Guerra en Oriente Próximo
Jesús A. Núñez Villaverde

Jesús A. Núñez Villaverde

Codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH).

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Tregua en Gaza, un respiro insuficiente

Se trata de una pausa ventajosa para Tel Aviv que nos aboca irremisiblemente a más violencia

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Militares israelíes en la frontera con la Franja de Gaza.

Militares israelíes en la frontera con la Franja de Gaza. / EFE

Cualquier medida que sirva para detener la masacre que Israel está cometiendo en Gaza debe ser bienvenida. Pero de inmediato, salvo que se prefiera vivir en una ensoñación política irreal, se impone la sensación de que la tregua acordada entre Israel y Hamás, con la directa mediación de Qatar, EEUU y Egipto, apenas es un respiro puntual, que ya el propio Gobierno israelí anuncia sin disimulo que irá seguido de más violencia.

Así se deduce, en primer lugar, del hecho de que lo acordado no sea un cese de hostilidades que permita poner en marcha la negociación de un posible acuerdo, sino una mera pausa de apenas cuatro días. Una pausa que sirve políticamente a Netanyahu para otorgarle a Biden algo que pueda presentar como el resultado de la presión ejercida sobre Tel Aviv, y para calmar la presión de los familiares de los rehenes en manos de Hamás, haciéndoles ver que no se ha olvidado de ellos. Pero aún le sirve más militarmente, una vez que ya ha alcanzado los objetivos que se había fijado para la primera parte de la operación Espadas de Hierro: dividir en dos la Franja y degradar la capacidad de respuesta de Hamás para hacer algo similar a lo del pasado 7-O. Durante estos días de pausa, Israel puede reordenar su despliegue, refrescar y reforzar sus unidades de primera línea y reabastecerlas con la munición necesaria para proseguir el castigo.

Por su parte, Hamás apenas podrá hacer algo más que valorar el grado del castigo sufrido hasta ahora, dado que ni podrá mover efectivos y material desde la mitad sur de Gaza, ni tampoco podrá contar con refuerzos desde el exterior, debido al férreo control que ahora mismo están ejerciendo las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) a lo largo de sus fronteras. Y ese ejercicio de valoración es lo que puede llevar a sus dirigentes a mantener el pulso contra las FDI o a decidir una retirada táctica, tratando de preservar efectivos y armas para un futuro enfrentamiento.

En paralelo, poco puede esperarse de la entrada de ayuda humanitaria a través del paso de Rafah, contando con que en el mejor de los casos tan solo se permitirá el cruce a unos 300 camiones, absolutamente insuficientes para atender las necesidades de los 2,2 millones de personas que malviven en el interior de la Franja. Basta con recordar que antes de 2007, cuando Hamás pasó a gestionar ese territorio, eran necesarios al menos 500 camiones diarios tan solo para mantener a su población a flote. Y, como siempre ha ocurrido, será Tel Aviv quien determine lo que puede o no entrar a través de dicho paso. Una vez más, solo cabe decir que es mejor algo que nada, pero sin caer en el error de pensar que lo que finalmente entre servirá para cambiar la imagen de miseria y devastación en la que se encuentra Gaza.

En cuanto al intercambio de prisioneros, la relación pactada de un rehén por cada tres prisioneros palestinos en manos de Israel ya da una idea de la debilidad de Hamás, cuando se compara con intercambios anteriores en los que había logrado liberar a muchas más personas por cada israelí capturado. Con la liberación de una cincuentena de personas (fundamental mujeres y niños) Hamás se desembaraza de parte de un botín- considerando que no le sobran medios para atender simultáneamente a su custodia y a los combates con las FDI-, sin perder (con los alrededor de 150 restantes) la posibilidad de utilizarlos como escudos humanos y como baza de negociación futura.

En definitiva, una tregua ventajosa para Tel Aviv que nos aboca irremisiblemente a más violencia.

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