DIVISIÓN POR LA MONARQUÍA

La salida de Juan Carlos I pone a prueba la resistencia del Gobierno

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Juan Ruiz Sierra

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El 3 de agosto suele ser un día de sequía informativa. Al menos, política. Una visita protocolaria de un ministro aquí, una entrevista en radio a un diputado allí. Pero este 3 de agosto, lunes, fue completamente distinto. Antes de que comenzara una reunión entre la parte socialista del Gobierno y Cs, dentro de una renovada sintonía que quizá desemboque en los Presupuestos, Podemos ya estaba volcado en las críticas a sus socios en el Ejecutivo. Los morados, que no se sentían representados en ese encuentro, acusaban a Pedro Sánchez de "mirar a la derecha". Se trataba del mayor punto de fricción entre los socios en estos siete agitados meses de legislatura, pero aquello, en el fondo, era casi una anécdota comparado con lo que estaba a punto de llegar.

Rozando las seis de la tarde, la Casa del Rey emitió un comunicado que incluía una carta de Juan Carlos I a su hijo, el rey Felipe VI, en el que le informaba de su presuntamente voluntaria salida de España, en realidad forzada por las sombras de corrupción que han rodeado la figura del exjefe del Estado durante los últimos meses. Era una decisión conocida por Sánchez, que había presionado en público y privado para que el actual Monarca se separara de su padre, pero Podemos, un partido que a diferencia del PSOE es militantemente republicano, había permanecido ajeno. Sus principales dirigentes, empezando por su líder y vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, se desmarcaron por completo de lo que tacharon de "huída indigna".

La forma de Estado es un asunto mucho menos circunstancial que los apoyos que busca el Gobierno para sacar adelante sus proyectos en el Congreso. Cuando firmaron su coalición, el pasado diciembre, Sánchez e Iglesias pactaron que en las principales materias que les dividían, como la Monarquía o la crisis territorial en Catalunya, sería el presidente quien marcaría la pauta, y que el vicepresidente lo acataría, siempre con margen de maniobra para lucir perfil propio. Pero en ese momento, que tras la llegada de la pandemia del coronavirus parece muy lejano, no se preveía una medida tan drástica como el destierro de Juan Carlos I, una salida que está poniendo a prueba la resistencia del Gobierno, su capacidad de aguantar frente a las contradicciones internas.

Asumir las discrepancias

Las diferencias entre Sánchez e Iglesias sobre este asunto podrían interpretarse como el inicio de un desmarque para romper la coalición, una ceremonia previa en la que ambos dirigentes se cargan de razones para justificar que ya no da más de sí. Pero tanto uno como otro rechazan tajantemente que eso vaya a ocurrir. "Hay que naturalizar que en democracia se puede pensar distinto", señala Iglesias. "La legislatura será larga y fructífera", explica Sánchez.

No todos en el entorno del presidente apuestan porque las elecciones generales vayan a celebrarse dentro de tres años y medio, agotando la legislatura. Algunos creen que Sánchez aprovechará en fecha indeterminada el momento de mayor debilidad del PP frente a Vox para anticipar los comicios, pero hay unanimidad en que este episodio no romperá la coalición. Primero, porque España, en plena crisis sanitaria, social y económica por el coronavirus, "no puede permitirse" volver a la "inestabilidad". Después, porque las coincidencias entre Sánchez e Iglesias siguen siendo "altas" en la "mayoría" de asuntos. Y por último, debido a algo en apariencia paradójico: la debilidad de Podemos.

Los negros presagios electorales de los morados, que llevan cayendo en las urnas desde el 2016, ejercen de pegamento, argumentan los socialistas. "Ellos no van a romper en ningún caso", explican en el PSOE. Será Sánchez quien ponga punto y final, y si el presidente logra aprobar los Presupuestos del año que viene, con la colaboración de ERC o con la de Cs, habrá sentado las bases para aguantar varios años. En el 'caso Juan Carlos I', admiten en la Moncloa, hay algo de reparto de papeles, con Sánchez luciendo institucionalidad e Iglesias buscando capitalizar el descrédito de la Monarquía.

Mientras tanto, dentro del PSOE, un partido que ha dejado muy atrás los tiempos de permanente contestación interna, hay silencio. Pese a la inquietud por el efecto de este caso en los votantes más jóvenes, apenas ha habido voces críticas, más allá del pronunciamiento de las Juventudes Socialistas y de Izquierda Socialista, organizaciones con escaso peso que siempre han estado en contra de la Monarquía. Ni en público, ni en privado. "En los grupos de whatsapp nadie dice nada", explica un miembro de la dirección. Otro diputado, que reconoce su preocupación porque el PSOE "pierda su identidad republicana", ironiza: "Todos callados, como corresponde a una formación plural".        

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