Nagorno Karabaj

Guerras de doble rasero

Refugiados armenios huidos del Alto Karabaj descansan en el centro de la ciudad de Goris.

Refugiados armenios huidos del Alto Karabaj descansan en el centro de la ciudad de Goris. / KAREN MINASYAN / AFP

Rafael Vilasanjuan

Rafael Vilasanjuan

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Otro frente abierto, o quizá no. La invasión del territorio de Nagorno Karabaj por Azerbaiyán tal vez sea el punto final de este enclave donde vivían miles de ciudadanos que se reconocen armenios. Una guerra de un día, lo cual no es sorprendente después de un bloqueo que cerró el enclave durante meses impidiendo el comercio exterior y la llegada de alimentos e insumos. La población, asfixiada, solo ha tenido que comprobar la violencia con la que se emplean los invasores para huir despavoridos hacia la frontera. Desde aquí nos limitamos a contemplarlo en parte sorprendidos, en parte como si fuera inevitable. Pero la realidad es que la invasión de Azerbaiyán es similar a la de las tropas rusas en el Donbás, que desataron la guerra en Ucrania. De hecho, la diferencia entre una y otra es que lo que está ocurriendo en Nagorno Karabaj no es una guerra, es una limpieza étnica. Se ha forzado a la población a huir y se han demolido casas e instalaciones. Ya no queda nadie. De los 120.000 habitantes del enclave 100.000 están en la frontera armenia.

Azerbaiyán ha elegido el momento, el Gobierno del dictador Ilham Aliyev, que heredó el poder de su padre, se hace fuerte en la región. Le apoya Turquía, un país hermano que mantiene cerrada la frontera con Armenia, histórico enemigo. Rusia, que protegía la autonomía del enclave, en parte por tener el Ejército centrado en Ucrania, en parte porque Vladímir Putin y Alyev son ahora aliados, ha dejado hacer. Azerbaiyán, además, tiene gas y por lo tanto recursos. De ahí que estemos viendo lo que ocurre casi en silencio, sin intervenir. La Unión Europea compra gas azerí para romper la dependencia del gas ruso. Pero eso no puede ser excusa para denunciar el crimen de una limpieza étnica y forzar negociaciones entre los dos gobiernos, porque si se desestabiliza el Cáucaso, por lejos que quede, tendrá consecuencias aquí. Pero sobre todo porque no se puede defender con raseros diferentes que la invasión de Rusia en Ucrania es ilegítima y dejar pasar aquí, en silencio, una limpieza étnica.

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