Opinión | Feminicidios

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Un julio negro para la violencia machista

Ante el repunte de crímenes, urge reforzar el sistema de atención a las víctimas y combatir el negacionismo

Una mujer participa en una concentración contra la violencia machista y los feminicidios.

Una mujer participa en una concentración contra la violencia machista y los feminicidios. / EFE

Ocho mujeres fallecieron el mes pasado víctimas de la violencia machista en España. Según el cómputo oficial del Ministerio de Igualdad, ya son 31 las fallecidas este año, cuatro más que el año pasado por estas fechas, y está pendiente de contabilizar la última, una joven de 22 años que murió a manos de su pareja, detenida ayer, en Utrera (Sevilla). El repunte de agresiones mortales convierte el mes que dejamos atrás en uno de los peores julios desde que se tiene registro, lo que ha activado un comité de crisis del Gobierno, que se reunirá este martes para analizar cada caso y estudiar los posibles fallos del sistema. También la Generalitat de Catalunya pone en marcha un gabinete de análisis de feminicidios tras cada caso (dos en tres días, nueve en lo que va de año). El aumento en el número de víctimas mortales por violencia machista debe ser motivo de alerta y de analizar qué errores han llevado al trágico desenlace, aun recalcando que el hecho de que una sola mujer muera a manos de su pareja o expareja ya debe considerarse un fracaso institucional y social.

Un dato no debe pasar por alto: de los ocho crímenes del pasado julio, solo una víctima había denunciado. Lo que obliga a evaluar las razones por las que muchas mujeres guardan silencio. Es posible que haya un componente cultural, de temor o de desconocimiento de los recursos públicos que existen a disposición de las víctimas, pero también hay que indagar en el nivel de desconfianza que siguen teniendo algunas mujeres en que el Estado (policía, justicia, servicios sociales) pueda darles una salida a su particular calvario. El contador oficial de fallecidas sirve para visualizar y denunciar una realidad que algunos persisten en negar, pero si bien los casos que salen a la luz son sobrecogedores, no lo debe ser menos el silencio que oculta un iceberg de maltratos nunca denunciados.

España fue pionera en Europa, en 2004, en aprobar una ley contra la violencia de género. Tres años después, puso en funcionamiento un sistema de seguimiento integral, conocido como sistema VioGén, para evaluar el riesgo y ofrecer protección a las mujeres maltratadas, a sus hijos e hijas. Han pasado más de 15 años y las estadísticas –que en un primer momento descendieron– siguen siendo inaceptables. La juventud, en algunos casos, tanto de agresores como de agredidas, induce a pensar que el mensaje no está llegando a toda la sociedad. El discurso negacionista que abunda en las redes y que atrae especialmente a los más jóvenes, en un efecto rebote ante el feminismo más institucional, distorsiona gravemente la percepción de los chicos ante los conceptos más elementales de igualdad y libertad sexual. Este negacionismo, alimentado fundamentalmente por la extrema derecha, recibió el pasado 23 de julio un castigo en las urnas, que debe aprovecharse para reafirmar y reforzar la lucha contra esta lacra. La red de atención y protección a las víctimas de violencia machista tiene todavía puntos débiles, entre los que destacan un sistema judicial lento y desbordado y la falta de especialización por parte de los profesionales que las atienden (aunque se ha avanzado en este último aspecto). Contra quienes propugnan desmantelar esta red, la respuesta ha de ser justo la contraria:destinar más recursos públicos a la prevención (empezando por la educación) y el acompañamiento a las víctimas (incluida una salida laboral) que les permita vivir de forma autónoma y sin temor. n