Desperfectos

A dos pasos de Taiwán

China lleva décadas diciendo que la independencia de la isla significa “guerra”, pero sus amenazas generalmente son de cautela confuciana

Elecciones presidenciales en Taiwán

Elecciones presidenciales en Taiwán

Valentí Puig

Valentí Puig

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Aunque la globalización pueda quedar estancada en cualquier momento, lo que pase en el mundo ya no solo tiene que ver con grandes escenarios de temporada. Está a la vuelta de la esquina, cada mañana, por mucho las opiniones públicas nacionales se ensimisman y desentienden pronto de Ucrania o del terrorismo en el mar Rojo. Las instituciones europeas han hecho los mil intentos por suscitar un 'demos' europeo, pero seguimos los avances y retrocesos de la integración europea de modo intermitente y anecdótico. 

La escena internacional fatiga, más incluso que la nacional: el expansionismo de Putin ha pasado a segundo término, el chavismo ya no está en los titulares, Gaza se difumina en los titulares del mismo modo que han importado poco las elecciones en Taiwán, la isla que los navegantes portugueses llamaron Formosa, aunque sea uno de los puntos de riesgo geoestratégico. 

Estamos a dos pasos de Taiwán todos los días, pero seguimos ubicándola vagamente, en términos exóticos. Este año tan electoral de 2024 comenzó en Taiwán la semana pasada y nos puede dejar pasmados en noviembre, cuando se sepa quién va a residir en la Casa Blanca. Aunque Trump sigue en cabeza y con ventaja, Iowa no es significativo y es mejor esperar a ver que deciden los votantes republicanos de New Hampshire.

Con el nuevo presidente de Taiwán, William Lai, ¿cómo se comportará la China de Xi Jinping? A diferencia del viejo partido Kuomintang –que tuvo que irse de la China continental al ganar los comunistas de Mao la guerra civil-, Lai no rehúsa declarar la independencia de la antigua Formosa que Pekín considera suya. El estrecho de Taiwán va a ser todavía más zona de alto riesgo. Lo que ha hecho China en Hong Kong desalienta a los taiwaneses. Es geopolítica y geo-economía. La gran fábrica de semiconductores que es Taiwán sería el pastel de cumpleaños para la China post-Mao que comienza a inquietarse económicamente.  

China lleva décadas diciendo que la independencia de Taiwán significa “guerra”, pero sus amenazas generalmente son de cautela confuciana. Las redes sociales que el Partido Comunista Chino controla han actuado durante las elecciones de Taiwán, aliado preferencial de los Estados Unidos. Taiwán está en un cambio generacional: los jóvenes, más distantes de Pekín; los mayores, sin ganas de cambios bruscos, dispuestos a no contradecir su 'statu quo' fáctico con una China continental que se siente más cómodo con los posibilismos del viejo partido nacionalista fundado por Chiang Kai- shek -máximo enemigo de Mao- que con el independentismo del Partido Democrático Progresista del electo William Lai. 

Como los tigres del sudeste asiático, Taiwán está en los mejores escaparates del crecimiento económico, sumándose a una asombrosa paradoja: una isla de 36.000 km², sin grandes recursos naturales, crece y progresa incesantemente mientras que una Venezuela -extensa y abundante en petróleo-, está en bancarrota por haber abandonado el Estado de Derecho y la economía de mercado. Es otra fotografía del antes y después de un mal que consume, como la miseria en Corea del Norte y la abundancia en Corea del Sur. 

Es predecible, y más aún si Trump regresa a la Casa Blanca, que el emperador Xi Jinping procure aproximarse al archipiélago institucional que es la Unión Europea. En esta nueva circunstancia, ¿cómo actuará Bruselas para responder provechosamente -y según sus deseos ocultos- sin provocar tensiones con Washington? Cada vez está más claro que a la Unión Europea le ha llegado la hora del euro-realismo.