Usos lingüísticos

Hacer más útil el catalán

Cada vez más la ‘lingua franca’ entre los jóvenes es el castellano, mientras que el catalán presenta un coste que solo una minoría concienciada asumirá

"Lo más importante para un adolescente es seguir la norma, y la norma es el castellano"

Un 14% de jóvenes que tienen el catalán como lengua materna han hecho del castellano su lengua habitual

Ilustración.

Ilustración. / Leonard Beard / Leonard Beard

Marçal Sintes

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“Yo, como sabes, hace tiempo que me estoy planteando retirarme, y una de las razones, entre otras, es que creo que mis nietos no van a entender las novelas de su abuelo. Esto del catalán en dos o tres generaciones se habrá perdido, se habrá convertido en una cosa extraña para la mayoría de la juventud”. Son palabras de un escritor catalán y en catalán con una larga trayectoria a sus espaldas y que colecciona una muy importante lista de premios. Este amigo mío se expresa así cuando aparece en la conversación la cuestión de la lengua. 

El novelista hace tiempo que se ha dado cuenta, como cualquiera que tenga oídos, que cada vez más la ‘lingua franca’ entre los jóvenes es el castellano. Lo leíamos el lunes día 8 en este diario, que se hacía eco de los resultados de la Encuesta a la Juventud de Catalunya, de la Generalitat. En el reportaje publicado por EL PERIÓDICO DE CATALUNYA se explicaba cómo el uso del catalán se ha desplomado entre los jóvenes en los últimos años. Entre los ejemplos, aparecía el caso de dos primas de familias catalanohablantes que, al encontrarse, conversaban entre ellas en castellano. Este hábito está muy extendido, y se reproduce entre los amigos y en los grupos y pandillas. Pasa igualmente cuando los jóvenes se dirigen a alguien por primera vez, entran en un bar, en un comercio o cualquier otro establecimiento. Lo que resulta ‘normal’, en el sentido de neutro, es el castellano, mientras que el catalán está connotado, lo que genera incomodidad, es decir, presenta un coste que solo una minoría concienciada asumirá. Así, y también de otras maneras -no todo tiene que ver con el comportamiento de la juventud-, es como el catalán va empequeñeciéndose, y cada vez es menos compartido en Catalunya.

No me veo personalmente capaz ni, de todas maneras, dispongo del espacio suficiente para intentar determinar por qué esto sucede y de una forma tan evidente. Pienso, sin embargo, que está relacionado con la globalización. La globalización, con un fuerte componente cultural, está ejerciendo una presión enorme sobre las lenguas medianas y pequeñas, más aún si no cuentan con un Estado fuerte que las defienda con determinación. El español, con centenares de millones de hablantes en todo el mundo, y oficial en una larguísima lista de estados, resistirá perfectamente la globalización, incluso forma parte de ella y se puede ver beneficiado. El catalán, en cambio, lo tiene, a mi parecer, mucho más complicado.

Naturalmente, disponer de un Estado que, en el mejor de los casos, es reticente a asumir el catalán y la diversidad de identidades como un activo, como un patrimonio, tampoco ayuda. Ni que, por ejemplo, mientras que el castellano es obligatorio en España, el catalán solo sea un derecho, y frecuentemente escamoteado, en Catalunya, el País Valenciano y las islas Baleares. O el continuo cuestionamiento de la enseñanza en catalán. Aun así, tengo la impresión de que esto solo es una parte y, seguramente, no la principal del problema. Como tampoco, al menos de momento, los esfuerzos para arrinconar el catalán y hacerlo desaparecer lo más pronto posible, impulsados por un amplio flanco del nacionalismo español. Un afán -acabar con una lengua, una cultura y una identidad- que supone una atroz bajeza moral. Sin embargo, la independencia de Catalunya tampoco garantizaría el futuro del catalán. Proporcionaría más herramientas para hacer políticas en su defensa, ciertamente, pero no aseguraría nada.

Un fenómeno similar y paralelo a lo que ocurre entre los jóvenes se da también entre las personas que llegan de fuera -la estructura demográfica de Catalunya no se puede perder de vista al abordar la cuestión de la lengua- y no conocen el catalán. Cuando sopesan costes y beneficios llegan a la conclusión de que vale más la pena aprender el castellano (en el caso de los latinoamericanos, ni les hace falta). Les es más útil. Máxime cuando la inmensa mayoría se dirige a ellas en castellano (muchos catalanes continúan cambiando de idioma ante un desconocido) y al mismo tiempo ven que todos los catalanes hablan en castellano, pero solo una parte en catalán (el monolingüismo se da solo en castellano). Es lo mismo de lo que se da cuenta cualquier persona nacida en el extranjero en una familia catalanohablante y que no domina el castellano. Enseguida descubrirá, al pisar Catalunya, que solo con el catalán no se puede vivir con normalidad, cosa que no sucede con el castellano.

La clave, creo, radica en hacer del catalán una lengua realmente compartida y de país, y trabajar para hacerla más útil, más ventajosa, cosa que alcanza multitud de diferentes aspectos. Incluyo, en esta idea de ‘utilidad’, todos aquellos motivos y razones que pueden llevar a alguien a invertir tiempo y energía en dominarlo y usarlo en su día a día. Esto resulta vital y a la par complicado cuando alguien dispone de una alternativa como el español o castellano.

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