Casado escenifica el viraje para reconquistar toda la derecha

Intervención de Pablo Casado en la clausura de la convención nacional del PP

periodico

Pilar Santos

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Pablo Casado se siente más poderoso que nunca como presidente del PP. El triunfo en las primarias de julio le supuso ganar el cargo, pero la convención nacional que se ha celebrado en Madrid le ha dado la autoridad moral que necesitaba para intentar reconstruir el partido tras la aparición de Vox y Ciudadanos. José María Aznar le ha ungido como el político capaz de iniciar la reconquista de todo lo que esté a la derecha del PSOE y también como el único que puede frenar el independentismo catalán. El expresidente ya se ha olvidado de Albert Rivera, al que hace solo unos meses consideraba el más adecuado para esa misión.

Casado cerró el cónclave con un discurso de más de una hora en el que escenificó su viraje a la derecha para atraer a los votantes que huyeron al partido naranja en tiempos de Mariano Rajoy o se sienten tentados de votar a los ultras. Tuvo palabras gruesas contra el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, contra los independentistas catalanes y la inmigración irregular y en favor de la prisión permanente revisable. Habló “sin complejos” y dio a los 7.000 participantes en la convención su ‘plan de Gobierno’.  

El PP está ya activado en 'modo precampaña' ante las municipales, autonómicas y europeas de mayo. Casado pidió a los suyos que repitan una y otra vez que "quien quiera que gobierne el PP tiene que votar al PP" y no se tiene que dejar embaucar por los que se ponen un "disfraz" o les versionan "en un karaoke". Quiere un partido “ancho”. Lo imagina como un árbol con las ramas “abiertas”, capaz de cobijar a toda la derecha. “No se puede unir España desuniendo el voto (…) Necesitamos liberar a España de la amenaza nacionalista y la rendición socialista”, exclamó entre aplausos.

Su prioridad, si llega al Ejecutivo, será aplicar el 155 en Catalunya sin límite de tiempo, "deponer el Gobierno", nombrar otro y controlar la educación, los Mossos, la recaudación, los medios y las instituciones penitenciarias. "Liberaremos a una sociedad secuestrada por una banda de fanáticos racistas y supremacistas con la impunidad de tener al Gobierno de España en sus  manos", afirmó. Considera que Sánchez ha vendido a España “por un plato de lentejas en la Moncloa”.  

“La cultura de la vida”

En políticas sociales, Casado situó a su partido como el "de la cultura de la vida", porque "no hay nada más progresista" que apostar por la vida y la familia, subrayó. El líder del PP quiso poner distancia con Vox, que reclama derogar la ley de violencia de género, y aseguró que su partido mantiene "un compromiso inequívoco" contra esta lacra social, algo que ve "compatible” con "intensificar" la protección de "niños y ancianos". 

Reafirmó su apoyo a la prisión permanente revisable y mostró su voluntad de ampliarla. "Los asesinos, violadores o pederastas donde tienen que estar es en la cárcel, no reincidiendo en la calle por el síndrome de Estocolmo de la progresía española", espetó.

Terrorismo e inmigración, juntos

El líder popular reclamó fortalecer la defensa frente al terrorismo islámico y declaró: "Quien venga a inocular odio, que se vaya". Un tono que nunca asumió Rajoy. Y a renglón seguido, uniendo en el discurso terrorismo e inmigración, Casado mostró su deseo de acabar con el "efecto llamada" de Sánchez.

Fuentes de la dirección del PP creen que Casado representa un “nuevo conservadurismo a lo español”, que busca "devolver espacios de libertad a los ciudadanos". “En ese sentido, Casado no es [Donald] Trump, es más [Ronald] Reagan”, aseguran sus asesores.

El discurso lo siguieron en primera fila, entre otros, Aznar, María Dolores de Cospedal y Juan Manuel Moreno, flamante presidente de Andalucía. Faltó Rajoy, que quiso que todos los focos fueran para el nuevo líder y, además, tenía “un viaje”, explicaron en Génova. Casado no le dio más importancia. En su equipo señalan que, “a nivel orgánico”, ningún presidente del PP lo ha tenido “tan fácil” como él ahora. Lo único es que va a tener que pasar el primer examen en un periodo más corto que Aznar o Rajoy. En las elecciones de mayo se verá si con su viraje ha conseguido atraer a los votantes descarriados.