Limón & vinagre

Sonsoles Ónega: premio y figura

Sonsoles ha abrazado el triunfo, se ha llevado el premio literario mejor dotado del mundo y puede sentirse feliz a sus 45 años

Sonsoles Ónega: "Solo mis libros dirán si soy menos escritora por aparecer en la tele"

José María de Loma

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Puedo prometer y prometo que yo, del premiazo Planeta de Sonsoles Ónega, me alegro sobre todo por su señor padre, Fernando, veterano maestro del oficio, que lleva décadas destilando mesura, estajanovismo, voz templada y no crispada y un galleguismo templado y socarrón. Porque aprendí mucho de él. Y que nadie piense lo de Unamuno: «Contra quién va ese elogio». Tal vez el mejor escritor de discursos de España, que sin embargo ha inculcado la literatura en su prole, en Sonsoles sobre todo. Eso si descartamos que la prosa política no sea literatura, dado que buena parte de lo que sale por la boca de nuestros políticos es ciencia ficción. 

Tiene Ónega el viejo merecimientos sobrados para ocupar él solito esta sección, que es lo mismo que dijimos de Sonsoles cuando escribimos aquí mismo de Ana Rosa. Esto es un no parar y cualquier día le dan al patriarca del oneguismo un premiazo y lo traemos aquí al Limón y Vinagre, si bien habría poco vinagre que darle, que más de uno nos hemos pasado años escuchándole esos resúmenes de prensa prolijos y atentos, radiados. Un hombre que a las seis de la mañana ya está afeitado, duchado y con los editoriales leídos solo puede ser primer ministro, barrendero o periodista con sección intempestiva en una emisora. Y desde luego ha de tener a alguien que le cuide a los niños.

Sonsoles es una de las periodistas de la saga: tiene una hermana en la profesión, Cristina, a la que siempre confundimos con ella. Ya no. Ahora una es la del premio y la otra es la otra. Pasa como Cela, que a partir del Nobel fue ya don Camilo el del premio. El del premio Nobel, pero el Planeta también lo ganó. En el año 1994. Pero vendió más la finalista, Ángeles Caso, una entonces reconocida presentadora, sugerente y bella que más tarde demostró también su talento literario. Está por ver cuánto vende Sonsoles y cuánto su finalista, Alfonso Goizueta, desconocido, joven e intelectual, para que luego digan que Planeta no arriesga. 

De Sonsoles Ónega habla todo el mundo, excepto los críticos literarios. Muchos la envidan también y hasta extienden la sospecha de que los premios literarios están amañados. Yo creo firmemente que muchos premios literarios están amañados, pero también le he oído esa opinión siempre a los que nunca han ganado ninguno. Sin embargo, o con embargo, no obviemos un dato y que cada cual extraiga sus propias conclusiones, si es que usted, amable lector, está en un día de otoñazo, martes, como hoy para sacar conclusiones sobre Sonsoles y no sobre lo que tarda el transporte púbico o lo cara que está la luz: Planeta pertenece al mismo grupo mediático empresarial que Antena 3. 

Pero vamos a decir ya de una vez el título de la novela, que queremos que este texto aparezca en los resúmenes de prensa, también, de las editoriales y las empresas de cultura: Las hijas de la criada –el 8 de noviembre a la venta–, un texto que recoge la historia, desde principios del siglo XX, de tres generaciones de mujeres gallegas, las Valdez, que forman parte, u originan, o dan lugar, a un emporio, imperio, conservero. 

Termómetro de los tiempos

El riesgo de una historia sobre una conservera es que pueda ser una lata. El título de la novela finalista, la de Goizueta, es La sangre del padre (que sería, por cierto, un magnífico título o lema para Sonsoles), con lo que habrá que colegir que si el Planeta es un termómetro de los tiempos, la editorial está preocupada ahora por la paternidad y la maternidad: hijas y padres en los títulos de los volúmenes premiados.

Sonsoles ha abrazado el triunfo, que para ser un impostor a veces ama sinceramente a no pocos, se ha llevado el premio literario mejor dotado del mundo y puede sentirse feliz a sus 45 años, licenciada en Periodismo por el CEU, con una trayectoria que está en la cima, en un programa pensado a su medida, luego de trabajar en CNN y en Cuatro, entre otros medios. 

A Sonsoles Ónega le sonríen los astros, incluido el Planeta. Está por ver cómo evoluciona su carrera literaria, que en veinte o treinta años podría estar a la altura de un remedo de la Pardo Bazán o consistir en una irrelevancia coyuntural. El tiempo lo juzgará, aunque sería más exacto afirmar que nos sojuzgará a todos. De momento, a quien ha de atender, ella, a diario, inapelablemente, es al veredicto de las audiencias. Ahí es más complicado ser superventas. 

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