Desperfectos
Valentí Puig

Valentí Puig

Escritor y periodista.

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La política de ahora mismo

Los imponderables superan toda previsión racional. Algún futurólogo ha dicho que los especialistas en prospectiva no aciertan más en sus predicciones que un chimpancé lanzando dardos

Así se vivió el trágico tiroteo al primer ministro de Eslovaquia, Robert Fico

Puigdemont defiende que irá "hasta el final" con su investidura y no teme una repetición electoral

La capacidad de análisis se debilita cuando abusamos de palabras que lo significan todo y no explican nada. Ahora es “polarización”. Automáticamente se generaliza y se detectan olas de violencia que aproximan Europa al inicio de la Primera Guerra Mundial o al clima terrible de los años treinta. En paralelo, abundará una baja política, caduca y desacreditada, la política que por sistema promete y no cumple. Frente al realismo y a la política como arte de lo posible, la mayor falacia anti-sistema consiste en prometer lo imposible.

Después de la votación del domingo 12 andamos entre las ruinas del 'procés', a pocos días de que comience la campaña electoral europea que se ha precipitado con el intento de asesinato del primer ministro eslovaco. Es un hecho de gran gravedad y a la vez ya distorsiona todo lo que vale la pena debatir sobre la Unión Europea. Tienen mucho riesgo tanto la política del nirvana como la del apocalipsis, frente a la política que se nutre de las tensiones entre lo real y lo ideal, de prueba y error, entre individuo y comunidad. Y ahí aparece la tentación de un falso justo medio que es la política del equivoco.

Lo más fácil es que la mala política nos lleve a la tentación de negar la política. Puestos así, desde el Gobierno de Pedro Sánchez se insinúa que el lenguaje de la oposición propicia un clima de magnicidios y es como si no pasase nada. También es sintomático que una sociedad desvinculada exija tanta ejemplaridad moral a la política. ¿Son ciclos o un malestar transitorio? La sociedad del espectáculo ha culminado en la telerrealidad, en el “fake” digital, el móvil como deporte de masas que altera las divisorias clásicas entre lo público y lo privado. Así apareció Donald Trump.

Si tuviéramos que enterrar una cápsula del tiempo –esos envases a prueba de erosión que enterramos como huella a recuperar en el futuro- ¿qué cosas incluiríamos? Tal vez la fotografía de Puigdemont, una ocurrencia sonsacada del GPT4-o, el videoclip de 'Zorra', los lapsus de Biden. Todo insustancial, sin mucho sentido.

Los imponderables superan toda previsión racional. Algún futurólogo ha dicho que los especialistas en prospectiva no aciertan más en sus predicciones que un chimpancé lanzando dardos. Proliferación de imprevistos, aceleración de los procesos políticos.

¡Qué margen de maniobra quedará para la política como pasión y razón? Unos continentes se arman y otros se van desarmando. La incertidumbre sobresatura las expectativas políticas y las deslegitima. Por eso la política es imprescindible. La razón razonable.

David Brooks, imprescindible columnista de 'The New York Times', escribe que la política es una actividad en la que uno reconoce la existencia simultánea de intereses y opiniones diferentes a los suyos. Después del fracaso de las utopías del siglo pasado, conviene entender que en democracia nunca conseguimos todo lo que queremos. Negociamos, pactamos. Deliberamos. Somos sociedades con fracturas y divisiones, pero la política nos permite coexistir con la menor violencia aunque a menudo nos decepcione. Eso es la cápsula del tiempo.