18 meses de guerra

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División e incertidumbres en Rusia

La muerte de Prigozhin añade más dudas sobre la situación interna del país ante una guerra de desgaste

Rusia recurre al hambre como arma de guerra y convierte el mar Negro en un nuevo frente bélico

Yevgueni Prigozhin

Yevgueni Prigozhin / EFE / EPA / Yuri Kochetkov

Cumplidos 18 meses de la invasión de Ucrania por Rusia, el estancamiento de los frentes ha consagrado una guerra de desgaste que agrava las penalidades propias de cualquier guerra y abre nuevas incógnitas sobre cuál puede ser la evolución del conflicto, más alejado que nunca de un desenlace fruto de la negociación. Aunque las ganancias sobre el terreno quedan bastante lejos de los cálculos iniciales de la ofensiva de primavera, algunos avances parciales, el mantenimiento del apoyo militar y financiero por Occidente y la previsión del envío por los Países Bajos y Dinamarca de aviones F-16 hace que Ucrania siga teniendo expectativas de recuperar su soberanía sobre las regiones ocupadas. Y pocos estímulos para ceder a las demandas territoriales rusas a cambio de la paz. Al mismo tiempo, la decisión de Rusia de retirarse del acuerdo que permitía la exportación de grano ucraniano, utilizando el hambre como arma de guerra y amenazando a poblaciones extremadamente vulnerables a no recibir productos esenciales para su supervivencia, da una muestra más, por si no había suficientes, de hasta qué punto se puede confiar en las promesas de Putin.

Aún más incertidumbres genera la situación interna en Rusia a partir del sospechoso accidente aéreo que ha costado la vida a Yevgeni Prigozhin, propietario de Wagner, y a sus inmediatos colaboradores, que quedaron impunes, de forma inverosímil, tras su desafío a Putin. El largo historial de rivales que han desaparecido en circunstancias extrañas coincide mucho más con lo sucedido finalmente, sin que haya motivos para confiar en cualquier explicación del siniestro que llegue de fuentes oficiales rusas.

Las dudas sobre la cohesión del régimen no han dejado de ir en aumento desde que el jefe de los mercenarios amagó con un golpe de Estado en junio que puso al descubierto la división en el seno del Ejército ruso, con altos mandos partidarios de seguir la estrategia de Prigozhin, o por lo menos sensibles a su popularidad entre sectores ultranacionalistas de la tropa y de la población rusa. Es más que dudoso que la incorporación de los mercenarios de Wagner en el Ejército ruso o el control de la organización y de sus operaciones en África por afines a Putin suturen las heridas de la división. Son demasiados los datos que certifican que el ministro de Defensa, Serguéi Shoigu, cuenta con el respaldo del Kremlin, pero una parte importante del generalato discute su gestión de la guerra a partir del fracaso de las primeras semanas de invasión. Entienden los críticos que el camino de la victoria es el diseñado por Prigozhin en la carnicería de Bajmut, entre otras batallas, y no lo es la consolidación de posiciones en el este de Ucrania, que proyecta la imagen de una Rusia debilitada.

Con el empeoramiento de la economía rusa, incluido el desplome del rublo, 11 tandas de sanciones aprobadas por la Unión Europea, la disposición de Estados Unidos y sus aliados de mantener la ayuda a Ucrania y la suavización en Occidente de la crisis energética, cobra sentido la hipótesis según la cual la muerte de Prigozhin es un aviso para navegantes dirigido a cuantos piensan que puede ponerse en discusión o presionar al Kremlin como hizo el fundador de Wagner.