casi en directo, entre otras cosas, por los perfiles elegidos por los ultra para las presidencias de parlamentos autonómicos: antivacunas, anti ecologismo y contrarios al feminismo. Al final, los números no dieron. Pero Vox sí está en todos los gobiernos autonómicos en los que podía estar

Órdago hasta el final

La Región de Murcia escenificó a la perfección hasta dónde estaban dispuestos a llegar en muchos casos: a la repetición electoral. Tampoco cedieron en Extremadura a pesar del durísimo órdago que lanzó María Guardiola atacando a la formación ultra y reflejando una incompatibilidad total entre idearios. La premisa de la candidata del PP era clara: “No habrá Gobierno con Vox”. No pudo mantenerlo por el desgaste que podía suponer para Feijóo esa confrontación en plena campaña de generales y, al final, entró una consejera de Vox encargada del mundo rural, como en la mayoría de autonomías. El campo es prioritario para Vox.

El caso murciano era complejo porque tanto PP como Vox lo llevaron al extremo. Los primeros, con la voluntad de mandar un mensaje: en esta comunidad, a dos escaños de la mayoría absoluta y con más del 43% del voto, no iban a tragar. Confiaban además en que la llegada de Feijóo a la Moncloa terminaría de dar el portazo a Vox. Y todo salió al revés. Abascal, en cambio, decidió mantener el pulso apoyado también en el 18% del voto que su partido obtuvo en esa comunidad, más que en ninguna otra. Se veían con fuerza para resistir y en el peor de los casos, afrontar una repetición electoral. 

También tuvo que ceder el PP, como publicó El Periódico de España, del grupo Prensa Ibérica, después de haber logrado los 33 diputados de Vox para la investidura de Feijóo sin exigir entrar en un hipotético gobierno. En las conversaciones, como reconoció el propio presidente de la Región de Murcia, se entremezclaron ambos asuntos. En Aragón, el PP intentó maniobrar, pero la situación era mucho más delicada porque eran necesarios otros actores políticos para evitar a Vox.

La Comunidad Valenciana fue, sin duda, el origen de todos los pactos. Las manos libres que dejó Feijóo a sus barones aceleró el primero de los acuerdos, el valenciano, que tantas dudas generaba por el candidato de Vox, Carlos Flores, sobre el que pesaba una condena por violencia machista. Poder apartarlo fue entregado como un trofeo desde el PP de Carlos Mazón a Génova. Y, sin embargo, visto desde la distancia, coinciden ahora la mayoría de dirigentes nacionales: “Fue el gran error”

Abascal reunió el lunes a la plana mayor de su partido, incluidos los nuevos vicepresidentes autonómicos, para sacar músculo y hacer balance del ciclo electoral. Sus palabras no dejaban lugar a dudas: “Estamos razonablemente satisfechos”, dijo el líder. Sobre todo, teniendo en cuenta que el PP, como a Ciudadanos, los iba a engullir antes de que tocaran tanto poder. No pudieron evitarlo.