Ya no hay perdices para todos
Relacionar inmigración con delincuencia está en la primera lección de xenofobia, y ahí anda Junts. Ahora que pacta con el gobierno de España, la mira ha virado hacia los inmigrantes
Emma Riverola
Escritora
Junts coquetea con el discurso antiinmigración. En realidad, no es extraño. La mayoría de las derechas europeas lo está haciendo. Quizá la novedad radica en que, al fin, está mostrando sin complejos su carácter conservador. Ha costado. Durante los años del ‘procés’ se dedicó a abonar la ficción de que la justicia social era su principal pulsión. Aquel cuento que, invariablemente, acababa con una Catalunya independiente y perdices para todos.
Fue un buen relato para ellos. Convergència se desprendió del traje de los recortes y la corrupción y lució prendas nuevas. Un cambio de armario para crear la farsa de que soberanismo y progresismo iban de la mano, convirtiendo a los partidos de izquierda no nacionalistas en fachas sin remedio. Ay, el nacionalismo.
Hasta el 11 de febrero, en el Teatre Nacional de Catalunya brilla ‘La filla de l’est’. Una excelente (ocurrente, impactante, perturbadora) adaptación de la (también excelente) novela ‘La hija del Este’, de Clara Usón. La obra está centrada en el delirio nacionalista que desató la guerra de los Balcanes, pero también nos sitúa en esta Europa de refugiados y migrantes, de risas y música indiferentes al sufrimiento, de miradas envenenadas y muros que crecen.
El planeta se nos está poblando de muros. Barreras físicas que no impiden la llegada de inmigrantes, pero que multiplican su sufrimiento y reconfortan a una población contagiada del virus del miedo. Muros que estigmatizan, que convierten en indeseables a quienes aspiran a franquearlos. Muros hechos de cemento y concertinas, pero también de palabras. Relacionar inmigración con delincuencia está en la primera lección de xenofobia, y ahí anda Junts. Aunque su chapoteo en esas aguas no es nuevo. Basta recordar aquellos tuits de su diputado Joan Canadell: “España es paro y muerte” (en plena pandemia) o su insistencia en llamar “colonos” a los catalanes no independentistas. Ahora que Junts pacta con el gobierno de España, la mira ha virado hacia los inmigrantes.
‘La filla de l’Est’ nos muestra cómo el nacionalismo puede calar el alma hasta envenenarla. Ninguna dosis es inocua. Pasados los días de embriaguez del ‘procés’, desvestida la farsa de que todas las fuerzas soberanistas compartían un mismo horizonte de justicia social, todo va quedando más claro. El péndulo que marca la vida de la ciudadanía, el que determina las políticas sociales y la convivencia, oscila a izquierda y derecha. Y es en la derecha, en esa derecha enmarcada en Europa, donde la extrema derecha está consiguiendo su aval.
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