En clave europea

Batalla presupuestaria en la UE

Los Veintisiete acuerdan unas nuevas reglas de deuda y déficit más exigentes

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, durante el debate del estado de la Unión en el Parlamento de Estrasburgo

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, durante el debate del estado de la Unión en el Parlamento de Estrasburgo

Eliseo Oliveras

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La revisión presupuestaria será la primera gran batalla política de la Unión Europea (UE) al comienzo de 2024. Alemania y los autodenominados países frugales ya han desvirtuado la propuesta inicial de la Comisión Europea, recortando la financiación del desarrollo industrial y tecnológico, pese a que la UE acumula un importante retraso respecto a sus principales competidores (Estados Unidos, China, Corea del Sur) debido la política de austeridad, que se han reinstaurado el 1 de enero con alguna pequeña flexibilización.

Los jefes de Estado y de Gobierno de la UE se reunirán en un Consejo Europeo especial el 1 de febrero en Bruselas después de que la revisión del marco financiero plurianual 2021-2027 quedara bloqueada en la cumbre del 14 y 15 de diciembre por el veto de Hungría al nuevo paquete de ayuda financiera para Ucrania de 50.000 millones de euros. El primer ministro húngaro, Viktor Orban, exige para aprobar los fondos para Kiev que se desbloqueen las ayudas europeas suspendidas a Hungría por la violación de los principios democráticos y la corrupción del régimen.

La revisión del marco presupuestario que tiene respaldo mayoritario suprime el aumento de 8.500 millones de los fondos para el desarrollo industrial y tecnológico propuesto por la Comisión Europea, reduce en otros 1.300 millones el fondo para paliar los efectos negativos de la globalización y destina a otros fines 1.000 millones del programa salud y 1.100 millones de la política agraria y de cohesión.

Ampliación del presupuesto

Existe un consenso entre los Veintisiete, excepto Hungría, de concentrar la ampliación del presupuesto comunitario hasta 2027 en la citada ayuda a Ucrania, en 2.000 millones más para el control de fronteras e inmigración dentro de la UE, en 7.600 millones adicionales para pagar a Turquía y otros países para frenar la llegada de inmigrantes a la UE y en otros 1.500 millones suplementarios para el fondo europeo de defensa. Por el contrario, se sacrifican los citados 8.500 millones que la Comisión Europea consideraba un mínimo indispensable para el desarrollo industrial y tecnológico, pese al retraso que acumula la UE y el inmenso reto inversor que supone la transición energética verde.

El declive económico europeo respecto a sus principales competidores por las restricciones que se ha autoimpuesto en inversión aparece reflejado en la evolución del producto interior bruto (PIB) per cápita. El PIB per cápita de la eurozona en dólares constantes creció el 9,5% entre 2007 y 2022, según el Banco Mundial. El crecimiento en Estados Unidos fue del 15,6% en ese periodo; en Corea del Sur, el 44,3%; y en China, el 167,7%. Si los líderes de la UE hubieran traducido en medidas concretas el Libro Blanco Crecimiento, Competitividad y Empleo, elaborado por el presidente de la Comisión Europea Jacques Delors en 1993, el crecimiento económico y tecnológico de la UE sería muy superior al actual y no existiría un grado tan alto de desigualdad social. Pero ya entonces los líderes de la UE sentían aversión por la inversión pública, la política industrial y los planes a largo plazo. Mientras la UE está obsesionada con reducir el nivel de deuda pública al 60% del PIB, Estados Unidos apoya su desarrollo económico y tecnológico en una deuda equivalente al 123% del PIB y en Japón el ratio llega al 246%

Austeridad

El primer ministro belga, el liberal Alexander De Croo, que acaba de asumir la presidencia semestral rotatoria europea, subraya que la UE necesita más recursos propios para financiar su presupuesto y sus retos económicos y geopolíticos. Pero choca con Alemania, Holanda, los países nórdicos y los países del Este, que priman el corto plazo y no comprenden que los presupuestos y las inversiones frugales conducen a futuros económicos pequeños.

El retorno de la política de austeridad en la UE ya se deja notar en las ayudas para la transición verde. Francia ha recortado el 20% la ayuda para comprar un coche eléctrico, en el marco de los 12.000 millones de ajustes presupuestarios anuales pactados con la Comisión Europea. Alemania también ha suspendido la ayuda de 4.500 euros por la compra de coches eléctricos desde el 17 de diciembre a causa del ajuste presupuestario. A nadie debería sorprenderle que esa política de ajustes en un contexto de crecimiento cada vez más débil (tasa anual cero en la UE en el tercer trimestre de 2023) favorezca el descontento y el voto a la ultraderecha. El Gobierno alemán ya ha tenido que dar marcha atrás a la supresión abrupta de subsidios al campo tras protestas masivas.

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