Negociaciones entre socios

Junts trata de evitar el 'efecto bumerán' de su ultimátum a ERC

La posconvergencia rebaja el tono para evitar tener que cumplir con la amenaza de salir del Govern si los republicanos no ceden a sus demandas

La presidenta de Junts, Laura Borràs, y el secretario general del partido, Jordi Turull.

La presidenta de Junts, Laura Borràs, y el secretario general del partido, Jordi Turull. / EFE

Fidel Masreal

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Teoría de la política, capítulo inicial: nunca dejes decisiones propias en manos de tu rival. Junts per Catalunya construyó un ultimátum sobre su continuidad en el Govern que quedaba a merced de que ERC cumpliera con tres exigencias: unidad en Madrid, que la mesa de diálogo se centre en la amnistía y la autodeterminación y una nueva coordinación estratégica del 'procés'. Es decir, dejaba en manos de su rival la potestad de provocar una decisión de gran calado y que buena parte del partido no desea: abandonar el Consell Executiu. Es lo que comúnmente denominaríamos efecto bumerán o autogol. Por ello, en los últimos días el partido de Jordi Turull y Laura Borràs ha lanzado mensajes con los que trata de deshacerse del nudo que le atrapaba y centrar otra una idea: atar en corto a Esquerra para marcar perfil propio.

La estrategia posconvergente es siempre un trabajo de encaje de bolillos entre las diferentes sensibilidades existentes. Según describe un alto dirigente, una minoría de la formación estaría por salir del Govern ya mismo, sin esperar a si ERC acepta o no las reclamaciones. Otra minoría -a la que el 'conseller' de Economía, Jaume Giró, puso voz públicamente y fue censurado internamente por ello- no quiere de ningún modo abandonar la coalición. Otro grupo, el mayoritario, no quiere salir del Ejecutivo, pero quiere ver que ERC cede para así poder demostrar que el partido tiene un peso decisivo, proporcional a la diferencia electoral mínima en escaños que separa a los socios, uno.

Bajo la batuta de Turull, y de acuerdo con lo debatido en el cónclave de este pasado verano, Junts ha decidido iniciar el curso político elevando el tono contra ERC porque teme que la paz que impera el Govern puede ser interpretada, por parte de las bases, como una cesión excesiva a la estrategia del 'president' Pere Aragonès, especialmente en eso de persistir en el diálogo con el Estado, cuando muchos en Junts apuestan por la estrategia de la confrontación.

Así consta en su ponencia política, que propone convertir el quinto aniversario del 1-O en un "punto de inflexión" y, en palabras de Turull, "pasar a la acción". Por tanto, estaba cantado que otoño sería "caliente". De ahí que el vicepresidente del Govern, Jordi Puigneró, se haya desmarcado de la respuesta de la 'consellera' de la Presidència a la ANC, que se hayan celebrado tensas cumbres entre las cúpulas de ambos partidos, o que mediáticamente se haya acusado a ERC de partidismo, de vaciar la mesa de diálogo y de incumplir lo pactado.

Salir del callejón

Ahora bien, es distinto presionar a amenazar con una ruptura si antes del debate de política general ERC no cede. Es justo entonces cuando se encienden algunas alarmas en Junts: esta amenaza puede ser una alfombra roja para los que en Esquerra quieren expulsar a Junts del Govern.

Aragonès se ha de limitar a no moverse para situar a Junts en un callejón sin salida, para hacer que el búmeran se vuelva contra Turull, que en realidad no quiere salir del Govern, porque nadie mejor que él sabe qué significa perder el poder institucional en un partido que está formándose todavía y que tiene ante sí un reto gigante: las elecciones municipales de 2023.

Por eso, cuando Junts detecta este problema, decide de forma muy sutil tratar de deshacerse del ultimátum, mantener la presión, insistir en que la ruptura es posible y en que se consultará a las bases, pero ganar tiempo y decir que si Aragonès muestra buena voluntad, las decisiones se pueden posponer durante un tiempo. ERC juega además a presionar recordando a Junts que el contexto socioeconómico no merece un divorcio y que la responsabilidad de un gobernante es estar ahí y no abandonar la nave a penas un año y medio después de subirse a ella.

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