Editorial
Editorial

Editorial

Los editoriales están elaborados por el equipo de Opinión de El Periódico y la dirección editorial

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Limpieza étnica en el Cáucaso

Rusia ha desempeñado un papel central en el desarrollo de los acontecimientos de Nagorno Karabaj 

Décadas de conflicto en el Cáucaso se cierran en falso con el éxodo forzoso de los armenios del Karabaj

Alto Karabaj: ¿Qué está pasando entre Armenia y Azerbaiyán? El conflicto, en 5 claves

Refugiados del Alto Karabaj llegan en un camión a la población armenia de Kornidzor.

Refugiados del Alto Karabaj llegan en un camión a la población armenia de Kornidzor. / IRAKLI GEDENIDZE / REUTERS

El episodio de limpieza étnica desencadenado por la rendición de Nagorno Karabaj ante la acometida de Azerbayán no es solo una tragedia humana más del rango y tenor de sucesos similares en los Balcanes en la década de los noventa, sino un cambio profundo en el 'statu quo' del Cáucaso. El apoyo de Moscú al régimen de Bakú, gran exportador de gas y petróleo, y el temor a que este sirva también para que el Gobierno azerí se anexione en el futuro la parte sur de Armenia vuelve a poner en evidencia la inestabilidad en el reparto de territorios pese a los intentos de mediación y tutela del viejo grupo de Minsk, muy inclinado a atender a los dictados de Rusia.

Habida cuenta de la antigüedad del conflicto entre dos comunidades culturales enfrentadas, la solución adoptada a raíz del reparto entre Georgia, Armemia, Azerbaiyán y la propia Rusia, a raíz de la implosión de la URSS, se reveló desde el principio como un foco permanente de conflicto. La guerra ruso-georgiana de 2008, que dejó Osetia del Norte bajo control ruso, fue el penúltimo aviso de una situación tendente a degradarse en una región que el Gobierno de Vladimir Putin considera esencial en sus planes expansivos, de recuperación de influencia en la bisagra entre Europa y Asia. O lo que es lo mismo: la injerencia de Rusia ha desempeñado un papel central en el desarrollo de los acontecimientos y la evacuación armenia de Nagorno Karabaj.

Aunque a los estados del Cáucaso no es de aplicación la misma presunta artificiosidad cultural que Rusia atribuye a Ucrania para justificar la invasión, para el Kremlin el proyecto de restitución imperial de territorios en el flanco sur está igualmente justificado. Dicho de otra forma: si las tres repúblicas del Cáucaso formaron parte de la URSS, por lo menos deben adecuarse ahora a las necesidades de Moscú, al proyecto político de una Rusia tan influyente en Europa como en Asia.

Tales consideraciones no deben ocultar las dimensiones y las consecuencias del desplazamiento masivo de población, del desarraigo provocado por la ausencia de garantías de seguridad y respeto para una comunidad –más de 100.000 personas– con rasgos identitarios propios, dejada a su suerte y sin otra alternativa que poner rumbo a Armenia. Y tampoco deben apartar la vista de la reacción en Ereván, capital de Armenia, de la población enardecida con la limitadísima respuesta del Gobierno ante la movilización azerí, con la anuencia de Rusia, un factor añadido de inestabilidad en un orden regional de futuro incierto.

Hay en los sucesos encadenados en la periferia de Rusia a partir de 2014 ingredientes de toda índole que sustentan la idea de que el proyecto expansivo del 'establishment' de Moscú está lejos de darse por cumplido con lo logrado hasta la fecha. Más parece que las etapas cubiertas aún quedan lejos de los objetivos perseguidos por Vladimir Putin para restaurar el área de influencia efectiva que gestionó la URSS y en la que el presidente ruso creció y se educó. Un proyecto lleno de riesgos en materia de seguridad y de coexistencia pacífica, en esta ocasión a las puertas de Turquía, miembro de la OTAN, cuya buena relación con Rusia es perfectamente constatable en el presente, pero con antecedentes históricos tormentosos que no deben tenerse por amortizados.