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Miqui Otero

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Escritor

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'Playground', Padial y la fiebre del ERE digital

La novela 'Contenido' es una especie de 'Las ilusiones perdidas' (el poeta corrompido por las dinámicas de la prensa popular del siglo XIX) en 'millennial'

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Carlo Padial, entre libros y cafés.

Carlo Padial, entre libros y cafés. / Jordi Otix

Hará unos cinco años, soplaba un pocillo de café en una terraza de Francesc Macià mientras ponía el oído en lo que decían los cuatro adolescentes de la otra mesa. Tres de ellos querían comer en un nuevo japonés "un poco caro". El otro objetaba que andaba flojo de "cash". "Tranquilo –le contestó el líder, mientras pedía la cuenta– "¡pero si dentro de nada cobrarás 80 Ks!". Yo no sabía si tramaban el atraco a un banco, si al chaval le iba a caer una herencia en plan Dickens o si estaban a punto de montar una 'start-app' milagrosa. Tampoco tenía tan claro qué era eso de 'Ks', aunque lo imaginaba: 80.000 euros anuales.

Recordaba esa escena de jóvenes adinerados mientras leía 'Contenido', lo nuevo de Carlo Padial (Blackie Books), que novela en clave el auge demencial y la caída estrepitosa del medio de comunicación (digital y 'millennial') 'Playground', un proyecto liderado por un mariscal alucinado donde se hablaba principalmente con anglicismos ('ks', 'barter', 'insight'… 'and so on') que conquistó el futuro y lo encontró arrasado. Un poco como cuando Napoleón entró en Moscú, pero la ciudad estaba vacía.

El título es 'Contenido' porque todo, hoy, es contenido, siempre que lo cuentes. Esta columna lo es, pero tú comiéndote un Donut mientras la lees, también. Tu tío borracho en Nochevieja y la Victoria de Samotracia. Y es obvio que eso genera una mezcla de narcisismo y bulimia existencial.

En la brillante novela de Padial hay más profetas que en la Biblia, sobre todo el impulsor de ese remedo de 'Playground' llamado Zenfire. Pero otros lo advirtieron antes: "Seremos la estrella y el actor de reparto. Nuestras acciones se grabarán en vídeo. Por la noche daremos un vistazo al material, seleccionado por un ordenador que elegirá el mejor perfil, el diálogo más ingenioso, con los filtros más benignos". Esto lo escribió J. G. Ballard en 1977. Hace casi 50 años.

La novela narra el auge y caída de este medio digital, que llega a tener más de 15 millones de seguidores en Facebook, "el triple que 'El País'". El trap de 'Las Meninas' lleva 12 millones de visualizaciones. Casi todo a través de Facebook, por donde la mayoría accedía a estos contenidos. Se abrazó la ambición no solo de documentar el presente, sino de moldear el porvenir. Padial lo compara con una secta desde la mirada del protagonista, que se convierte en perplejo coprotagonista del asunto a medida que ve cómo todos (él incluido, eso es importante) se embrutecen (y liberan estrés introduciendo el brazo en sacos de quinoa).

'Contenido' es epopeya, sátira y, a veces, incluso fábula. Es como una especie de 'Las ilusiones perdidas' (el poeta corrompido por las dinámicas de la prensa popular del siglo XIX) en 'millennial' (título alternativo: '¿Las vergüenzas perdidas?'), como un 'Las uvas de la ira' contemporáneo, donde no se prometen cosechas de melocotones en California sino beatificación y atención a golpe de clic (¿la peña que te mira?), una suerte de fiebre del oro que acaba en fiebre del ERE. Facebook cambió su política, ocultando los contenidos de los medios. En nada, el tráfico cayó un 80% y empezó el proceso de despido de casi la mitad de la plantilla, incluidas muchas firmas talentosísimas.

No es nada fácil escribir sobre el ahora. Elias Canetti animaba a hacerlo. Decía aquello de "hay que coger el siglo por las solapas". Padial, una de las personas más inteligentes que conozco, hace precisamente eso. Y lo logra provocando carcajadas volcánicas. La labor es "pintar los vicios de una sociedad ridículamente", decía Molière.

Habla de delirio profético, imposturas morales, violencia de clase y responsabilidad colectiva (lo más conflictivo es cómo aborda el ERE o cómo no remata al profeta, aunque mediante esa semiabsolución lo que apunta es que la gente se ensañaba con esos medios y esa generación, cuando los medios tradicionales y las anteriores generaciones no eran mejores). Y del puritanismo aleatorio de las corporaciones y de hombres de negocios en el AVE que llaman a sus contactos para decirles: "Te llamo desde el AVE". Sintetiza los mecanismos de la Barcelona creativa ("una plaza dura de pijos violentos") con el hallazgo padialesco del "fenómeno de los ojos locos" (o cómo la gente va a sitios solo para ver y ser visto, mamoneo de baile de pupilas). Y el retrato de una generación lo enfoca en un objeto: la 'tote bag', la bolsa de tela de regalo, "precaria, incómoda, literalmente pendiente de un hilo".

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