Subcontratación

Vergüenza laboral en el Camp Nou

Resulta muy lamentable que el club, conocedor de lo que sucede en su estadio, siga mirando hacia otro lado

El Camp Nou en obras, este enero.

El Camp Nou en obras, este enero. / MANU MITRU

Jordi Alberich

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Finalmente, la Inspección de Trabajo acredita la certeza de las repetidas denuncias de EL PERIÓDICO acerca de las graves irregularidades laborales que se vienen dando en la remodelación del Camp Nou. Desde hace más de medio año, este medio ha detallado prácticas abusivas tales como pagar por debajo del convenio, cotizar por menos horas, alargar la jornada laboral o contratar de manera irregular. Una manera de proceder que ha convertido la modernización de uno de los espacios más emblemáticos de Catalunya en un inaceptable infierno laboral. 

El Barça encargó la reforma de su estadio a la constructora turca Limak, en una decisión sorprendente pues Esta era una empresa completamente desconocida en nuestro país. En su estreno, los turcos han tardado poco en recurrir a las tradicionales pirámides de subcontratación, trasladando la ejecución de la obra a decenas de pymes. Una práctica que facilita aumentar los márgenes a costa de degradar las relaciones laborales. A la espera de los dictámenes de las autoridades, podemos extraer algunas conclusiones de este episodio. 

Así, ante la creciente complejidad de la actividad económica es cada vez más imperiosa la necesidad de una buena regulación e inspección. En este sentido, se está a la espera de trasponer a nuestro ordenamiento la directiva comunitaria para unas condiciones laborales transparentes, pendiente de aplicación desde agosto de 2022. Una iniciativa europea para evitar la indefensión del empleado en casos como el que nos ocupa. 

A su vez, prácticas como las denunciadas perjudican mucho la imagen de un empresariado que, mayoritariamente, desarrolla dignamente sus responsabilidades. Sin embargo, tiende a callar demasiado ante prácticas abusivas de unos pocos que deterioran la imagen de todos. A menudo, critica justamente a las administraciones por su innecesaria o excesiva regulación, pero también debería alzar su voz contra las prácticas amorales de otras empresas. Una falta de ética que se multiplica cuando grandes corporaciones, como puede ser el caso de Limak u otras por todos conocidas, recurren a prácticas abusivas y simultáneamente, a menudo de la mano de prestigiosas escuelas de negocio, diseñan políticas de supuesta responsabilidad social con las que disimular su verdadera personalidad.  

El Barça puede argumentar que la responsabilidad legal recae sobre Limak. Y es cierto, pero por encima de la estricta legalidad, no se puede renunciar a la ética, por lo que resulta muy lamentable que el club, conocedor de lo que sucede en su estadio, siga mirando hacia otro lado. Además, la entidad se precia de ser más que un club de fútbol, para considerarse como una de las referencias troncales de la personalidad catalana desde hace más de un siglo.  

La duda razonable es si este caos laboral se da tan solo en la remodelación del Nou Camp. Lamentablemente, no estamos ante una excepción turca. Por ello, la magnitud y trascendencia de lo que sucede en el estadio culé debería servir para acabar radicalmente con estos hechos. Una sociedad decente no puede quedarse tan tranquila y tampoco puede esperar que sean los medios más comprometidos los que se lancen a destaparlos.

Todo ello lleva a felicitar aún más a EL PERIÓDICO por averiguar y denunciar unas prácticas propias de unos tiempos que creíamos superados. Pese a lo miserable de los hechos, me quedo con el agrado de que el buen periodismo sigue teniendo todo su sentido. Especialmente si aspiramos a esa sociedad decente.

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