Nombres

Los primeros no catalanes del año

Para que los guardianes de la catalanidad consideren catalán a un recién nacido, no basta con que nazca en Catalunya, sino que debe tener nombre inequívocamente catalán

El primer catalán del año nace en la Seu d'Urgell poco después de medianoche

Nacimiento de un bebé.

Nacimiento de un bebé. / Carlos García Rawlins

Albert Soler

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Una tradición tan catalana en estas fechas como los canelones o moler a palos al tió, es lamentar el nombre que sus papás ponen a los primeros bebés del año. A los catalanes de bien nos gusta que los niños de los demás se llamen como nos gusta a nosotros, otra cosa será alimentarlos, eso no, el nombre tiene que ser de nuestro agrado pero después que se encarguen sus familias de mantenerlos. Esta vez al primer catalán le han puesto Jacob, y ni siquiera siendo nombre de patriarca bíblico se ha librado de las críticas, tomen nota quienes se llamen Isaac o Abraham, sepan que empiezan a ser sospechosos de poco catalanes, da igual dónde hayan nacido, el nombre hace la catalanidad. Ni siquiera los Moisés se salvan, y eso que lo de tirarnos años en pos de la tierra prometida sí que es catalán.

El resto de neonatos, por regiones sanitarias, se han llamado Mateo Alexander, Eithan, Inass, Darion Lucas y Ayah, uno diría que los padres de recién nacidos se ponen de acuerdo para poner de los nervios a los defensores de las esencias catalanas. A esos ya no los salvamos, pero quienes tengan intención tener hijos en un futuro, han de tener en cuenta que para que los guardianes de la catalanidad consideren catalán a un recién nacido, no basta con que nazca en Catalunya y con que los padres vivan y trabajen también en Catalunya, sino que debe tener nombre inequívocamente catalán. No crean que esa regla se limita al primer niño del año, aunque ciertamente la tradición obliga a menospreciar e insultar a los nacidos el 1 de enero -por supuesto-, a sus familias, que cometen el pecado de inscribir al chaval con un nombre equivocado: es también costumbre rasgarse las vestiduras cuando se publican los nombres más habituales de todo el año en Catalunya, y alguien hace notar que Joan ya no figura en las primeras posiciones. Así el refrán 'De Joans, Joseps i ases n’hi ha a totes les cases' pierde toda razón de ser, aunque, por fortuna, como denotan las reacciones a los nombres de recién nacidos, la proliferación de asnos en los hogares compensa con creces la falta de Joans y de Joseps.

Si unos padres pretenden que, además de un pan bajo el brazo, su hijo traiga también un carnet de catalanidad en la boca, deben ponerle Pol, Nil, Roc, Iu, Bru, Biel y en este plan. Antes los nombres monosilábicos se le ponían al perro, para que aprendiera rápido como se llamaba. Ahora se les ponen a los hijos de catalanes auténticos, supongo que, por el mismo motivo, los resultados del informe PISA aconsejan no ponerles muchas dificultades de aprendizaje a los catalanitos, empezando por su nombre. Uno le pone hoy al niño Frederic (Margarita si es niña) y con tantas sílabas el pobrecito llega a la universidad sin saber cómo se llama. Un drama.

Los más listos han sido los padres del primer recién nacido de la provincia de Girona, que aseguraron no saber todavía el nombre que llevaría su retoño. Hacen bien, cualquiera se atreve a hacerlo público en Catalunya, donde te lapidan si no gusta a todos. Yo de ellos haría un referéndum para consultarlo, a los catalanes nos encantan los referéndums, si organizamos uno para dar a luz a una republiqueta imaginaria que no había sido ni siquiera concebida, con más motivo podemos celebrar unos cuantos cada inicio de año para elegir el nombre de los primeros catalanes, que esos sí que han nacido. Tal vez así dejen en paz a los pobres niños, por lo menos unos años, hasta que un buen día respondan a alguien en castellano, cuando volverán los insultos. No es fácil ser buen catalán, no.

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