FRANCESC MUÑOZ, GEÓGRAFO URBANO

«A Barcelona le faltan 30 años para llegar al no retorno de Venecia»

"Se ofrece BCN como un bistec mal hecho. Y la carne hay que saborearla"

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NÚRIA NAVARRO / Barcelona

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Da clases en la Autònoma, pero también en Venecia, donde las autoridades locales estudian huir del centro histórico porque el turismo lo ha vuelto insoportable. Esa doble residencia, y su competencia en geografía urbana, acreditan a Francesc Muñoz a esbozar un mapa para no perder el 15% del PIB y, de paso, a los ciudadanos.

-¿Le queda mucho a Barcelona para acabar como Venecia?

-Venecia está tan en un punto de no retorno que sabe mal. El suelo, sobre todo entre el puente de Rialto, el de la Academia y la plaza de San Marcos, está lleno de pegatinas de colores con números que los turoperadores dan a los turistas para que no se pierdan. Hace dos meses encontré una de esas pegatinas al lado de la catedral. Estamos en el momento cero del itinerario veneciano. A Barcelona le faltan unos 30 años.

-El descontento tiene base, pues.

-El impacto del turismo sobre el uso de las plazas, la desaparición de los comercios antiguos y la aparición de las marcas globales -eso que podríamos llamar expoliación del patrimonio colectivo- es un fenómeno contra el que rebelarse. Pero los barceloneses se quejan -y yo entre ellos- porque los cambios han sobrevenido de manera acelerada. El municipio no se ha avanzado a las dinámicas.

-¿Era eso posible?

-El gestor municipal debe entender que la planificación turística no es solo económica, también es social y cultural. Debe anticipar, por ejemplo, que si se ponen de moda las bicis se convertirán en productos turísticos. O mirar el calendario académico de las universidades del norte de Europa para prever las fiestas de jóvenes. O saber que lo que hacen los turistas también lo hacen otras poblaciones como los estudiantes internacionales, que están aquí durante seis meses. Debe tener un destacamento de antenas que detecten los cambios en el espacio público y confeccionar una agenda de temas a controlar. Por otra parte, ¿por qué vienen los turistas?

-¿Por 7,5 millones de razones?

-Porque Barcelona tiene una dimensión acogedora, no ha pasado por  procesos de destrucción salvaje de la trama urbana, es relativamente ordenada y su periferia tiene unas ratios de calidad aceptables. Pero eso que es tan atractivo puede dejar de serlo. En la mala gestión del turismo está el embrión del fracaso turístico.

-¿Diría que hay que ir cortando el chorro?

-No. No podemos vivir en una sociedad sin turistas igual que no podemos vivir en una sin inmigrantes. Forman parte del ADN de la ciudad en el siglo XXI. Las ciudades serán turísticas o no serán. ¿Por qué? Porque tenemos una supereconomía global montada sobre esto y una extrema facilidad de movilidad creada a base de vuelos baratos e internet.

-¿Entonces?

-El problema es la manera en que la ciudad se ofrece, que acaba generando unas dinámicas de copy-paste entre urbes y simplifica y banaliza la cultura local, de modo que el turista pierde interés y al residente no le queda otra que dimitir de su ciudad, para acabar sacando provecho, que es el punto perverso al que ha llegado Venecia. Hoy se está ofreciendo Barcelona como un bistec mal hecho. Y la carne hay que saborearla, a poder ser con buen vino.

-Dé la receta para que esté al punto.

-Tras el diagnóstico, toca actuar de manera transversal. ¿Qué hace el turista? Visita lugares, descansa y compra. Hay que administrar las licencias, decidir si se quieren proteger fachadas históricas, limitar o no la presencia de marcas globales, plantear una normativa para preservar el patrimonio urbano ordinario que ayuda a explicar la identidad de las calles...

-¿Y explicar adónde van a parar los dineros del turismo?

-Ahora tenemos una economía del turismo que funciona en una burbuja al margen de la ciudad, pero a cambio usa el espacio común, que encima se degrada, y para que esté potable hay que inyectar dinero para mantenerlo. Lo peor es sentirse cornut i pagar el beure. Deberían de ser capaces de redistribuir los réditos. Hacer una contabilidad como la que se hace en urbanismo. No todo puede ser business friendly. Si el ciudadano ve retorno, cambia la perspectiva.  

-¿Qué partido tiene todo eso en la cabeza?

-Barcelona en Comú es el partido que tiene más en la cabeza que no hay un reparto justo de las plusvalías de la ciudad. Sabe que el turismo genera un beneficio obvio, pero, al mismo tiempo, que hay que intentar que la cultura local no sea de vitrina de museo, sino algo que muta. Está bien que Barcelona sea diferente de Zamora y Zamora de Moscú, pero la cultura local debe estar viva y mirar al turismo de igual a igual.

-¿De igual a igual, dice?

-Manuel Delgado dice que tratamos a los turistas como a los inmigrantes, y estoy de acuerdo. En este sentido, Barcelona es muy burguesa. Ve al turista como una cosa extraña que ha aparecido en la ciudad y que no tiene derecho a estar en ella. Y creo que tenemos mucho que aprender del turista. Es más, propongo que en el pleno municipal entre un consejo de turistas al que se le consulte sobre qué echan de menos.

-Turistas. Cultura local mutante. ¡Ay la identidad!

-Queda mucha, lo que ocurre es que no lo queremos reconocer. La llegada masiva de inmigrantes globales, en lugar de cambiar la ciudad, la mantienen. Los chinos se han quedado con los bares de los andaluces, sirven la misma tortilla de patatas y evitan que se conviertan en McDonald's. Se está cocinando un nuevo concepto de cosmopolitismo.