LAS CONSECUENCIAS DE LOS DISTURBIOS
Temor y resignación en Urquinaona
Vecinos afectados por las protestas del viernes en Barcelona muestran su descontento con los manifestantes y la acción policial
Carles Planas Bou
Periodista
Periodista tecnológico entre el mundo digital y la política internacional. Centrado en capitalismo de plataformas, IA, vigilancia y derechos digitales. Excorresponsal en Berlín durante más de cuatro años, cubrió los gobiernos de Merkel, la crisis de los refugiados y el auge de la extrema derecha. También ha trabajado en Europa Central y en Canadá. Graduado en Periodismo por la URL y máster en Relaciones Internacionales por la UAB. Ha colaborado con TV3, TVE, Deutsche Welle, Catalunya Ràdio, El Orden Mundial o El Salto.
Carles Planas Bou
Son las cinco de la tarde y en la plaza de Urquinaona de Barcelona la calma de la mañana ha quedado sepultada por la tensión y los murmullos de la gente que empieza a concentrarse. Asfalto quemado, cristales rotos y trozos de calle sin adoquines evidencian la resaca tras una noche de enfrentamientos entre la Policía Nacional y miles de manifestantes que se ha saldado con hasta 60 heridos e imágenes de violencia policial incluso contra periodistas. Entre los disturbios, una voz poco escuchada: la de los vecinos.
Cuando este viernes Laura llegó a casa del trabajo, decidió que no volvería a salir a la calle. "Solo escuchas gritos y ruidos, como bombas, y sientes miedo e inseguridad", explica, frente al portal de la calle Fontanella. Hoy ha hablado con los vecinos de su bloque para saber si podía salir con tranquilidad. Preguntada por la manifestación independentista pacífica que movilizó a casi un millón de personas en toda Catalunya, asegura que le parece "genial". "Tenía amigos ahí, pero lo que pasó aquí me daba miedo", asegura.
"Nos jodemos"
En esa misma calle dos hombres charlan mientras cubren el escaparate con cartones. "Lo hacemos para protegernos", explica Vicens Viera, propietario de una tienda de aparatos de música y televisión de alta gama. Durante las virulentas protestas de ayer rompieron dos cristales y destrozaron parte de la acera. Tras 56 años regentando el local, explica que eso le ha pasado en otras huelgas y manifestaciones, pero que ahora "son más salvajes". "Esta calle es muy comercial, pero cuando hay manifestaciones se convierte en algo horroroso", remarca, resignado. "Nos jodemos".
Muchos de los comercios de la zona han ido cerrando a medida que se acercaban las seis, hora de la nueva concentración pacífica. "Es triste porque la gente se enfrenta entre sí en lugar de enfrentarse a los políticos", explica Daniel, trabajador de una hamburguesería en Via Laietana. Un poco más arriba, un parking tuvo que cerrar para evitarse problemas. Jimmy, su empleado, no puedo esquivarlos. Vino por la noche a relevar el turno de su compañero pero quedó atrapado entre los manifestantes. "De un momento para otro vino la policía y nos golpeó", explica, mostrando la marca rojiza de un porrazo en su pierna. "Había gente pacífica haciendo cánticos, pero a la Policía le daba igual, salieron de los coches para sacarnos a hostias". Este sábado ha regresado de Gavà a hacer las horas que no pudo hacer el viernes.
Vecinos divididos
Son las seis y cientos de personas se reúnen pacíficamente en Urquinaona cuando aparecen cinco furgones de la Policía Nacional y varios agentes tiran al suelo y golpean a quienes encuentran a su paso. Tras el cristal y los barrotes de un portal de la plaza, una anciana observa la situación preocupada. "Estoy triste, esto da pena", explica, tras comprobar que habla con un periodista. No quiere dar su nombre y pide que no publiquemos su dirección. Su familia observó desde las ventanas un fuego cuyo humo les entraba por las ventanas. "No eran catalanes los que hicieron esto, todo el mundo sabe que era gente venida de fuera para dañar Barcelona", remarca, convencida.
Una vecina baja al portal más exaltada. Tras unos instantes negándose a hablar con este diario, empieza a criticar lo ocurrido la noche del viernes. "Los independentistas son violentos", asegura. "Todos esos eran niñatos imberbes y borrachos a quienes les importamos una mierda". Antes de regresar a casa, la hija de la anciana se acerca y en un tono más conciliador insiste en que "los buenos independentistas son pacíficos". La puerta se cierra. Fuera siguen las protestas. Después de la tormenta ya no llega la calma.
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