Limón & vinagre

Urkullu, el lendakari tranquilo

Si leemos la voluntad popular expresada el 23 de julio sin prejuicios, entonces lo mejor es analizar la viabilidad de la propuesta de Urkullu de un pacto territorial para reinterpretar la Constitución

Del plan Ibarretxe a Urkullu y de cómo el PNV intenta no perder la hegemonía en el País Vasco

Iñigo Urkullu ofrece una rueda de prensa tras presidir el inicio del nuevo curso político, en el Palacio de Miramar, el 29 de agosto de 2023, San Sebastián

Iñigo Urkullu ofrece una rueda de prensa tras presidir el inicio del nuevo curso político, en el Palacio de Miramar, el 29 de agosto de 2023, San Sebastián / Unanue / Europa Press

Josep Cuní

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Si la política es el arte de lo posible, no deberíamos pedirle coherencia. En esto debe estar pensando el líder del PP estos días cuando a cada paso que da, los propios le replican con sus propias palabras de anteayer. Siguen los tiempos turbulentos que mantienen en vilo al mundo político y politizado y que arrastran hacia una investidura encargada pero improbable que el PSOE quiere aprovechar para su beneficio. Perfil bajo que le facilite el protagonismo a Alberto Núñez Feijóo en lo que desean que sea una nueva, vistosa y quién sabe si última etapa de su viaje hacia una suerte esquiva.

A ojos de la mayoría, la última sorpresa ha sido solicitar a Pedro Sánchez que facilite un Gobierno popular para solo dos años con media docena de pactos de Estado que impidan el regreso de Frankenstein, del conde Drácula o de la familia Addams. Personajes reflejados, en un momento u otro, en la última legislatura.

Ahora bien, que entre los dos grandes partidos españoles se ensayen encuentros con resultados de nula probabilidad parte de la escenificación a la que la política nos ha acostumbrado. Aun así, es de manual que se plasmen. Lo que cruje es la imagen que se desprende de “un poquito de por favor” por parte de quien ganó las elecciones, sí, pero no parece que vaya a conseguir la mayoría imprescindible en un sistema parlamentario. El que rige en este país pero desvirtuado por ellos mismos en campañas falsamente presidencialistas. Si a esto le añadimos la encomiable voluntad de abrir diálogo también con quienes se condenaba al ostracismo o incluso a la ilegalidad hasta hace poco más de un mes negándoseles el saludo en los pasillos de las cámaras, es lógico que aparezca un puzle de imagen descompuesta.

Reinterpretar la Constitución

En estas sale el prudente lendakari Íñigo Urkullu Rentería (Alonsótegui, Vizcaya, 18 de setiembre de 1961) y plantea un pacto territorial para reinterpretar la Constitución. Un acuerdo de Estado en el que, a partir del reconocimiento de la realidad plurinacional de España, desarrolle el gran cambio anunciado en 1978 pero que se quedó en mera descentralización administrativa y poco más. Y como de aquellos polvos perviven todos los lodos de la incomprensión primero y la contraria radicalidad después, así se reduce progresivamente un Estado en el que los defensores de la vieja patria ni siquiera admiten que uno no la sienta a pesar de que oficialmente le represente. Algún día habrá que preguntar entonces cuántos son los catalanes, vascos y gallegos, aunque no solo, que sabiéndose españoles no se sienten como tales y solo vibran con la identidad ceñida a su tierra. La que les vio nacer o les acogió con generosa hermandad. 

A tenor del paisaje dibujado por las últimas urnas, es lógico deducir que, si en algún momento una propuesta semejante puede trascender, es el actual. Se dirá que Urkullu está pensando en las próximas elecciones en Euskadi sintiendo el aliento de EH Bildu, en el cogote. Es probable que así también sea. Pero si ampliamos la mirada, si leemos la voluntad popular expresada el 23 de julio sin prejuicios, si reconocemos que ya empieza a ser hora de salir del restrictivo circulo vicioso que todo lo reduce a una bandera y su cartera, entonces lo mejor es analizar la viabilidad de una propuesta positiva y serena que puede empujar a muchos catalanes a preguntarse por qué no son vascos. 

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