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Andreu Claret

Andreu Claret

Periodista y escritor. Miembro del Comité editorial de EL PERIÓDICO

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Aznar, hoy, se iría de rositas

¿Alguien cree que sería posible, hoy, cambiar la opinión de millones de votantes del PP en pocos días?

José María Aznar, durante su comparecencia del 11 de marzo de 2004.

José María Aznar, durante su comparecencia del 11 de marzo de 2004. / David Castro

Aquel maldito jueves yo estaba en el Institut Europeu de la Mediterrània (IEMed), en Barcelona, cuando saltó la noticia. Varias bombas habían provocado una masacre en la estación de Atocha de Madrid. El Gobierno lo atribuía a ETA. ¿Por qué no, si ETA tenía en su sangriento haber cientos de asesinatos? Incluso José Luis Rodríguez Zapatero, o el lendakari vasco lo creyeron. Sin embargo, en el equipo del IEMed las dudas fueron inmediatas. Olía a atentado yihadista. Decidí llamar a Omar Azziman, ministro marroquí de Justicia, con el que tenía cierta amistad. No tenía pruebas, pero coincidíamos. Sobre las 12, me devolvió la llamada para expresar su pésame. Ya no tenía duda alguna. Era obra de Al Qaeda. Lo hice saber al presidente de la Generalitat. Mientras esto ocurría, José María Aznar llamaba a los directores de los medios. El director de TVE, Alfredo Urdaci, el de 'El Mundo', Pedro J. Ramírez, y el de la Cope, Federico Jiménez Losantos, se ponían manos a la obra, al servicio de la mentira. 

Al Partido Popular todo se le vino abajo por el SMS enviado por una estudiante: "¿Aznar de rositas? Pásalo". El texto se hizo viral y Zapatero ganó las elecciones. Una iniciativa cívica pudo con un bulo institucional. ¿Qué ocurriría hoy? No sería tan fácil ganarle la partida a Aznar. Al menos, ganarla a tiempo. Aquel SMS llegó a buena parte de los 20 millones de españoles que tenían servicio de mensajes. Cogió desprevenido al PP, y unos tres millones de electores cambiaron su voto en tres días. Hoy, aquella estudiante publicaría un WhastApp, o un mensaje en Twitter, Facebook o Tik-Tok. Con mucha más difusión, pero menos credibilidad, porque desde el primer momento las redes se llenarían de un barro que nada deja ver. Su "¿Aznar de rositas?" sería un mensaje más. Ángel Acebes, el siniestro ministro del Interior, pondría en danza rumores e insidias, contrataría a cientos de 'trolls' para crear confusión, mantener vivas las dudas, apelando a las emociones (como hizo Trump en las elecciones del 2016, con la ayuda de Vladímir Putin). Es probable que Aznar hubiera conseguido ganar tiempo y que la verdad completa no se hubiese sabido hasta después de la victoria de su candidato, Mariano Rajoy.  

La diferencia más importante entre 2004 y 2024 está en los algoritmos que dominan las redes. Aquellos tres millones que cambiaron su voto son prisioneros, hoy, de una burbuja informativa sustentada en verdades paralelas e impermeable a otras fuentes o puntos de vista. ¿Alguien cree que sería posible, hoy, cambiar la opinión de millones de votantes del PP en pocos días? Los inicios del nuevo mundo digital nos llenaron de optimismo, pero su evolución ha sido menos fascinante. Desde la irrupción de las plataformas, mentiras como la de Aznar –lo que hoy llamamos 'fake-news'– tienen más posibilidades de imponerse. Al menos durante un tiempo suficiente como para evitar consecuencias políticas en nombre de la verdad. Y es que la verdad ya no existe. Vivimos en el mundo de la post-verdad.

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