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La investidura está hecha con un Mas bis

Rodalies, dos décadas de disputas que ERC quiere cerrar con la investidura de Sánchez

ERC ciñe la negociación con Sánchez a la investidura y deja fuera los Presupuestos

Gabriel Rufián durante el primer pleno y debate de investidura del candidato Feijóo , en el Congreso de los Diputados.

Gabriel Rufián durante el primer pleno y debate de investidura del candidato Feijóo , en el Congreso de los Diputados. / David Castro

Sergi Sol

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Gabriel Rufián entra en la Moncloa. Le espera un Pedro Sánchez que minutos antes ha hablado largo y tendido con Oriol Junqueras. Es la primera vez. Un gesto que no es menor. Hay quien dice que la llamada previa entre presidentes, de partido, devalúa el encuentro presencial. Pero a Rufián para nada le quita el sueño. Si a alguien respeta Rufián como Gran Jefe es a Junqueras. Sin el apoyo de este no estaría el colomense donde está. Le tiene un inmenso respeto.

La entrevista es cordial. Los interlocutores se conocen. Llevan cuatro años de acuerdos y desacuerdos. Pronto algo queda claro. Sánchez se muestra muy confiado. Para nada titubeante. Tiene amarrada la investidura. Se percibe en cada palabra, en cada gesto. Aunque no exactamente la legislatura. El presidente en funciones sabe que, si quiere, cuenta ya con los votos del hasta ayer insurrecto Puigdemont para ser elegido de nuevo presidente.

En la pasada legislatura, Sánchez contaba siempre con el comodín de Ciudadanos para intentar abaratar los votos de los diputados de ERC. Hoy esos votos ya no están. Esa también ha sido la horma en el zapato de Rufián. Contaba con 13 diputados. Pero el PSOE siempre jugaba a la geometría variable con Ciudadanos. Hoy no, hoy depende en exclusiva del independentismo

Rufián ha asumido un desgaste que no ha sido menor los últimos años. Tenía permanentemente el dedo acusador constante de Nogueras que como portavoz de Puigdemont no desaprovechaba ocasión alguna para subirse al atril y cargar sin tregua contra los republicanos, enmendando a la totalidad la estrategia del diálogo, la negociación y el acuerdo. En las redes, los afines de Puigdemont le han llamado de todo. En Madrid, le vociferaban, no se iba a estabilizar Gobierno alguno. O eso le reprochaban en un constante alarde patriótico. El independentismo tenía la obligación de desestabilizar. O eso decían hasta que aritméticamente los votos de Junts sí cuentan.

Rufián va a ser padre. De nuevo. Está feliz. También porqué tan pronto acaba la entrevista se dirige a Barajas para tomar un avión a Hondarribia. Mientras Pedro Sánchez se prepara para la bronca matutina de la derecha derechona el Día de la Hispanidad, Rufián está deseando pasar unos días apacibles con su compañera por el monte guipuzcoano. Por donde suele salir a correr cada día. También espera ansioso compartir una comida de hermandad en la sociedad gastronómica junto a amigos de Irún y Oyarzun. O igual en una sidrería, aunque es pronto para la sidra de temporada. Igual habrá hasta 'trikitrixa'. En el avión coincide con dos populares periodistas de Madrid. Bien informados, ambos. Entablan una charla informal. También saben de la confianza que transmite la Moncloa sobre la investidura. "Está hecho" se comentan entre bromas.

Mientras las fuerzas armadas desfilan por Madrid el 12 de Octubre y el facherío grita "España es una y no 51!", Rufián está corriendo por esos montes verdes a los pies del Cantábrico. Corre y piensa. De repente se acuerda de Pasqual Maragall y el Estatut. De cómo empezó aquello y de cómo acabó. Lo empezó ERC junto al díscolo Maragall con las embestidas de CiU exigiendo subir el listón estatutario para que descarrilara la entente de izquierdas. Luego, cuando el Estatut llegó a Madrid, CiU se apresuró a cerrar un acuerdo con el PSOE de Zapatero. Querían la foto. Erigirse de interlocutores. Y lo lograron, Mas, Duran Lleida y Zapatero posaron triunfales dándose la mano. En el Parlament subieron el listón a dos metros veinte y en el Congreso lo bajaron por debajo de metro y medio.

Rufián llega a casa. Le espera su compañera. Toma un buen trago de agua, bien fresca. Sonríe. Y piensa en soltarle una frase que aprendió hace años: "Roda el món i torna al Born". Pero ella no entendería a qué viene. Así que este comparte su analogía. Evoca el febrero de 2006, se acuerda de lo vivido cuando contaba poco más de 20 años y seguía con particular interés la política catalana. "Nos están haciendo un Mas bis" se dice a sí mismo.