La única opción

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Carles Puigdemont

Carles Puigdemont / JULIEN WARNAND / EFE

Pilar Rahola

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De momento solo hay declaraciones, pero nadie mueve ficha. El 'president' Puigdemont no tiene ninguna prisa, y parece que Pedro Sánchez se lo toma con calma. Ganar tiempo es en estos momentos una estrategia inteligente, mientras Feijóo se chamusca en sus intentos banales de conseguir una investidura imposible. Bien, imposible con los números en la mano, a menos que hubiera un tamayazo de última hora... Pero si la aritmética parlamentaria no se altera con transfugismo, los dados están ya tirados, y el único que puede llegar a una mayoría es Sánchez. Con esta evidencia, es obligado preguntarse cuál es el escenario que puede permitir un entendimiento. Y es ahí donde por el momento, dadas las declaraciones de algunos ministros, parece que los socialistas van muy perdidos, atrapados en unas lógicas políticas que no son las de Puigdemont.

De entrada, la interlocución. Todavía no han entendido que esta negociación no la podrán realizar con amigos o saludados del 'president', sino directamente con él mismo. Y, en consecuencia, se tendrá que hacer fuera de España y con interlocutores de alto nivel. En este sentido, no sería descabellado, por ejemplo, pensar en un encuentro Puigdemont-Zapatero, dado que el expresidente español ha ido aumentando su perfil de estadista y está en una posición muy alejada de la droga dura de los barones socialistas. Sea como sea, los socialistas tendrán que asumir que todas las campañas de criminalización que han perpetrado contra Puigdemont han quemado las naves y ahora deben rehacer unas relaciones muy dañadas. El 'president' y fuera de España: este parece ser el primer escenario.

La presidencia del Congreso

El segundo se visualizará en la constitución del Congreso de los Diputados, en el que se verán los primeros gestos. ¿Está el PSOE dispuesto a entender una concepción heterogénea de la Cámara alta que pase por una presidencia que no sea socialista? ¿Un diputado del PNV, por ejemplo? Una presidencia, por otra parte, que permita el uso del catalán. Al fin y al cabo, es un hecho que Sánchez ha salvado los muebles gracias a Catalunya y es con votos catalanes como puede ser presidente, por lo que este sería un gesto que facilitaría muchas cosas.

Pero el núcleo de una negociación (y el término es "negociación" y no diálogo) que parece que no entienden los socialistas es que Puigdemont no quiere una salida personal de su situación, sino colectiva. Es decir, tal y como él mismo ha dicho por activa y por pasiva, lo que hace falta es cerrar la herida de la represión global contra el independentismo, sacándolo de la ecuación judicial y volviendo a la ecuación política. Ergo, no se trata de plantear indultos personales, necesariamente insolidarios, sino resolver la situación de los más de 3.000 represaliados del 'procés'. Desjudicializar, como decía el PSOE, pero no en modo 'fake', sino de verdad. Y la única opción es la amnistía, una medida que es constitucional y que puede decidir, sin impedimento alguno, un Gobierno provisional. Al fin y al cabo, ¿no es esta la primera medida que debe tomar un Gobierno español, si quiere pactar con un presidente de Generalitat que lleva seis años sufriendo exilio, y con un independentismo que sufre procesos judiciales permanentes?

Por otra parte, la amnistía, como decía Iván Redondo en un artículo reciente, es la única medida que permitiría una normalidad política que, en ningún caso, puede producirse sin el 'president' Puigdemont. Y solo con la amnistía es imaginable que Puigdemont se siente en la mesa de negociación. Luego se pueden abrir muchos de los grandes aspectos que afectan a Catalunya, pero todo pasa por que Sánchez y el PSOE entiendan que esta situación de represión generalizada es inasumible, inaceptable e impide cualquier paso posterior.

Si el PSOE no entiende esto, que no se trata de negociaciones puntuales, sino de hablar del conflicto catalán, de cerrar el proceso represivo y de aceptar a Catalunya como un sujeto político, solo perderá el tiempo. Sánchez quiere ser presidente y llega la hora de la verdad. Si cree que lo conseguirá con el espantajo de Vox, o presionando a Puigdemont, o con promesas futiles como ha hecho hasta ahora, se encontrará con un fracaso rotundo. Tiene la oportunidad de cerrar una etapa represiva y abrir un nuevo tiempo en las relaciones con Catalunya. De él, y no de Puigdemont, dependerá que asuma el desafío o lo deje pasar. Pero será él, y solo él, el responsable de conseguir o perder su investidura.