Rigol y la lengua catalana

Joan Rigol, junto a los profesores Ribera, Lozano, Castiñeira y Arenas, fueron el alma mater del programa Vicens Vives de Esade. Una 'rara avis' del sistema educativo en el que los fundamentos humanistas son la base del aprendizaje. Dicho programa busca una apertura de conciencias y un descubrimiento de conceptos que tienen la virtud de abrir nuevas perspectivas a sus participantes y asimismo desarrollar las bases de un sólido espíritu crítico.

En el año 2007 tuve la oportunidad, como joven profesor de Esade, de participar en dicho programa, y ciertamente lo veo hoy como un punto de inflexión determinante. Joan Rigol se presentaba en muchas ocasiones a las diferentes conferencias, escuchaba con detenimiento e intervenía con suma moderación. Se podrían citar muchas anécdotas al respecto, aunque hoy me centraré en una de ellas. Un día de acalorado debate centrado en la lengua catalana y ya en el intermedio me acerqué a Joan y le dije: “En las Islas Baleares nos lo tomamos de forma más relajada, no vemos necesario tratar el tema con tanta pasión”, y él me contestó: “Si algunos no hubiéramos luchado por ello, quizás ahora tú y yo no estaríamos hablando en catalán”, a lo cual le respondí: “Joan, tienes toda la razón del mundo”.

Así es el programa Vicens Vives, en un solo momento puede bascular la forma en la que ves e interpretas el mundo. Pero para que así sea se necesita la buena influencia de referentes como Joan Rigol. De forma que cuando comparten algo lo hacen, no desde el interés personal o la simple ideología, sino desde una profunda convicción que se ha construido sólidamente a través de muchos años de estudio y experiencia. Ha llovido mucho desde 2007. Lo cierto es que desde aquel momento y desde una perspectiva humanista, Joan Rigol y el Vicens Vives contribuyeron a convertirnos en “observadores conscientes” y creo que es un buen momento, en reconocimiento a dicha inspiración, que comparta algunas de las pautas que después de 17 años se han observado en relación a la lengua.

Por ejemplo, una cierta ‘pauta de la división’. En concreto, en diferentes momentos se ha pretendido diferenciar los diferentes dialectos del catalán dando a entender que a los dialectos les correspondía entidad de lengua. En otros momentos se ha vivido, y se vive, la ‘pauta de la libertad y la igualdad’, que va directamente orientada a cuestionar la inmersión lingüística. Todo el mundo tiene el derecho y la libertad de elegir la lengua. Ciertamente una idea difícil de rebatir a primera vista. Aunque volviendo a los clásicos quizás encontremos un poco de luz. Por ejemplo, nadie negará que Adam Smith sea un referente del liberalismo. Si uno lee con detenimiento a Adam Smith efectivamente está a favor del liberalismo, y la libre competencia, pero, él mismo matiza: solo en las situaciones en las que los diferentes agentes compiten en igualdad de condiciones. Así pues, el liberalismo se convierte en oxímoron cuando el terreno de juego es desigual, lo cual es evidente en cualquier situación de dominio. Y, de hecho, un gobierno central está en situación de claro dominio tal como lo está un oligopolio en cualquier sector económico.

Por otra parte, no seríamos ecuánimes si no mencionásemos alguna pauta relacionada con los que defienden las lenguas minoritarias. Así pues, desde dicha posición se ha promovido por ejemplo una cierta ‘pauta de imposición’. Visto que en algunos de los estatutos se especificó el modelo de inmersión, se ha pretendido que es lo que hay y que no merece la pena ser discutido por nadie. Se olvida que todo necesita pedagogía y que todo debe de poder explicarse acorde a la evolución de los tiempos.

Y, llegados aquí, podemos decir que así se declina el liberalismo clásico, y eso también es una de las enseñanzas del Vicens Vives. En concreto, si nos basamos en John Stuart Mill, liberal es aquel que es capaz de contemplar, aceptar y sopesar las diferentes perspectivas y posiciones; y bajo un prisma crítico, ser capaz de integrar lo mejor de cada una de ellas.

En consecuencia, ya llegando al final del razonamiento, sería el momento en el que un referente como Joan Rigol, a partir de las pautas observadas, nos ayudaría a ponerlas en perspectiva tomando como referencia sólidos fundamentos. Por ejemplo, cabría matizar teniendo en cuenta que por debajo de dichas pautas pueden subyacer diferentes fuerzas que las impulsan: las buenas voluntades, la ignorancia, los intereses políticos y económicos o, quizás, el simple cinismo; probablemente en la sutil forma que nos lo podría plantear un Maquiavelo: como una simple realidad de la condición humana que experimentamos a diario.

Por otra parte, si tomamos a José Ortega y Gasset, se podría introducir el concepto de “variedad de situaciones” que había tomado prestado de von Humboldt. A partir de dicho concepto Ortega argumentaba que la fuerza de Europa se halla precisamente en el “equilibrio de su diversidad”. Concepto que quizás deberíamos rescatar para España no solo desde un punto de vista intelectual sino desde un punto de vista operativo, a modo de base legítima de nuestra convivencia.

En conclusión, si confiamos en la profundidad del pensamiento de Ortega, quizás uno de los grandes debates a sopesar es si conviene que las lenguas minoritarias vengan directamente promocionadas y protegidas de forma obligatoria por el Estado español; como bien de interés general. Quizás de esta forma otro gallo cantaría.

Ojalá la anécdota inicial que nos trae aquí suponga un grano de arena adicional a los debates a los que contribuiste, Joan, aunque desafortunadamente ya no tendremos tus siempre valiosos razonamientos. Gracias por ser un magnífico referente en el ámbito en el que te conocimos, y gracias por ayudarnos a ser mejores personas y ciudadanos. 

Juan Ramis-Pujol es profesor asociado del Departamento de Operaciones, Innovación y Data Sciences de Esade.