LA ENCRUCIJADA CATALANA

Torra frente a Weber

Quim Torra

Quim Torra / ACN / MARIONA PUIG

Fidel Masreal

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Seguro que Quim Torra ha leído a Max Weber y conoce la dicotomía entre la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad. Seguro, también, que en su fuero interno, Torra ya ha optado. El 'president' encara la semana del debate de política general, la quincena de la sentencia del 'procés' y la tan cacareada estrategia de respuesta unitaria del independentismo con una incógnita: su propia continuidad. Se puede dar la gran paradoja de que el jefe del Ejecutivo catalán, que no tenía ni idea de que lo sería ahora, quiera seguir siéndolo, pero sus acciones le lleven a ser despojado del cargo. Veamos.

Torra ha dejado claro en los últimos meses a diversos interlocutores que él no puede retirar los lazos amarillos del Palau, que sus convicciones, su apoyo a los presos y a los 'exiliados' le llevan a actuar así. Que está convencido de que la libertad de expresión está por encima de la normativa de la Junta Electoral Central y del Trbunal Superior de Justícia de Catalunya. De hecho, en su conferencia en Madrid -una intervención a la que el Estado hizo de nuevo oídos sordos- defendió que las grandes libertades están por encima de la legalidad. Es decir: ética de las convicciones por encima de todo.

Esta apuesta personal puede llevar al 'president' a ser inhabilitado por la justicia. Pero la coincidencia con el debate de política general en el Parlament y la repetición de las elecciones generales (en este trajín inmediatista y de superposición de agendas en el que se ha convertido la política institucional) hacen que su juicio no llegue hasta noviembre y su sentencia, ya en el 2020. Ello da margen al 'president' para trazar, mientras, una estrategia hacia la independencia. ¿Cuál?

La hoja de ruta y las cuentas

La confección de una ruta unitaria es un trabajo más que arduo en el seno del independentismo. Torra tiene claro que la prioridad no es ni elecciones, ni proclamaciones, ni movilizaciones, lo cual no significa descartar nada de ello. Lo prioritario es el horizonte: la independencia. Ejercerla, dar el salto. Una vez decidido ello o constatado que no hay unidad al respecto (JxCat cree que ERC no es del todo independentista pese a su pedigrí histórico), el segundo paso consiste en definir los instrumentos para llegar a la cima.

Torra quiere acabar votando, pero antes prepara una respuesta a la sentencia que será institucional, social y también, en parte, desconocida: nadie en el independentismo político controla las posibles respuestas incontroladas de movimientos espontáneos del secesionismo que opten por acciones contundentes que pondrán a los Mossos contra las cuerdas.

De todo ello hablará Torra, pero sin detallar sus planes, en el debate de política general de la próxima semana. No puede hacerlo porque no están ultimados y porque el secreto es parte de la estrategia. Por ello, el 'president' se centrará en la necesidad de mantener la legislatura viva y, para ello, aprobar los presupuestos, que están encallados por falta de apoyos desde el 2017. Será todo un mensaje a ERC para que, en términos coloquiales, se ponga las pilas y no dé argumentos para un adelanto electoral que Torra no quiere porque a JxCat no le conviene, dado que este espacio anda buscando también un norte que evite la implosión entre sectores y liderazgos opuestos.

La gran paradoja

Pero la gran paradoja es que si Torra pide tiempo y no elecciones, sus acciones y sus convicciones le pueden llevar a todo lo contrario. Si desoye al TSJC y vuelve a mantener la pancarta pese al ultimátum y pese a que el Sindic de GreugesRafael Ribó, ya le instó a retirar los símbolos en camapaña, el juicio que afrontará en noviembre lo encarará con menos opciones de absolución. Parece que busque la inhabilitación, comentan en privado algunos posconvergentes.

Si el TSJC lo condena, habrá recurso al Supremo. Pero esta última instancia puede ratificar en poco tiempo la inhabilitación. Y entonces, automáticamente, el vicepresidente y líder de facto de ERC, Pere Aragonès, asumiría la presidencia y debería convocar un pleno del Parlament para investir a otro 'president'. Si nadie lograse mayoría -y ello es probable que suceda dado que ERC y la CUP deberían apoyar a un candidato de JxCat-, de forma también automática se precipitará el escenario que Torra dice no querer: las elecciones.

Por cierto y para evitar debates maniqueos, Weber no juzga cuál de las dos éticas es la buena. Y pide a un buen político que tenga pasión, al tiempo que responsabilidad. Y un tercer ingrediente: mesura o sentido de la medida.