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Aritmética y realpolitik

Tras las elecciones del 23J solo había dos alternativas reales. Una, Feijóo con Vox. Dos, Sánchez con una heteróclita alianza de partidos. El presidente ha logrado sumar más

Investidura de Pedro Sanchez y pacto entre PSOE y Junts, en directo

Sánchez y Puigdemont unen sus destinos tras cinco años dándose la espalda

Pedro Sánchez.

Pedro Sánchez. / EP

Joan Tapia

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Ya hay pacto de investidura. ¿Cómo juzgarlo? Lo primero es que no es nada ideal porque no frenará -antes, al contrario- la gran polarización. Y como acaba de decir Felipe González, las reformas convenientes -desde la de la Constitución a la financiación autonómica- exigen unos mínimos consensos entre los dos grandes partidos. 

Tampoco hay que caer en la propaganda. El expresidente Zapatero jalea el pacto con un gran titular: “El PSOE y Junts han firmado un gran pacto de Estado”. No es cierto. Tampoco lo es el de un diario de la derecha: “Sánchez rinde el Estado a Puigdemont”. 

La verdad es que tras la última legislatura y los resultados del 23J no había ninguna investidura ideal. Solo dos alternativas. Una, la de Feijóo, la lista más votada, apoyada por Vox. Dos, la de Sánchez junto a una heteróclita constelación de partidos. Feijóo lo intentó y se quedó en solo 172 diputados. La alianza con Vox tras las autonómicas y municipales fue un mal negocio porque apartó al PNV, que sí había votado la de Rajoy. El pacto de Sánchez era muy contradictorio y exigía tragar muchos sapos, pero al final lo ha logrado. E incluso ha sumado al centroderecha de Coalición Canaria. La propuesta de Felipe González, ir a nuevas elecciones, ignora que la política es una despiadada lucha por el poder, alargaba la incertidumbre y no garantizaba un resultado muy diferente. Las recientes encuestas de 'El País', 'El Mundo' y el CIS así lo indican. 

Un trueque para la investidura

Al final se han impuesto la realpolitik y la aritmética parlamentaria, que es una regla de la democracia. Sánchez necesitaba a sus aliados de la pasada legislatura y a JxCat para ser investido y Puigdemont ponía el precio de una amnistía, discutible, pero para unos hechos sin delitos de sangre. Eso es lo que hay. Un descarnado trueque para la investidura, no un acuerdo de legislatura porque -como indican los pactos con JxCat y ERC- eso dependerá de muchas cosas. Ni menos un pacto histórico para resolver el conflicto catalán. 

¿Puede ser un paso adelante? Sí, porque JxCat -ERC ya lo hizo en 2019- acepta investir a un presidente que firmó el 155 y las demandas que sobrepasan la Constitución -por ejemplo, el referéndum- no han sido admitidas por el PSOE y Puigdemont la plantea en el marco del artículo 92 de la Constitución. Además, Catalunya se ha desinflamado -en parte por los indultos- y el PSC ha ganado las autonómicas, municipales y legislativas. Pero que este pacto haga avanzar la normalización es solo una apuesta.

Y en el resto de España habrá serios problemas. Algunos puntos de la amnistía como el denominado 'lawfare' -la ley aún no se conoce- han insurgido a todas las asociaciones judiciales y pueden ser inconstitucionales. Y otros puntos serán difíciles de aplicar. Además, la cohesión de una mayoría tan heteróclita dificultará la gobernación porque lo que une a los socios es más el rechazo al PP con Vox que cualquier otra cosa. Y una amnistía que podría ser conveniente y positiva si tuviera un amplio consenso pierde legitimidad si es fruto de la necesidad, incrementará el cisma entre el PSOE y el PP y puede hacer que la extrema polarización de la clase política se traslade a la sociedad. La violencia en las manifestaciones ante Ferraz es un aviso. Y lo de “Felipe, masón, defiende a tu nación” puede no ser una anécdota.

La amnistía del pacto de investidura plantea serios problemas políticos y jurídicos, pero equipararla al 23F o al terrorismo de ETA, como está haciendo el PP, es una falta de responsabilidad

Sánchez asume demasiados riesgos. Feijóo también al comparar un discutible pacto de investidura con el 23F o el terrorismo de ETA. Los catalanes y vascos que votan independentista son ciudadanos españoles con todos los derechos. Y sus partidos no pueden ser estigmatizados. Y cuanto más se diga “nos han colado una dictadura” (Isabel Díaz Ayuso), más difícil será luego separarse de los que, con violencia, protestan contra la imaginaria dictadura.

No dramaticemos en exceso. Sin ningún consenso PP-PSOE desde hace mucho tiempo, se ha impuesto una dura realpolitik que puede dar buenos, mediocres… o incluso muy malos resultados. El escepticismo lo justifica el propio Zapatero, su gran propagandista, cuando dice: “Es un gran pacto de Estado en el que debería estar el PP”. El problema es que no está. Y el expresidente debe recordar que el Estatut de 2006, sin el PP, fue sí aprobado. Luego, acabó como acabó.

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