De la Mesa a la investidura

Que el junquerismo no se quede corto

Se ha reforzado la vía republicana basada en la conquista de escenarios de negociación y de colaboración con la izquierda española y de búsqueda de frentes amplios catalanistas en Catalunya

Pere Aragonès, Oriol Junqueras y Gabriel Rufián durante el acto de cierre de campaña de ERC

Pere Aragonès, Oriol Junqueras y Gabriel Rufián durante el acto de cierre de campaña de ERC / ÁNGEL GARCÍA MARTOS

Joan Tardà

Joan Tardà

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Que la izquierda española sostenga dos patas de la Mesa del Congreso y que las otras dos hayan corrido a cargo del independentismo/nacionalismo es un éxito. Es verdad que todavía no se ha atracado en el puerto de la investidura, pero el rumbo está fijado y los beneficios conseguidos con la elección de Francina Armengol allanan el camino.

Lo evidencia que el órgano rector del Parlamento se haya comido de golpe cuestiones enquistadas de hace décadas como el uso de las lenguas (recuerdo que hace veinte años Rubalcaba, cuando iniciamos la insumisión lingüística y éramos expulsados del atril por parte de Marín, Bono y Posada, me dejó dicho "Joan, pinganillos en el Congreso nunca"). Lo demuestra que el Gobierno se haya movido en cuanto al reconocimiento del catalán en la UE tras aquella arrancada de caballo y parada de burro de Zapatero. Lo constata que Sánchez haya asumido las comisiones de investigación que había negado con los votos de los suyos. Y lo remata que se haya aceptado que acabar con la represión obliga a explorar "todas las vías legales necesarias". Una fórmula que permite albergar la amnistía.

En definitiva, solo desde la intransigencia puede despreciarse el paso que se ha dado. Un 'no surrender' estéril que Junts ha ido abandonando con la boca pequeña porque tampoco les es muy cómodo hacer aspavientos después de años de haberlo alimentado contra los ("serviles", dicho a la manera de la Rahola) 'petainistas' de Junqueras.

Sin embargo, todo ello ha reforzado la vía republicana basada en la conquista de escenarios de negociación y de colaboración con la izquierda española y de búsqueda de frentes amplios catalanistas en Catalunya en pro de una solución referendista que contemple todas las opciones para que se pueda sentir integrada una gran mayoría de ciudadanos. Una estrategia republicana meritoria por haber sido impulsada en un contexto muy condicionado por las emociones de la judicialización, por las responsabilidades a encarar por el Gobierno Aragonès, por los miedos demoscópicos de la izquierda española y por los resultados electorales.

Convertir la acción política en acumulación de fuerzas y ensanchamiento de la base autodeterminista requiere liberarse de todo tipo de acomplejamiento hacia quienes siguen entregando certificados de calidad catalanista o independentista. Exige, por el contrario, atrevimiento. El acierto de la Vía Amplia defendida por el republicanismo radica en que ni se trata de un frente de izquierdas ni tampoco tiene nada que ver con un frente nacional. En este sentido, cabe recordar que el republicanismo ya intentó construir una pista central por la que hacer transitar mayorías políticas referendistas cuando Aragonès hizo todo lo que pudo para que Jessica Albiach aceptara entrar en un Gobierno de la Generalitat de coalición con los 'juntaires' y los anticapitalistas, tal como había actuado Pablo Iglesias con el de Pedro Sánchez.

Sobre el republicanismo recae (y ojalá los Comuns también quisieran asumirlo) hacer posible un camino lo suficientemente amplio como para que quepan mayorías tan numerosas como heterogéneas. Junqueras fue capaz de adaptar, en tiempo de conflicto agudo con el Estado español, el relato exitoso de la Catalunya republicana de todos y para todos basado en las tesis del patriotismo social de Carod-Rovira y en la eficacia política de Joan Puigcercós. Posteriormente, ha comandado la reflexión sobre qué era lo que el independentismo había hecho correctamente y cuáles habían sido los errores cometidos. Honestamente, sin necesidad de golpearse el pecho, porque el 'procés' se protagonizó sin patrones ni guías preexistentes. En definitiva, Junqueras ha garantizado la mejor pista para hacer aterrizar el independentismo en la realidad posproceso en las mejores condiciones, desde el convencimiento de que no haber alcanzado la cumbre sirve para señalar con claridad lo que queda para vencer.

De ahí la necesidad de profundizar en el debate de cómo la Via Àmplia tendrá que hacerse realidad en los futuros gobiernos del país y de cómo el republicanismo recupera el latido de la calle, rehuyendo una progresiva (y quizás ya excesiva) institucionalización para lograr su estrategia. La que, en definitiva, debe ligar a las clases populares (también a los electores socialistas o al propio PSC) a decidir libremente nuestro futuro como nación.

Quienes se declaran, desde la izquierda, junqueristas, se afanan en que Junqueras no se quede corto. Al contrio, desean que rompa moldes y combata los prejuicios y los sectarismos instalados en las izquierdas catalanas. ¡En todas!

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