NÓMADAS Y VIAJANTES

Kurdo malo, kurdo bueno

RAMÓN LOBO

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Kobani es el último símbolo de la guerra contra el Estado Islámico (EI), de lo que no está funcionando pese a los bombardeos. Esta ciudad siria de 40.000 habitantes es el centro de la lucha entre yihadistas del EI y los defensores kurdos. Su control es esencial: incluye el acceso a una parte de la frontera con Turquía: un paso para introducir voluntarios extranjeros, dar descanso a milicianos y sacar petróleo, la principal fuente de financiación del EI. Un millón de dólares al día, según la revista Foreign Policy, pero nadie lo sabe con certeza.

Lo real es que miles de civiles kurdos han abandonado sus casas por miedo. A los yihadistas les precede fama de terror, decapitaciones y violaciones. Es su marca, una de sus armas de guerra. Occidente propone crear una zona tapón en Turquía para permitir su asentamiento. La propuesta es ya un reconocimiento de derrota; todo el mundo sabe que esta guerra no se va a ganar desde el aire.

Turquía está tan cerca de Kobanique desde su lado se podía ver a milicianos del Estado Islámico en las calles. La bandera negra del grupo ondeó en uno de los edificios altos lo suficiente como para conseguir primeras páginas en los periódicos. Era un desafío; decir: estamos a la puerta de Occidente.

La aviación estadounidense, que la información oficial vende como aliada porque incluye, en teoría, franceses, británicos y ciertos países árabes, se ha esforzado en golpear las posiciones de los radicales en Kobani. Pese al alivio momentáneo en el terreno, la situación es desesperada para la milicia kurda y para los civiles atrapados. Una hilera de carros de combate de Ankara se dejan ver desde Turquía como advertencia, no como plan de ayuda.

El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha culpado a EEUU y sus aliados de la situación en Kobani. La estrategia no le ha funcionado dentro de su país: miles de kurdos-turcos han salido a las calles a protestar en una treintena de ciudades contra la pasividad del Gobierno. Los soldados volvieron a patrullar por primera vez en 22 años. En los lugares donde la violencia fue mayor, con asaltos a edificios oficiales, las autoridades declararon el toque de queda.

Al hablar de kurdos hay que tener en cuenta que Occidente los divide en tres tipos:  los buenos (de Irak), los malos (de Turquía) y los de la categoría no sabemos aún, no contestamos (de Siria e Irán). Hablamos de un pueblo que se siente país compuesto por unos 30 millones de personas esparcidas, en su mayoría, por estos países. El mayor número reside en Turquía, entre 11 y 15 millones; representan entre el 15,7% y el 25% de la población, según las fuentes.

Los kurdos (malos) de Turquía luchan por su autonomía y su lengua, igual que los más de seis millones de kurdos (buenos) de Irak, que representan entre el 15% y el 23% de la población.

La larga guerra

El Ejército turco, que es parte de la OTAN, mantuvo una larga guerra contra el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), la guerrilla (considerada organización terrorista por EEUU), la debilitó y detuvo a su líder Abdulá Ocalan. El  PKK ponía bombas y el Ejercito reprimía. Hay numerosas denuncias de violaciones de derechos humanos. A las guerrillas similares en Irak se les considera luchadores por la libertad.

Turquía es el punto débil de la supuesta alianza árabe-occidental contra el Estado Islámico. Los turcos no se sienten ni occidentales (fueron rechazados por la UE) ni árabes; son turcos, herederos de una gran civilización, de un imperio que llegó a las puertas de Viena. Ese orgullo desempeña un papel clave, como la idiosincrasia iraní.

Uno de los temores de Erdogan, y de ahí su nulo entusiasmo por la campaña aérea contra el EI, es que el desmembramiento de Irak termine en la creación de un Estado kurdo al norte de Bagdad, contagie a sus kurdos y reactive el problema.  Todavía no ha llegado el escenario catastrófico y el problema ya está en la mesa del presidente.

Petróleo y armas

Hay otro factor: el mercado negro de petróleo (y armas) beneficia su economía. El EI utiliza las mismas rutas, y otras similares, empleadas por Sadam Husein para burlar el embargo occidental con sello de la ONU.

Kobani demuestra que Obama se ha metido en un avispero. Cuenta, de momento, con el apoyo de la opinión pública, aún horrorizada por las decapitaciones de los rehenes, pero le fallan dos elementos esenciales en toda estrategia militar: definir el objetivo y tener una puerta de salida. La lucha contra el EI se parece, en sus errores, a Vietnam y ya sabemos cómo acabó aquello. Esta vez, EEUU no está solo, somos parte de su equipo.