Tras el 'procés'

Sancionar y rascar, todo es empezar

De haber conseguido sus propósitos, ahora no cabríamos en el nuevo país llamado Catalunya, con todas las empresas del mundo instalándose aquí, unas por voluntad propia, las otras bajo amenazas

La presidenta de Junts, Laura Borràs; el secretario general de Junts per Catalunya, Jordi Turull; el expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, y la diputada de Junts, Miriam Nogueras, a su llegada al Parlamento Europeo

La presidenta de Junts, Laura Borràs; el secretario general de Junts per Catalunya, Jordi Turull; el expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, y la diputada de Junts, Miriam Nogueras, a su llegada al Parlamento Europeo / Europa Press

Albert Soler

Albert Soler

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Lo de multar a las empresas que se fueron de Catalunya y no quieran volver es una brillante idea, pero creo que JuntsxAmenazar (o como se llamen hoy) se queda corto: debería sancionarse a todas las empresas del mundo que no se instalen en Catalunya. Para que aprendan. Que sepan esos de Boeing, Apple y Tesla, incluso el banco chino ICBC, que con nosotros no se juega, que ya están trasladando al Empordà su sede social, sus instalaciones y sus trabajadores, o se las van a ver con nosotros, menudos somos.

Ya sé que la biblia aconseja querer más a la oveja descarriada que regresa que a las 99 que se quedaron en el corral, pero es que en aquellos tiempos todavía no se había popularizado la nueva política económica de JuntsxNuevotestamento, o como se llamen. La nueva versión de la parábola dice que a la oveja descarriada hay sancionarla para que regrese, y con las que nunca han estado en nuestro corral, hay que hacer una barbacoa.

¿Acaso no son tan culpables las empresas que nunca han venido a Catalunya como las que estaban aquí y se marcharon? Lo son incluso más, ya que al no haber pisado jamás esta tierra de promisión, nos han hecho un feo, y eso sí que no. Va siendo hora de reclamar responsabilidades a tantos empresarios que, quien sabe por qué oscuras razones, al crear sus negocios, prefirieron asentarlos en cualquier parte del mundo antes que en tierra catalana. Si hay que multar al que estaba en Catalunya y se marchó, el que nunca ha venido merece por lo menos la cárcel y que sus bienes sean confiscados. Ya que no entienden por las buenas dónde han de implantarse, que lo aprendan por las malas.

Hubo un tiempo en que las empresas se ubicaban donde mejor conviniera a sus intereses, así de estúpidos eran sus dueños. Ese tiempo finalizó, ahora deben establecerse allá donde le plazca a JuntsxPlanificar, o como se llamen hoy, y ese lugar es Catalunya. Cuando JuntsxRacismo -o como se llamen hoy- calificaba a Catalunya de “tierra de acogida”, hubo quien creyó, equivocadamente, que se refería a refugiados extranjeros. De eso nada, se trataba de acoger empresas, aunque para acogerlas fuera preciso amenazarlas. Los inmigrantes, cuanto más lejos mejor, que encima que les ponen a sus hijos nombres poco catalanes, capaces son de hacerse camareros y hablarnos en castellano, solo por joder.

Fue una verdadera suerte que los promotores de la republiqueta fueran a la vez inútiles y cobardes, una combinación de aptitudes que se da en la clase política catalana como en ninguna otra. De haber conseguido sus propósitos, ahora no cabríamos en el nuevo país llamado Catalunya, con todas las empresas del mundo instalándose aquí, unas por voluntad propia, las otras bajo amenazas. Uno no podría salir a la calle sin que una nueva fábrica, industria o polígono le impidiera el paso.

Lo raro es tener que amenazar a sociedades y firmas para que regresen, las unas, y para vengan por vez primera, las otras. ¿Cómo no se trasladan a Catalunya por su propia cuenta, con alegría, besando los pies de todos los catalanes que encuentran a su paso, agradecidos de que les aceptemos en la mejor tierra del mundo a pesar de no ser de los nuestros? Seguro que al final no será necesario sancionar a nadie, y van a volver todas las empresas que se largaron, acompañadas de las que nunca estuvieron aquí pero ahora tendrán muchas ganas de conocer Catalunya.

La inseguridad jurídica atrae al dinero, nada gusta más a los empresarios que afincar sus negocios allí donde la ley cambia de un día para otro en función de con qué pie se levanten sus dirigentes. Y si es bajo coacción, mejor todavía, no hay más que ver lo que han conseguido con la lengua catalana: gracias a amenazas, denuncias y sanciones, pronto no la hablará ni la Moreneta.

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