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Josep Maria Fonalleras
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Lo demás es literatura

Estos días hemos visto, a raíz de la muerte de Paul Auster, que la gran mayoría de obituarios han centrado el retrato del difunto novelista en la figura del azar. No decían ninguna mentira, por supuesto. Después resulta que viene todo lo demás. Y lo demás es literatura.

Paul Auster, en una imagen de archivo

Paul Auster, en una imagen de archivo

Una de las cosas que aprendes cuando estudias –sobre todo cuando te preparas para los exámenes y el grueso de lo que entra el temario supera tus capacidades memorísticas– es que todo puede reducirse a una fórmula, a un resumen, a un compendio. A un concepto, a una sucinta exposición que contenga la esencia de la materia. Un concentrado. Es lo que explicaba Woody Allen cuando confesaba que había leído “Guerra y Paz” en diagonal. “Va de Rusia”, decía.

O es el ejercicio que hace muchos años puso en práctica la revista Saber: proponer a varios escritores que redujeran los argumentos de las grandes obras a un par de rayas. Como mucho. “Un señor que lleva tiempo fuera de casa por asuntos diversos, decide volver a ver si todo sigue igual. Mientras tanto, vive un montón de aventuras”. Es “La Odisea”. “Es una señora que tiene palomas en casa y que siempre lo embadurnan todo”. Es "La plaza del diamante". Y Don Quijote podría ser el viaje de dos hombres de anhelos distintos en un universo reducido, el de la Mancha. Y así con todo. Lo demás es literatura.

Recuerdo que las obras más destacadas de Shakespeare se podían comprimir en pastillas que decían así: “Hamlet”, la locura; “Otelo”, los celos; Macbeth, el afán de poder. "Romeo y Julieta", el amor pasional. Tener claras estas ideas nucleares al menos te servía para afrontar los exámenes con unos mínimos aceptables. Después entraba la erudición del estudiante o, sobre todo, la capacidad de invención a partir de la fórmula.

Estos días hemos visto cómo ocurría algo similar a raíz de la muerte de Paul Auster. Una gran mayoría de obituarios han centrado el retrato del difunto novelista en la figura del azar. “Escritor del azar”, “La música del azar despide a PA”, “El inventor del azar”; "El mago del imprevisto y del azar". Y etcétera. Si en uno de los próximos exámenes sale una pregunta sobre su legado, el estudiante ya sabe qué debe hacer, al menos como recurso inicial. No decían ninguna mentira, por supuesto. Después resulta que viene todo lo demás. Y, como decíamos antes, lo demás es literatura.

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