Orca: ni asesina ni pirata
Las orcas son animales sociales y, muy lejos de atacar y destruir pertenencias humanas, es probable que solo busquen interacción y juego
Jordi Serrallonga
Arqueólogo, naturalista y explorador. Colaborador del Museu de Ciències Naturals de Barcelona.
Mucho antes de la era del 'smartphone' llegué a isla San Cristóbal (Galápagos). Donde hoy se levanta un pequeño hotel de lujo entonces existía el hostal Orca. Me detuve en la entrada. Un joven invitaba a dos leones marinos a que despejasen el acceso y regresaran a la playa. Desalojado el comedor –pero no el hedor de los excrementos– me saludó: la señal de 'shaka'. Alternaba su trabajo con el surf; los más viejos, como mi amigo Polo, se iniciaron usando la puerta de casa a modo de tabla. Y es que, en honor al nombre del local, los galapagueños han surfeado toda la vida entre orcas ('Orcinus orca'). Siempre sin problemas; no hablan de «ballenas asesinas». ¿Por qué llamar asesino a un animal que solo caza para sobrevivir?
También fue en tiempos previos al 'smartphone' cuando visité Punta Norte (Península Valdés, Argentina). La suerte del novato: vi a un grupo de orcas. Una hembra se desvió en dirección a la costa plagada de leones marinos. Era una operación tan compleja como peligrosa pues, de no hacer bien los cálculos, podía quedar varada en tierra y perecer como una sirena fuera del agua. Realizó varios intentos; estaba enseñando a su cría. En el cosmos de la orca, el aprendizaje para la caza es básico. Años más tarde observé cómo un clan devoraba a una gran ballena franca.
Al igual que los ornitólogos y astrónomos amateurs, de quererlo, todos aportamos a la ciencia; infinidad de testimonios por todo el mundo son un valioso registro. En cambio, ya inmersos en la era del 'smartphone', es fácil caer en el lado oscuro: millones de cámaras, espiando sin filtro, son fuente de bulos zoológicos. Por ejemplo, que los gigantescos misticetos (ballenas no dentadas) han empezado a engullir humanos. Más bien, hemos ocupado sus comederos y, de muy tanto en tanto, por más cuidado que pongan, estos colosos se dan de bruces con nosotros: entonces somos tragados y escupidos mientras alguien filma. El mismo sensacionalismo que se desprende de los ataques animales a embarcaciones en Galicia y el Estrecho. Fotos y vídeos de la orca Gladys, y sus secuaces, están en boca de todos. Los más asustados hablan de una Atila capaz de arrasar, con sus hordas bárbaras, nuestra flota de recreo. Otros la elevan a símbolo antisistema; una justiciera de la naturaleza cabreada con el tráfico marítimo y sus lujos.
Las orcas son animales sociales y, lejos de venganza, es probable que solo busquen interacción y juego. En la misma línea, el escritor y biólogo marino de la NOAA, Ray Nayler, entrevistado por Ernest Alòs, opina: “este comportamiento de las orcas no es nuevo. También se ha observado en la costa de América del Norte donde han inhabilitado embarcaciones, pero la interpretación de estos incidentes como ataques es un poco prematura. Muchos científicos creen que, en realidad, podría ser un juego de las orcas juveniles para así dejar los barcos a la deriva y de esta manera disponer de más tiempo para interactuar y seguir jugando. Creo que estamos proyectando nuestras propias ideas sobre las orcas, y lo que hacen.”
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