Limón & vinagre

Teresa Jordà: sin aspavientos

La actual diputada recibió una llamada telefónica que escuchó atentamente. Su interlocutor, Carlos Floriano, colega del PP. ¿Se sentarían a hablar? Ella contestó que lo veía difícil, pero que lo consultaría

La diputada de ERC, Teresa Jordà

La diputada de ERC, Teresa Jordà / ÁNGEL GARCÍA MARTOS

Josep Cuní

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 A horas del veredicto de las urnas gallegas una intranquilidad latente acecha a la derecha española. A pesar de la dificultad de perder aquellas elecciones autonómicas porque el PP parte con una ventaja que debería darle tranquilidad, la incertidumbre recorre su espina dorsal. Tanto por los errores propios avanzados en julio y ahora reiterados, como por la salmodia de la izquierda vencedora de unos comicios que históricamente se le resisten. 

Esto último tiene que ver con la necesidad de motivar al electorado progresista más abstencionista en la participación regional que en la general. Sin embargo, su predominio en el llamado frente atlántico a diferencia del interior podría permitirle el giro que solo consiguió una vez. Y en coalición, como ahora si se da el caso. Un vuelco nada fácil, pero estimulante retóricamente, que contrasta con los argumentos defensivos de quien, además de la Xunta, se juega el prestigio del líder popular que abandonó Galicia tras cuatro incontestables mayorías absolutas para alcanzar una Moncloa aciaga. Y es que España no es Madrid por mucho que se lo crea su presidenta, pero un determinado y potente Madrid sí que quiere ser España. Toda. Y en el exceso está su debilidad. De ahí el error de exportar conceptos válidos para un todo, pero inútiles para una parte. 

Poco le importa a un gallego la amnistía y, sin embargo, el PP la ha metido con calzador para no desactivar un discurso que esta semana se ha demostrado falaz. Y todo porque “una fuente de máximo nivel” (sic) popular se soltó ante 16 medios pretendiendo silenciarlos posteriormente. Y todo lo desmentido ha chocado con el relato convertido antes en lema de manifestaciones y azote de gobierno. Negociación abierta con Junts, terrorismo inexistente, amnistía estudiada, indulto para Puigdemont asegurado y todo lo que se terciara para ser investido. No fue. Y vino Sánchez con lo mismo y él sí que se aseguró el honor. La gloria la decidirá la historia.  

En esas, y por el infantil enfrentamiento independentista, Esquerra Republicana no quiso ser menos y aseguró un intento de seducción de los populares que no prosperó. Lo denunció Marta Rovira, pero su protagonista fue Teresa Jordà i Roura (Ripoll, 19 de junio de 1972).

Agosto. La actual diputada recibió una llamada telefónica que escuchó atentamente. Su interlocutor, Carlos Floriano, colega del PP. La propuesta era de sondeo. ¿Se sentarían a hablar? Ella contestó que lo veía difícil, pero que lo consultaría. El resultado es conocido. 

El episodio demuestra la capacidad para el diálogo abierto sin renunciar a nada de la exalcaldesa y exconsellera. Y al contrario de lo que ahora se lleva, mantener puentes y no perder de vista la obligación ante la devoción. Ya lo hizo, por ejemplo, cuando José Bono visitó Ripoll como ministro de Defensa y le recibió como marca el protocolo. En la acera de enfrente, una concentración de repulsa que en otras condiciones habría contado con su presencia. Pero no sucumbió a la tentación porque la historiadora supo qué representaba y cuál era su responsabilidad. La misma que ahora le lleva a defender el trabajo en Madrid contándolo con la frescura de quien no necesita de dobleces porque se cree lo que hace y lo cuenta tal cual. Incluso con algún taco. Con naturalidad, la más difícil de las poses. 

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